lunes, 3 de enero de 2011

EL MENSAJE A LA IGLESIA EN LAODICEEA

EL MENSAJE A LA IGLESIA EN 

LAODICEA


“Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto”. Apocalipsis 3:14.

Laodicea es el desliz de Filadelfia
Vamos durante este tiempo a estudiar un poco la palabra del Señor. Hoy estamos llegando a la séptima iglesia, de las siete de esta profecía de Apocalipsis 2 y 3. Hoy estamos llegando a la consideración de la iglesia en Laodicea. Apocalipsis capítulo 3 desde el versículo 14.

Si ésta es la última de las siete iglesias por las cuales el Señor profetiza, quiere decir que esta iglesia representa a la iglesia de los últimos tiempos y es un mensaje bastante serio. Yo no sé cual sea más serio, si el de Tiatira o el de Laodicea; de todas maneras a Tiatira, que es tan grave, no se le dijo que se le vomitaría de Su boca, pero a Laodicea sí, si no se arrepiente; o sea que este mensaje último a las iglesias representando a la iglesia contemporánea, es un mensaje serio; no hay otra iglesia después de ésta; ésta representa la última, la iglesia de los tiempos finales. La iglesia de Efeso representa aquel período apostólico inmediatamente después del apostólico original; la iglesia en Esmirna representa el período de las persecuciones; la iglesia de Pérgamo representa aquel período después de las persecuciones, a partir de Constantino, cuando la iglesia y el Estado comenzaron a juntarse y el cristianismo adoptó parte del paganismo y el paganismo se cristianizó por fuera, pero sin una verdadera conversión; después la iglesia en Tiatira representa aquella edad media, aquellas edades oscuras de la llamada “Pornocracia”, que no vamos a hablar de ella; luego la iglesia de Sardis representa a la iglesia de la Reforma que salió de aquel período de oscuridad pero que no completó las cosas que debían ser restauradas.


Por fin la iglesia de Filadelfia representa aquella visión en el cuerpo de Cristo que supera las divisiones denominacionales;  una iglesia misionera, una iglesia cristocéntrica, una iglesia bíblica, una iglesia a la cual el Señor le abre la puerta. Pero encontramos que el Señor en este pasaje que vamos a leer, le dice a la iglesia en Filadelfia (3:11): “He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona”; es decir que era necesario que lo que el Señor reveló a Filadelfia para superar la condición de Sardis debe retenerse. Los vencedores lo retienen, pero los que no lo retienen caen en una situación que después es expresada en Laodicea. Laodicea representa el desliz de Filadelfia porque Laodicea ya no es otra vez el protestantismo clásico que está representado allí en Sardis. Aquí Laodicea viene después de las revelaciones claras de la centralidad de Cristo, de la palabra de Dios, de la unidad del cuerpo de Cristo, guardar la palabra de la paciencia, llevar la cruz del Señor; esto fue ya revelado en el período de Filadelfia y los vencedores llegarán hasta el fin: “He aquí, yo vengo pronto, retén lo que tienes”; es decir, los vencedores en la posición de Filadelfia serán así hallados en la venida del Señor; habrá en la venida del Señor personas que estén en la posición de Filadelfia espiritualmente hablando, así como habrá personas que estarán en la posición de Tiatira; a Tiatira se le menciona la segunda venida del Señor, por lo tanto, habrá personas que se harán halladas en la situación católicorromana expresada por Tiatira, otros hallados en la situación de Sardis, del protestantismo; otros hallados en la situación de Filadelfia. Pero algunos se deslizaron, no retuvieron lo que el Espíritu ya dio a la iglesia y entraron en una cuestión que está aquí descrita como vamos a leer en todo este mensaje del Señor a Laodicea, que retrata de manera profética estos tiempos. Yo creo que lo que el Señor dice aquí a la iglesia en Laodicea es bastante serio. Entonces vamos a hacer el seguimiento a este mensaje a Laodicea. Primero les digo que en cuanto a la crítica textual no existen variaciones en los manuscritos; todos los manuscritos lo dicen así como aparece en esta traducción, de manera que no es necesario hacer aclaraciones al respecto.


Trasfondo histórico de Laodicea
Hagamos la primera aclaración en cuanto a la ciudad de Laodicea. La ciudad de Laodicea fue fundada en el siglo III antes de Cristo, alrededor del año 250 a. C., por un rey llamado Antíoco II, Seleuco Antioco II, de la dinastía de los antíocos; en el caso de él de los seléucidas de Antíoco, antes que se dividieran. Él tuvo una esposa que él amó mucho, que se llamó Laodicé; entonces él fundó la ciudad de Laodicea en honor de su esposa Laodicé. Hay seis ciudades llamadas Laodicea, fundadas en honor a Laodicé, solamente que son distinguidas una de la otra porque esta es Laodicea de Lico; hay un río llamado Lico y esta ciudad queda al sur del río Lico, en el Asia Menor; entonces por eso es conocida como Laodicea de Lico esta de Apocalipsis; o sea que las otras Laodiceas no tienen que ver con ésta; ésta es la ciudad que fue fundada por Antioco II en el siglo III antes de Cristo. Esta ciudad llegó a ser una ciudad muy fuerte durante el imperio romano, que fue el imperio que surgió después de la era de los Antíocos. Digamos que los Romanos, como dice Daniel 11, le quitaron la hegemonía a los Antiocos y establecieron la hegemonía romana. La ciudad de Laodicea queda en un cruce de importantes vías, de manera que llegó a ser una capital muy grande; Laodicea llegó a ser una ciudad rica, una ciudad comercial, una ciudad bancaria, una ciudad donde había muchas industrias, una ciudad donde se producía mucha ropa; era una ciudad rica, era una ciudad próspera; todas las principales carreteras pasaban por Laodicea, tanto las que venían del norte, como las del oriente, como las de occidente, se juntaban allí y todo el comercio se centralizaba, de tal manera que Laodicea con el tiempo llegó a ser como una especie de  metrópolis que tenía 20 aldeas dependiendo de ella y se le llama en los documentos antiguos: “Metrópolis de Laodicea”. Exteriormente Laodicea era una ciudad próspera, una ciudad rica, una ciudad de banca, de muchos establecimientos bancarios, comerciales, industriales, y la gente seguramente estaba muy feliz; allí había trabajo, había dinero, había una vida fácil en lo económico.

Un gran terremoto
Lo curioso es que esta ciudad fue varias veces sacudida por continuos terremotos hasta que la terminaron por completo; hoy en día no existe la ciudad de Laodicea; Laodicea fue barrida por un terremoto, lo único que queda son unas ruinas, que quedan en Turquía, y los musulmanes le pusieron un nombre musulmán, que quiere decir “Castillo antiguo”, en la palabra musulmana traducida; como decir, los restos de un gran castillo que había; eso es lo único que queda, es decir, fue totalmente derruida por sucesivos terremotos hasta que hubo uno que la derribó de tal manera que nunca más la volvieron a levantar. Es curioso porque la Biblia, que habla del juicio del Señor sobre Babilonia en el tiempo final, también dice que el Señor se acordó de Babilonia, y subió la ira en el cáliz y derramó el cáliz, la séptima copa sobre Babilonia y dice que vino un terremoto a nivel mundial, que arrasó con la gran ciudad que era Roma, Babilonia, y con las otras ciudades; incluso cambió la geografía; muchas islas desaparecieron, muchos montes cambian de lugar. Eso es lo que está profetizado al final sobre Babilonia, sobre lo que es la Laodicea final, lo que llegará a ser el ecumenismo final, con una mezcla de cristianismo con ocultismo y con otras cosas. Laodicea antigua fue destruida por un terremoto, y la iglesia final, el cristianismo final que sea infiel, será destruido también por un terremoto mundial. Entonces, veamos como la historia tipifica la profecía.

Los derechos del pueblo
Ahora, sí vamos a leer el mensaje. Como no tiene comentarios textuales o variantes textuales, vamos a irlo leyendo y comentando; primero lo leemos y luego lo vamos comentando. Apocalipsis 3:14-22.

 Hacemos la lectura primero de corrido, para que el Espíritu a cada uno nos hable, y luego volvemos y comentamos con la ayuda del Señor: “Y”; ¿se dan cuenta, que no había dicho hasta aquí “Y”? Siempre era coma: Escribe al ángel de la iglesia en Efeso;  escribe a Esmirna; escribe a Pérgamo, pero ahora dice: “Y”, como quien dice, después de tantas comas, ésta es la última conjunción, entonces es la final: “Y”. Esta palabra “Y” es la palabra griega kai, que puede traducirse: también o finalmente o por fin. “14Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea”; quiere decir que existe un espíritu típicamente laodizaico dentro de la cristiandad, que está representado lógicamente en los liderazgos; pero el Señor se dirige precisamente a ese espíritu que caracteriza lo que se puede llamar la época de Laodicea. “14Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea”. ¿Qué significa la palabra Laodicea? La palabra Laodicea viene de dos palabras griegas que son: laos y dikesis, que significan: Laos, el pueblo, los laicos; la palabra laicos viene de laos que es la palabra que significa el pueblo, y dikesis, que es la palabra que significa justicia o derecho. Si usted escucha la palabra “teodicea”, quiere decir: el derecho divino; pero la palabra Laodicea, es los derechos humanos, los derechos del pueblo; quiere decir que la palabra Laodicea está representando la época final; y es curioso que el nombre de la palabra nombra el espíritu de la época y es el espíritu de los llamados “derechos humanos”. ¿Cuándo se había insistido tanto en los derechos humanos como en los últimos tiempos? digamos desde la revolución francesa para acá y la revolución americana, digamos que comenzó a introducirse el espíritu de los derechos humanos. No es que haya algo de malo en los derechos humanos, sólo que a veces los derechos humanos pretenden ir más allá del derecho divino, como si hubiera derecho a negar a Dios, como si hubiera derecho a negar la autoridad de Dios, como si hubiera derecho a negar la palabra de Dios. Llegó la época en que las personas pretenden tener más derechos de los legítimos.


La última palabra a las iglesias
Cuando decimos que el espíritu de Laodicea es un espíritu que el Señor reprende, no queremos decir que el Señor no quiere los derechos humanos. Lo que Él no quiere es que exista una anarquía donde no sea reconocida la autoridad de la palabra del Señor. ¿Amén? Pero fíjense en que en la sola palabra “Laodicea”, se nos está mostrando el espíritu tumultuoso, el espíritu anárquico, el espíritu competitivo del tiempo del fin. No fue así en Tiatira. Tiatira fue terrible, pero Tiatira fue dictatorial; hubo una dictadura cesaro-papista en la Edad Media; en cambio, compárelo con esa época y usted se da cuenta de que Laodicea y Tiatira son completamente diferentes. ¿Amén? ¿Cómo le habla el Señor entonces a Laodicea? Él está dando aquí la última palabra a las iglesias; es la última palabra del Señor a las iglesias; ya después va a hablar de los sellos, de las trompetas, de las copas de la ira, pero aquí le está hablando a las iglesias, y es la última palabra del Señor a las iglesias, y por eso a ninguna otra iglesia se le presenta como el Amén; pero aquí Él está terminando; entonces miren cómo se presenta a la iglesia: “He aquí el Amén...”; o sea, la última palabra, así es, así sea, el Señor es el Amén. En los profetas se le llama a Dios, el Dios del Amén; es como decir la Omega. Así como el Alfa es el principio, la Omega es el fin; el Señor es el principio y el fin; entonces siempre al final se dice amén. Pero el Señor dice que Él es el Amén; o sea, el que tiene la última palabra; y esta es la última palabra a la iglesia en su historia universal.

El principio de la creación de Dios
Entonces le dice el Señor: “He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto.” Esta expresión del Señor también como el principio ha dado que algunos la mal entiendan; porque había dicho el Amén y ahora dice: el Principio; en otras partes había dicho el Primero y el Último, el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin; ahora, como está al final, dice primero el Amén, pero luego dice: el Principio; porque Él no es solamente una cosa, sino la otra, el que es el final es el que es el principio. “El principio de la creación de Dios.” Esta expresión ha dado lugar a algunos malos entendidos, porque se ha interpretado de manera aislada del resto de la revelación. Que el Señor Jesucristo se presente como el principio de la creación de Dios, no quiere decir que Él sea la primera criatura de Dios, porque Él es Dios mismo. En el principio era el Verbo, el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios. La expresión “el principio de la creación de Dios” quiere decir que por medio de Él todas las cosas han sido creadas, que nada tiene origen sin Él. “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho” (Jn. 1:3). Eso quiere decir que el Señor, que es el Amén, es también el principio de la creación de Dios. Si tomamos la creación de Dios en el sentido antiguo, desde la nada al ser, a la nueva creación, en los dos sentidos Él es principio de la creación de Dios; tanto de la vieja como de la nueva; las dos son la creación de Dios; Él es el origen de todas las cosas; sin Él nada tiene existencia; ahora éste es el que habla; o sea, este es el diagnóstico del Señor a la cristiandad de los últimos tiempos, la última palabra de Dios a la Iglesia.

Te vomitaré de mi boca
“15Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! 16Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”. Palabra serísima del Señor; nunca el Señor había hablado palabras tan fuertes. ¡Qué cosa más desagradable que el vómito! Pero  ser considerados como algo que le produce al Señor vómito, quiere decir que es algo que el Señor considera asqueroso.

¿Qué es lo que el Señor considera tan asqueroso? La tibieza, que no es ni chicha ni limonada, ni fu ni fa; el Señor quiere que se sea bien definido; Él prefiere que sea frío a que sea tibio. Ahora, ¿qué quiere decir frío? Frío quiere decir que no tiene fuerza, que no tiene ánimo; Él prefiere que una persona le diga al Señor: Señor, no tengo fuerzas, no sé nada; si tú no me ayudas, no puedo nada; o que esté ferviente, caliente, en espíritu, sirviéndole al Señor genuinamente, en verdadero espíritu y verdad. Él prefiere que le estén sirviendo del todo o que estén reconociendo su total imposibilidad, su total frialdad y que esté a los pies del Señor reconociendo que no es nada; pero el pretender ser y no ser; pretender que somos calientes, pero no somos tan calientes, somos tibios, eso al Señor le resulta difícil. Siempre las cosas tibias se usaron como vomitivos; siempre se asoció el agua tibia para producir vómito. “16Pero por cuanto eres tibio, y no eres frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”; es decir, no puedo tragarte, no puedo soportarte en esta situación; como quien dice: si no vences esto..., gracias a Dios que hay vencedores de la situación de Laodicea, pero si no vences, ¿qué galardón vas a tener? El galardón es para lo que vencen; si no vences, te vomitaré de mi boca, no puedo tragarte, no puedo aceptarte en esa situación de tibieza. El Señor nos ayude. A ninguna otra iglesia se le dijo tibia, sino a Laodicea; quiere decir que el cristianismo de los últimos tiempos no es un cristianismo consagrado; la gente se dice cristiana sin ser verdaderamente cristiana. Fíjense en lo que el Señor explica que es la tibieza: “Porque (esa palabra “porque” ahí está explicando la tibieza) tú dices...” ¡Ay, ay, ay! Aquí el Señor está profetizando cuál sería la confesión positiva de la cristiandad de los últimos tiempos. Fíjense: “tú dices”; esa es una confesión positiva; no está diciendo: soy flaco, soy débil, necesito tu ayuda, no; sin ser verdaderamente fuerte, está confesando cosas que no son. ¿Cuándo en otra época se había oído hablar tanto de los derechos humanos, de la confesión positiva y de la teología de la prosperidad como en esta época? Ninguna otra época tuvo este énfasis, pero usted va por todas partes, usted prende un televisor en “Enlace” y escucha cantidad de predicaciones de todas partes y ese es su énfasis: confesión positiva, riqueza, propiedades, prosperidad, ese es el énfasis actual; y el Señor ya lo había dicho: “tú dices”; esa es tu confesión; parece confesión positiva, pero el Señor no le cree esa confesión; Él dice que esa no es la realidad: “17Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido”. ¿Qué otra época tuvo tanta riqueza, facilidades, neveras, aparatos, tecnología?  “Tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad”. Si fueras frío, reconocerías tu necesidad, pero no reconoce su necesidad; está engañado, está engañándose con su propia autoimagen que no es aprobada por Dios. “Dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad.” ¡Qué terrible es esta frase! El sentirse satisfecho sin Dios, el sentirse satisfecho con la riqueza material y no con Dios, eso es terrible. Dices que no tienes necesidad de nada, te sientes satisfecho, estás feliz. ¿Cuántos parques hay hoy en día? ¿Cuándo había los parques de ahora como Disneylandia, como Orlando, Disneyworld, etc., televisión, novelas, distracción? Nadie tiene que tener necesidad de Dios; “y no sabes”; eso quiere decir ignorancia de la realidad espiritual, una épca caracterizada por la ignorancia espiritual. Puede haber cultura secular, cultura exterior, puede ser intelectual, pero no espiritual.


Riqueza material, pobreza espiritual
“No sabes que tú eres un desventurado”; un desventurado que dice ser rico, es mejor ser frío y decirle: Señor, soy un desventurado; y sepa que es un desventurado; entonces puede pedirle ayuda a Dios, pero como dice que no es, siendo, siendo desventurado dice que es rico, dice: “no sabes que tú eres”; el Señor dice: tu eres un desventurado; o sea, tu riqueza no es la verdadera bienaventuranza; tu satisfacción, tu comodidad, no es la verdadera bienaventuranza.

“No sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre”.  A la iglesia en Esmirna que pasaba persecuciones, el Señor le dice: conozco tu pobreza; pero entre paréntesis le dice: pero tú eres rico; aunque tenía pobreza material, era rico espiritualmente; en cambio éste era rico materialmente pero pobre espiritualmente. Dices que eres rico, pero no sabes que eres pobre; o sea, estás engañado; lo que tú consideras de valor, lo que tú estimas, es un engaño. Pablo decía: lo que yo estimaba como ganancia, ahora lo considero una pérdida con tal de alcanzar a Cristo. Pablo vio, pero Laodicea no vio.

¡Cosa seria no ver! “Pobre, ciego y desnudo”. No ve; cualquiera ve su vergüenza, su vergüenza es pública. “18Por tanto, (¡aleluya! Las últimas palabras del Señor a las iglesias) yo te aconsejo que de mí (porque las riquezas que tienes no son de mí, mi consejo es que de mí; tú dices que eres rico, pero esa no es verdadera riqueza; verdaderamente espiritualmente eres pobre) compres oro refinado en fuego”. Aquí el Señor usa la palabra “compres”; quiere decir: paga el precio para tener la verdadera riqueza espiritual.


Comprar es pagar el precio
Mucha gente quiere derechos humanos, quiere riquezas, quiere prosperidad; las palabras que siempre decimos: salud, dinero, amor, casa, carro, beca, todo fácil en la tierra, pero no quiere la cruz, no quiere el camino estrecho, no quiere pagar el precio, y el Señor a esta iglesia le dice: “compres”; quiere decir: paga el precio, compra oro; el oro representa el metal más valioso, que representa la naturaleza divina, lo que es legítimo de Dios, lo que es verdadera riqueza espiritual. “Compres oro refinado en fuego”; o sea, lo de Dios, que es capaz de pasar la prueba; el fuego es la prueba; esa es la verdadera riqueza, lo que no se quema cuando pasa por el fuego, esa es riqueza; pero lo que se deshace en el fuego, lo que cuando viene la prueba no permanece, es pura paja; pero lo que pasando la prueba sobrevive, esa es verdadera riqueza y esa se obtiene de pagar el precio; para obtener del Señor lo que es el Señor en nosotros y no sólo nosotros .

“De mí”, es decir, yo soy el que tengo este oro, que pasa la prueba del fuego. Yo pasé por la prueba, pasé por la muerte, mas he aquí que vivo; compra, paga el precio para tener lo mío y no te engañes con lo tuyo; compra de mi oro refinado en fuego, para que seas rico.

No es que el Señor esté en medio de una teología de la prosperidad promoviendo una teología de la miseria, no; la alternativa de la prosperidad no es la teología de la miseria, es la teología de la riqueza espiritual, esa es la alternativa, la riqueza de la cruz; esa es la alternativa a la teología de la prosperidad.


“Para que seas rico”. El Señor quiere que seas rico, pero verdaderamente rico, como Él dijo: “19No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; 20sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla, ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan” (Mt.6:19-20). Esa es la verdadera riqueza ¿Amén? Compra, paga el precio, para que no estés satisfecho con lo tuyo ni con lo del mundo, sino con lo que yo te dé; lo mío es tu verdadera riqueza; ahí si serás verdaderamente rico.

“Y vestiduras blancas para vestirte”. ¡Qué cosa que el Señor quiera dar vestiduras blancas! ¿Qué está diciendo a la iglesia? Parece que ni siquiera se acuerda de estar justificada, parece que en medio de su prosperidad, en medio de su alegría del mundo, en medio de su disfrute de los beneficios de la tierra, se olvida de cuidar el estar en paz con Dios; porque si el Señor está diciendo que necesita comprarle vestiduras blancas para que no vean su vergüenza, quiere decir que sus pecados están siendo vistos por los ángeles de Dios, por los demonios, no sólo por Dios, y hasta por los hombres también, que aunque somos ciegos, a veces vemos.


El precio de las vestiduras
Entonces cuando dice el Señor: compres vestiduras blancas, es que mucha de la cristiandad está en pecado, está viviendo en pecado, no ha confesado sus pecados, no ha arreglado con Dios sus cuentas, se acostumbró a vivir con cuentas acumuladas en su conciencia, adormecido, narcotizado por la prosperidad del mundo. ¡Ay, Señor Jesús, qué terrible! “Compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte”. Hay que pagar el precio para andar en vestiduras blancas; es por gracia. Por eso el hermano Dietrich Bonhoeffer, que fue un mártir del Señor en Alemania, durante el tiempo de Hitler lo mataron por ser fiel a su conciencia cristiana, dijo una frase que la puso como título de un libro que él escribió, muy buen libro: “El precio de la gracia”. Uno piensa que la gracia es gratis, pero él hablaba del precio de la gracia, lo que le costó al Señor darnos la gracia y lo que nos cuesta a nosotros vivir en la gracia y no en el ego, ni en lo natural, el precio de la gracia; por eso le dice: compra oro refinado en fuego, y vestiduras blancas para vestirte. No estoy diciendo que el sacrificio de Cristo no nos perdona gratuitamente, pero para vivir en la gracia, hay que negarse a sí mismo; podemos vivir en Cristo por gracia. El que quiera, venga y beba gratuitamente del agua de la vida, pero a veces preferimos vivir en lo humano, en lo natural, en la carne y no en el Espíritu. Entonces para recibir esa gracia hay que negarse a sí mismo, primero creer, pero estar dispuesto a vivir en la fe, en el nuevo hombre.

Entonces dice: “y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez”. Esta palabra me parece tan misericordiosa, porque a veces nosotros, cuando somos un poco legalistas, queremos que el Señor avergüence en público a los otros: Ese tiene un pecado, cómo me gustaría que el Señor le destape la falta delante de todos. A veces esa es nuestra actitud y nos alegramos si alguno fue descubierto y avergonzado de lo que tenía guardado; me alegro que lo pillaron; pero el Señor no es así: El Señor dice: “que no se descubra la vergüenza de tu desnudez”.

Debe ocurrir solamente cuando es ya necesario avergonzar a las personas, como pasó con David que hizo las cosas escondidito y no se quería arrepentir; el Señor tuvo que traer a Natán, quien le increpó: Tú lo hiciste en secreto, ahora en público tus mujeres van a ser violadas; ¿por qué? porque lo había hecho en secreto; pero la intención del Señor es cubrirnos; compra de mí vestiduras blancas para vestirte, y estarás justificado y limpio; confiesa tus pecados y arrepiéntete, punto, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez, no dejes tus cosas escondidas, confiésalas al Señor; si fallaste con alguien, pide perdón y  arregla y listo, se acabó; la sangre me limpió, nunca más el Señor se acuerda, ni quiere que tú te acuerdes más; olvídate. Pero mientras lo tengamos guardado, estás desnudo, estás con unas vergüenzas visibles, paga el precio para que andes en vestiduras blancas y no se descubra; esa es la misericordia de Dios que no quiere avergonzarnos, quiere cubrirnos: “que no se descubra la vergüenza de tu desnudez, y unge tus ojos con colirio, para que veas”. Quiere decir que con nuestros ojos naturales no vemos la realidad; pensamos que vemos y el Señor dice: no sabes que eres ciego. Una persona que no sabe que es ciega, es una persona que piensa que ve, pero no está viendo la realidad, está viendo alucinaciones, está obsesionado con alguna cosa, pero no conoce la realidad, por eso no sabe que es ciega. Una persona que sabe que es ciega, dice: Soy ciego, no entiendo Señor, no entiendo. Pero porque dices que sabes... ¡ Ay Señor! Es mejor decir como Job: no entiendo, yo hablaba lo que no entendía; entonces Dios le puede abrir los ojos a uno; pero si uno piensa que ya entendió todo, no sabe que está ciego.


El colirio de Dios
Tenga el Señor misericordia de nosotros, de mí y de todos nosotros.

“Unge tus ojos con colirio”; es decir, aplica a tus ojos algo que te los aclare. Tú piensas que estás viendo, pero lo que estás viendo no es la realidad, estás engañado con tus imaginaciones; el colirio es algo distinto a lo natural, el colirio es algo que opera en la vista, que no está en la persona. Nosotros necesitamos que el Señor abra nuestros ojos, unja nuestros ojos; pero el Señor dice que nosotros nos unjamos; o sea que hay que acudir al Señor para que el Señor nos abra los ojos. Cuando uno piensa que está viendo, hermanos, es tan terrible, porque uno nunca tiene la oportunidad de reconocer sus errores. Yo recuerdo cuando estaba bajo la influencia del branhamismo, durante los años 73 al 75; yo pensaba que estaba en lo correcto; yo leía, me parecía correcto lo que leía, me parecía bíblico; y mientras yo pensé eso, nunca me di cuenta del error. Un día se me ocurrió una duda que fue del Espíritu Santo; me fui aparte a un lugar a orar, y le dije: Señor, a mí esto me parece correcto, pero quizás esté equivocado y yo no me doy cuenta; tú eres el que sabes; yo quiero seguirte a ti, que tú me enseñes la verdad. Si esto que me parece la verdad, es la verdad, confírmamelo; pero si está equivocado y yo no me doy cuenta, muéstramelo. Cuando hice esa oración con sinceridad al Señor, ahí, poco a poco, el Señor empezó a mostrarme los errores en los que yo estaba metido, y poco a poco fui teniendo luz, porque era terrible soportar tantos errores de golpe. Yo iba en el bus y me venía a la mente: pero este versículo dice tal cosa y el hermano aquí, que yo estoy tan asombrado, dice otra cosa; y empezó ese conflicto; pero si él es un profeta de Dios y yo quién soy, pero la Biblia sigue diciendo esto; tenía que escoger entre lo que dice la palabra de Dios y lo que dice otra persona. Y cuando acepté eso y tuve que ser disidente por honrar al Señor y a la verdad, ahí me mostró otro poquito; si eres fiel en lo poco, se te da más. Otra cosa, aquí hay otro error, aquí en este asunto de matrimonio, divorcio y poligamia, aquí hay un error; aquí en este asunto que niega la Trinidad, aquí hay otro error; aquí en este asunto de la segunda venida de Cristo hay otro error; y me empezó a mostrar error tras error, uno tras otro; si le eres fiel un poquito y dependes de Él, y sólo confías en Él y no en tu propia prudencia, Él te puede ungir los ojos con colirio.


Es lo que dice Proverbios: “5Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. 6Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Prov. 3:5-6). Pero si uno se confía en su propia prudencia, que todo está bien, me siento satisfecho; no tengo necesidad de nada, aquí estoy contento, no va a haber más; nunca nos quedemos contentos con menos que la plenitud de Cristo; siempre busquemos más de Cristo, siempre procuremos ir más adelante; ame más al Señor que al mismo ambiente, incluso más que a la Iglesia; ame al Señor, avance al Señor, siga al Señor, busque al Señor. Señor, necesito tu luz; entonces Él, lo que es de Él, Él te lo va a confirmar, no hay problema, qué peligro hay, ninguno; lo que es de Él, Él te lo va a confirmar, pero lo que no es de Él, Él te lo va a mostrar y te va a librar. Hay que ponerlo a Él primero que todo; no temas ser disidente si es por amor al Señor y si es la palabra de Dios, porque tú no eres de nosotros antes que del Señor, tú eres del Señor. ¿Amén? Primero el Señor. Entonces cuando le dije al Señor: lo que quieras tu, ¿verdad? Yo pienso que está correcto, pero puede ser que esté equivocado y no me doy cuenta; ahí me mostró de a poquito; si fui fiel a ese poquito, me mostró otro poquito, después otro poquito y otro poquito, y así me fue mostrando y me fue sacando de errores.

Somos pasibles de errores y la gente fanática es la que piensa que ve y nunca duda que podría estar equivocado; por eso es que hay que poner primero al Señor que a nuestra autocomplacencia. Señor, si me estoy engañando, desengáñame Señor. ¿Amén? Unge mis ojos con colirio para que vea, no sea que piense que estoy viendo y soy ciego, espiritualmente ciego. Les recomiendo mucho ese libro del hermano Austin-Spark, “Ver - Visión espiritual, hombres cuyos ojos han visto al rey”. ¡Tremendo libro!


Dios castiga a los que ama
Ahora, después de esa palabra de que eres ciego, miserable, desnudo, tibio, te vomitaré, uno pensaría, pero ¿será que el Señor está enojado conmigo? Miren lo que dice: “19Yo reprendo y castigo a todos los que amo”. Cuando una persona es amada por el Señor pasa por pruebas difíciles, no porque Dios no lo ame, sino precisamente porque lo ama: “Yo reprendo”, y no sólo reprendo, “castigo”. Algunos dicen que Dios no castiga, pero aquí dice  el Señor que Él castiga a los que ama: “reprendo y castigo a todos los que amo”. Hay grados distintos en las dos palabras. Reprender es amonestarte, llamarte la atención, pero todavía no te pasa nada; pero si te ha llamado la atención y no quieres seguir al Señor, entonces tiene que pasar de la reprensión al castigo y el castigo puede ser una cosa difícil que nos acontece, pero ¿por qué? Porque nos ama, nos quiere librar de los engaños; es decir, a los que amo los reprendo y los castigo. Y dice más: “Sé, pues, celoso”. Aquí celoso es lo contrario de tibio. Tibio es que está satisfecho, no  celoso; el Señor es celoso y quiere que nosotros seamos celosos. Una persona celosa es una persona que quiere las cosas puras y no mezcladas ni tibias; lo contrario de tibio aquí es celoso: “Sé, pues, celoso, y arrepiéntete”. El Señor da tiempo a la iglesia en Laodicea, a la cristiandad de los últimos tiempos para arrepentirse y ser celoso; es decir, ser una persona que ama al Señor con cuidado: “20He aquí, yo estoy a la puerta y llamo”. Esta es una de las frases más tremendas.

El Señor por fuera de la Iglesia
El Señor no dice que está adentro, sino afuera; está queriendo entrar pero nosotros estamos aquí con nuestra fiesta, diciendo cosas, estando embriagados en nuestras codicias y el Señor está tocando a la puerta.  Él no dice: estoy adentro, no, estoy a la puerta y llamo.

¡Cosa terrible! A veces tener programas, estructuras, tener de todo y no al Señor mismo; pero eso lo dice el Señor a la iglesia en Laodicea; Él quiere entrar. Ahora, en este llamamiento, Él toca a la iglesia, pero como Él sabe que no toda la iglesia va a ser vencedora, entonces habla a los individuos. Dice así: “Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz”. Si alguno distingue qué es lo que verdaderamente el Señor dice y lo que Él quiere, estará dispuesto a abrirle al Señor en vez de estar engañado pensando que ve y no ve. “Si alguno oye mi voz”; porque es que algunos no oyen; si tiene oído, oye, pero si alguno oye, le abrirá al Señor. Él le habla a toda la iglesia: “Escribe al ángel de la iglesia en Laodicea”, habla al espíritu de la iglesia del tiempo final. Si en medio de ese espíritu, alguno oye mi voz, mi voz, porque es que a veces oímos muchas voces y especialmente en los tiempos finales está profetizado que se oirían muchas voces, muchos falsos profetas y hasta milagros y señales, pero no es la voz del Señor; pero si en medio de esa batahola del engaño final, alguno, uno que otro por ahí, oye mi voz y después de oír abre la puerta, no deja al Señor afuera, sino que quiere al Señor adentro, entonces el Señor dice: “entraré a él”.


La cristiandad de nombre, sin el Señor adentro, pero si me abre la puerta “entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. Siempre el comer juntos era una forma como el Señor representaba la comunión; la comunión es comer juntos. “Cenaré con él, y él conmigo”, cenaremos juntos: “21Al que venciere”. Esto sí es tremendo, habrá vencedores de las condiciones de Laodicea; y si usted compara los galardones, a ninguna iglesia se le ofrece un galardón tan grande como a la iglesia en Laodicea; compare todos los galardones. A Efeso, le daré a comer del árbol de la vida. A Esmirna, no sufrirá daño de la segunda muerte. A Pérgamo, una piedrecita blanca. A Tiatira, le daré autoridad sobre las naciones. A Filadelfia, lo haré columna en el templo de mi Dios y nunca más saldrá de allí, pero a los vencedores del fin se les promete el más grande galardón; miren lo que dice: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, (¡que cosa tremenda!) así como yo he vencido, (al que venciere como yo he vencido) y me he sentado con mi Padre en su trono”. El Padre quiere delegarle al Hijo todo, y el Hijo quiere delegarle a los vencedores finales, todo. “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”. Esta sí es la verdadera riqueza, ésta si es la verdadera gloria.

“22El que tiene oído (para oír su voz) oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. El Señor nos encuentre despiertos, nos conceda arrepentirnos de la tibieza y nos conceda pagar el precio para tener oro verdadero espiritual, vestirnos verdaderamente con vestiduras blancas y tener los ojos ungidos para ver verdaderamente. Dios nos ayude. La paz del Señor Jesús sea con los hermanos. ☐

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