lunes, 3 de enero de 2011

EL MENSAJE A LA IGLESIA EN SARDIS

EL MENSAJE A LA IGLESIA EN 

SARDIS


“Y escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto”. Apo. 3:1.

Un mensaje profético de la Sardis histórica
Vamos al libro del Apocalipsis, que estamos estudiando los viernes con la ayuda del Señor y hoy llegamos al capítulo 3, los versículos 1 al 6 que corresponden al mensaje del Señor a la iglesia en Sardis. Hemos hecho un seguimiento de todas estas iglesias anteriores: Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira y hoy estamos llegando a Sardis; hoy estaremos viendo algo relativo a la iglesia en Sardis. Los hermanos saben, porque lo estamos leyendo en primer lugar, en un sentido gramático-histórico, que hubo  una iglesia histórica en el Asia Menor, lo que hoy es Turquía, la península de Anatolia, que se llamó Sardis.

Si ustedes se imaginan el mapa de la península de Anatolia, está Efeso, sube a Esmirna, sube a Pérgamo, luego viene Tiatira y luego desciende un poco a Sardis, después baja a Filadelfia y Laodicea.

Entonces, ahora estamos en Sardis. Sardis fue, pues, una iglesia en el Asia Menor en el tiempo en que el apóstol Juan estaba vivo, y esta carta fue enviada por el Señor a través de Juan al ángel de la iglesia en Sardis; o sea que hubo una iglesia histórica llamada Sardis; digo hubo, porque realmente ahora Sardis, la ciudad, ya no existe. Cerca de donde estaba la ciudad, existe una pequeña villa llamada Sarte que viene del mismo nombre de Sardis, pero no es aquella antigua ciudad, sino una población pequeña que tomó el nombre de la ciudad antigua; la ciudad antigua ya no existe. De estas siete ciudades solamente existen Esmirna y Filadelfia hoy en día, y son las dos únicas iglesias a las cuales el Señor no reprende; las demás no existen hoy.

Sardis es una de las que no existen, pero no solamente estamos mirando el aspecto geográfico histórico de esta condición de la iglesia en Sardis, sino que como veíamos al principio del Apocalipsis, al final del Apocalipsis se nos dice que el Apocalipsis íntegro es una profecía, por lo tanto, estos capítulos 2 y 3 de Apocalipsis son proféticos y no solamente históricos; son históricos, pero las condiciones históricas son usadas por el Señor para profetizar porque estas condiciones históricas están descritas por el Señor dentro de algo que el Señor mismo llamó profecía; por lo tanto, hay una profecía; así que leemos no solamente acerca de la iglesia histórica antigua de Sardis, donde hubo hombres tan sobresalientes como Melitón de Sardis, un gran líder de la iglesia primitiva que el Señor usó mucho y que toda la antigüedad cristiana recordaba con mucho cariño, y de él han sobrevivido algunos escritos, sino que estamos viendo a través del mensaje a la Sardis histórica, un mensaje profético; de manera que la condición de Sardis representa este quinto período de la historia de la iglesia. En la Biblia hay profecía acerca de Dios mismo. Jehová será uno y uno su nombre, es una profecía acerca de Dios; hay muchas profecías acerca de Cristo, hay profecías acerca del Espíritu, profecías acerca de Israel, profecías acerca de las naciones, profecías incluso acerca de los ángeles, profecías acerca del resto de la creación.

¡Cómo no va a haber profecías acerca de la iglesia! Estos capítulos 2 y 3 de Apocalipsis son profecía.


Resumen profético-histórico
El Señor le llama profecía a toda el Apocalipsis; de manera que si miramos  la historia de la iglesia, vemos cómo se corresponde con períodos históricos que al comparar esos períodos con la profecía  vemos como concuerdan y así lo hemos estado viendo: Efeso, relativo a la iglesia primitiva, inmediatamente después de la muerte de los últimos apóstoles; estaba todavía vivo Juan; después vino el período de las persecuciones con los emperadores romanos, aquellas grandes diez persecuciones que terminaron con la de Diocleciano, lo que está representado en Esmirna, que quiere decir amargura, prueba, persecuciones. Tendrás persecución por diez días, dice el Señor, y justamente hubo diez grandes persecuciones romanas. Después vino Constantino y el diablo cambió la táctica de ataque contra la iglesia; ahora ya no la atacó con persecución, sino mezclándola con la política del Estado, mezclando el paganismo con el cristianismo, y esa mezcla es la que aparece en Pérgamo, que eso es lo que quiere decir Pérgamo: muy mezclado, muy casado; entonces ese período que hoy día se llama el período de la iglesia católica antigua, antes del papado, el período desde Constantino y los siguientes siglos hasta comenzar en fuerte el papado, ese es el que se llama el período de Pérgamo. Después ya llegó la propia edad media, la época terrible del absolutismo papal, incluso como algunos historiadores lo han llamado: la pornocracia papal, porque hubo muchas cosas totalmente escandalosas que se hicieron dizque en nombre de Dios, negocios que se hicieron dizque perdonando los pecados; el papa autorizaba al cardenal por el poder pontificio a tener relaciones sexuales con un mozo, por ejemplo; eran cosas que sucedían a la luz pública, cosas terribles; fue un período como dice aquí, de Jezabel; esta Jezabel es la gran ramera. La gran ramera es Roma. Este período de Tiatira representa precisamente aquella época medieval que duró mucho tiempo, que representa el romanismo en su estado peor, como ha sido manifestado en la historia del cristianismo; pero el Señor permitió que hubiera otra etapa posterior a Tiatira; Dios no dejó que las cosas se quedaran en esa situación, sino que providenció la Reforma protestante para que muchas personas salieran de aquella condición babilónica y buscaran al Señor. Ese período posterior a Tiatira, posterior al papismo de la edad media, es el período de la Reforma y es el período que está representado en este mensaje a Sardis.

Los escapados
La palabra Sardis significa: escapados. Justamente, algunos escaparon de Babilonia, como el Señor dijo: Salid de Babilonia.

Babilonia es claramente identificada por el apóstol Juan como Roma. Juan dice: Babilonia es la ciudad que reina sobre los reyes de la tierra (Ap. 17:18); y en ese tiempo de Juan quien reinaba era Roma, vestida de púrpura y escarlata; en fin, su peor estado es Tiatira. Pero hubo personas que escaparon de la condición de Tiatira, salieron del romanismo; y algunos de los que salieron fueron fieles; otros de los que salieron fueron infieles; por eso vamos a ver que el mensaje a Sardis es agridulce; tiene algo de dulce por causa de los fieles, los que no han manchado sus ropas que andarán delante del Señor en ropas blancas; pero hay otros que son agrios, y nos damos cuenta de que ya en Tiatira, el Señor dice que Tiatira tenía hijos; Jezabel tenía hijos y también la gran ramera tiene también hijas; o sea que a la madre que era Roma, le nacieron otras hijas que no son precisamente Roma, que salieron de Roma, pero que no fueron fieles y por eso el Señor también les llama rameras; por eso le dice a Roma, la madre de las rameras. La gran ramera, la madre, es Roma; pero hay unas que salieron de Roma y no mantuvieron su fidelidad y el Espíritu Santo también les llama rameras. Este aspecto negativo que hace que el Espíritu Santo por Juan le llame ramera y que el mismo ángel les llame rameras a algunos que salieron de Roma, nos muestra que en el protestantismo hubo una parte fiel y una parte infiel. La parte fiel es el remanente que el Señor va a decir aquí, como vamos a leer, que guardaron sus ropas y que andarán con él en ropas blancas; pero la parte infiel, que no es precisamente Roma, sino que viene después, que salió de Roma, que escapó de Roma, que es lo que quiere decir Sardis, es la que representa ese protestantismo degradado. No porque somos protestantes vamos a decir que no hay nada malo que decir del protestantismo, porque el Señor le habla a la iglesia con claridad, le profetiza para que la iglesia se purifique y se arrepienta, porque si no se arrepiente, si sigue siendo esto que el Señor le denuncia, entonces se va a encontrar en el tribunal de Cristo con pérdida, no de la salvación, pero del galardón.


Vamos, pues, a leer en esos dos sentidos: gramático-histórico y profético, y aun en un tercero, porque este mensaje, dice el Espíritu, es para todas las iglesias; o sea que si algo de esto se da entre nosotros, en cualquier parte, el Señor nos habla con Su palabra para ayudarnos a salir de eso. Acordémonos de que esas son palabras directas del Cristo resurrecto, glorificado, que apareció a Juan y le habló estas palabras para las iglesias, para nosotros. Pongámosle, pues, atención a lo que nos dice el Señor. Vamos a hacer primero la lectura de corrido; luego les menciono un puntito de crítica textual que es muy mínimo en este caso de Sardis, y luego volvemos sobre nuestros pasos para comentar los versos. Antes de comentarlos, hagamos la lectura completa para tenerlo más claro. Ya con este preámbulo sabemos que está hablando a la iglesia histórica antigua de Sardis, al período de la Reforma y siguiente y a todas las iglesias que en cualquier situación se parezcan a lo que dice el Señor aquí.


“1Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene  los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. 2Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir, porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. 3Acuérdate, pues, de lo que has recibido, y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues sino velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a que hora vendré sobre ti. 4Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han machado sus vestiduras, y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. 5El que venciere será vestido de vestiduras blancas, y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. 6El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap. 3:1-6).


Comencemos por la manera como el Señor se presenta a Sardis. Cuando el Señor se presentó a cada iglesia, Él se presentó según la necesidad de la iglesia, según la condición de la iglesia. Usted ve que hay una correspondencia entre la condición de la iglesia y el aspecto de sí mismo que el Señor le muestra, en su respectiva condición.


Reforma protestante
Sardis es como si fuera un nuevo comienzo, porque estuvimos viendo que hubo una degradación; la degradación comenzó en Efeso que dejó el primer amor; ya vemos en Esmirna la sinagoga de Satanás, ya luego vemos en Pérgamo la doctrina de los nicolaítas; en Efeso eran apenas hechos; ya en Pérgamo es doctrina de los nicolaítas, doctrina de Balaam, hasta llegar a Jezabel y las profundidades de Satanás; y habíamos visto que esa degradación de la iglesia estaba profetizada, primero en sentido gramático-histórico para Israel, pero sabiendo que Israel es figura del pueblo de Dios, que estaba profetizado en Joel.

Recuerdan que en Joel vimos el aspecto de la degradación; ahora vamos a ver cómo el Señor también dice que se saldría de esa degradación poco a poco. Veamos dos versos en Joel. La vez pasada cuando vimos la degradación o la apostasía que tomaba parte de la cristiandad, vimos que estaba representado también como en Israel, en Joel 1:4 donde decía: “Lo que quedó de la oruga comió el saltón, y lo que quedó del saltón comió el revoltón, y la langosta comió lo que del revoltón había quedado.” O sea que entró en invierno esa planta y la vida se fue a las raíces, y afuera estaba haciendo un frío terrible.

Gracias a Dios que después del invierno viene la primavera y Dios había dicho en el capítulo 2: “25Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros. 26Comeréis hasta saciaros, y alabareis el nombre de Jehová vuestro Dios, el que hizo maravillas con vosotros; y nunca jamás será mi pueblo avergonzado. 27Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Jehová vuestro Dios, y no hay otro;  y mi pueblo nunca jamás será avergonzado”. Satanás hizo de la cristiandad en las edades medias una cosa terrible, de tal manera que si no hubiera sido por algunos hombres de Dios como Pedro Valdo, como Pierre de Bruise, como Jerónimo Savonarola, como Enrique de Lausana, como Arnaldo de Brescia, incluso, como Francisco de Asís, como Bernardo de Claraval, hubiera quedado avergonzado el cristianismo. Los ángeles, dice el Señor, en su parábola de Mateo 13, decían: pero, ¿no sembraste acaso buena semilla? ¿Cómo es que tiene cizaña? Si lo que tú, Señor Jesús, que eres el sembrador, sembraste, que es la palabra de Dios, ¿cómo es que la cristiandad ha llegado a ser lo que fue, por ejemplo, en el tiempo de Alejandro VI, el papa Borgia y todos esos papas terribles? El Señor dijo: Yo restituiré. Salid de Babilonia pueblo mío; así como en Israel ellos se apartaron de Dios y fueron a parar cautivos a Babilonia, pero luego Dios sacó algún remanente de Babilonia y lo trajo de vuelta a Jerusalén y restableció la casa y restableció la ciudad, así también en el Nuevo Testamento hay una misteriosa Babilonia, que es Roma, de la cual tiene que salir el pueblo del Señor. Salid de allí; hay una salida y esa salida comienza precisamente con Sardis.


Sardis quiere decir “escapados”; son los primeros que salen cuando comienza la Reforma protestante; la justificación por la fe. Aquí es donde se habla de vestiduras blancas, porque justamente, esa es la época de la justificación por la fe; hubo personas fieles, hubo personas que realmente fueron justificadas por la fe; pero hubo en esa época otros, que como el príncipe era luterano y no católico, entonces el país era luterano; tenía nombre de ser cristiano, pero no había nacido de nuevo. Todo denominacionalismo comenzó desde la misma época de la Reforma; la misma iglesia protestante, fue en gran parte denominacional. En Italia y en Latinoamérica eran católicos; entonces la gente solamente nacía en Latinoamérica de papá y mamá, nacía de la carne, con un solo nacimiento y ya era considerado católico. Hoy cualquiera al que usted le pregunte, dice que es católico porque nació en un país católico. Si nacía en Alemania era evangélico luterano aunque nunca hubiera nacido de nuevo; bastaba con haber nacido simplemente en Inglaterra para ser anglicano, estaba en las listas; ya, si trabajaba, el Gobierno le descuenta una parte del sueldo para pagar al clero anglicano. La gente tiene nombre de que vive, pero sólo nombre, no tiene vida; sólo un remanente, unas pocas personas, es verdaderamente regenerado, verdaderamente justificado. Por eso cuando el Señor se presenta a ellos, ese es un nuevo comienzo, pero en este nuevo comienzo no está la iglesia en su principio. Un primer comienzo fue en Efeso y en Efeso aparecen también las siete estrellas, pero aparecen los siete candeleros; en cambio en Sardis, sí, aparecen las siete estrellas, pero no los candeleros; todavía la iglesia no es restaurada en su normalidad. Apenas está por comenzarse a restaurar el evangelio, la justificación por la fe, la lectura de la Biblia, pero todavía no la visión clara del cuerpo de Cristo; por eso en Efeso dice: “El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro”. La iglesia primitiva; el Señor no solamente tenía en sus manos a las estrellas del liderazgo y la obra, también el Señor se movía entre los candeleros porque las iglesias primitivas cada una era un candelero. La iglesia en Efeso era un candelero, la iglesia en Esmirna era un candelero, la iglesia en Pérgamo era un candelero, la iglesia en Sardis era un candelero, la iglesia en Jerusalén era un candelero, la iglesia en Corinto era un candelero. En el principio las iglesias son de la ciudad; tú no ves nombres, no se ponía nombre a las iglesias. El Señor dice: la iglesia en Efeso, la iglesia en Esmirna, la iglesia en Jerusalén, la iglesia en Corinto, o en Colosas, o en Filipos; lo que tenía nombre era la ciudad, y el nombre que ellos tenían era el del Señor; ellos eran cristianos.

Así que el Señor al principio tenía las siete estrellas y andaba entre los candeleros; pero en la época de la Reforma la eclesiología bíblica fue totalmente distorsionada; el papado distorsionó la eclesiología de la Biblia; comenzaron a surgir diferencias entre obispos y presbíteros que para Pablo eran lo mismo; Pablo llama a los obispos, presbíteros, ancianos  de la iglesia en Efeso y les dice: el Espíritu Santo os ha puesto por obispos (Hechos 20); escribe a Tito cómo deben ser los ancianos, porque el obispo debe ser así y así; Pablo está intercambiando obispo con presbítero, con anciano; en cambio ya por el siglo II, III, comienza ese proceso de clericalismo, donde aparecen obispos sobre los ancianos, donde los santos ya no son sacerdotes, ahora los sacerdotes son sólo los clérigos; después aparecen arzobispos sobre los obispos, luego aparecen patriarcas en las principales ciudades teniendo jurisdicción más allá de su localidad.


Inicio de Restauración
Cuando el apóstol Pablo nombra a los ancianos, dice que se estableciesen ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé; la jurisdicción de los ancianos, de los obispos, es la ciudad; pero ya por la época del romanismo, que ya estaba en ciernes, aparecen diócesis episcopales que van más allá de su localidad; aparece un sistema papal; empieza a crecer; el vacío que dejó Constantino cuando se mudó para Constantinopla, que era Bizancio, después fue Estambul, dejó un vacío de poder en el pueblo romano que estaba acostumbrado por siglos a un gobierno monopolar, monolítico; entonces el obispo de Roma, especialmente León Magno, apareció como la autoridad fuerte en Roma y comenzó a ser declarado como el sucesor de Pedro, como el vicario de Cristo, y que todos tenían que acudir a él, que él tenía la última palabra; y eso se fue desarrollando hasta cuando se llegó a Bonifacio VIII. Bonifacio VIII escribió una bula, Unam Santam, donde tomaba un pasaje de Jesús que dijo a Pedro: ¿tiene alguno espada? Aquí hay dos espadas, le dijo Pedro. ¡Ah! basta ya; eso lo interpretó Bonifacio VIII diciendo que esas dos espadas eran el poder político y el poder religioso que tenía el papa; miren que exégesis papal de esos pasajes; y decía que si el emperador no era coronado por el papa no era válido, y el papa decía que tenía derecho a liberar a los súbditos del emperador, del gobierno del emperador. Miren cómo se creció ese monstruo, cómo la eclesiología simple del Nuevo Testamento empezó a enredarse y a cambiarse; empezó el nicolaísmo, la conquista del laicado, que es lo que quiere decir nicolaísmo.  Nicao, conquistar, laos: los laicos, el pueblo; el clericalismo, hasta llegar a quitarle el sacerdocio al pueblo. San Pedro decía: vosotros sois nación santa, real sacerdocio, pueblo adquirido por Dios (1 Pe.2:5); lo mismo dice Apocalipsis: nos limpió con Su sangre, nos hizo reino y sacerdotes; pero ahora ya nadie era sacerdote, nadie podía orar directamente, nadie podía leer la Biblia directamente; ahora hasta lo quemaban con todo y Biblia si leía la Biblia; en la cristiandad hasta esa locura sucedió; hubo una degradación; realmente el gusanito se comió hasta  la planta, pero el Señor dijo: “Restituiré”; comenzó con la Reforma un inicio de restauración, pero sólo un inicio. La eclesiología en la época de la Reforma todavía no fue restaurada. Por eso, miren cómo comienza: “El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas”, pero no dice que anda entre los siete candeleros; eso se lo quitó. ¿Por qué el Señor, aunque dijo una parte, no dijo la otra? Porque si decía la otra, en ese tiempo, las cosas no eran así; en el tiempo de la Reforma, la eclesiología no había sido restaurada; había la eclesiología romanista y luego comenzó la eclesiología de los príncipes, donde Enrique VIII era rey de Inglaterra y cabeza de la iglesia anglicana. El Señor no podía decir que andaba entre los candeleros, porque los candeleros no habían sido restaurados todavía; la eclesiología estaba baja, pero el Señor sí tiene sus mensajeros en su mano; aunque haya cosas que no se han restaurado, algunas ya comenzaron a restaurarse.

Escolástica de ortodoxia sin vida
Dios usó a Lutero, por ejemplo, para restaurar la justificación por la fe, la autoridad de las Escrituras, el principio de la Reforma: sólo fe, sólo gracia, sólo la Escritura; eso comenzó a ser restaurado. El Señor comenzó a hacer: os restituiré lo que comió la oruga, el saltón y el revoltón; lo primero que se restauró fue la justificación por la fe; por eso aquí en este contexto habla de personas en vestiduras blancas; eso no se habló en los otros mensajes, pero aquí se habló porque correspondía precisamente con el mensaje, la tónica del Espíritu en la época, la justificación. Sin embargo, el Señor le habla no solamente al remanente fiel; Él le habla a todos los que se hacen llamar cristianos.

“Conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto”. Eso, tener nombre, es lo que caracteriza a Sardis, lo que caracteriza el protestantismo; todo el mundo quiere ponerse un nombre. A Filadelfia, que supera la condición de Sardis, el Señor le dice: Has guardado mi nombre. Pero aquí: tienes nombre de que vives. El denominacionalismo comenzó con el protestantismo; ahí comenzaron a aparecer muchos nombres. En filosofía, el nominalismo, que es una facción de la filosofía, comenzó con Guillermo de Occam en la línea del protestantismo. Cualquiera que lee la historia de la Iglesia y la historia de la filosofía va a saber a que me estoy refiriendo, el nominalismo. ¿Qué quiere decir eso? Formulismo, formalismo, escolástica de ortodoxia sin vida, institucionalismo; tenemos un tremendo título, campanas, órgano de tubos, personería jurídica, cuello volteado, tenemos de todo y no hay vida. Eso es lo que el Señor está denunciando: las apariencias religiosas, el formulismo, el nominalismo, el denominacionalismo, el institucionalismo; todo eso está debajo profetizado. Esa es tu condición: conozco tus obras y esto es: tienes nombre de que vives, pero estás muerto. No tienes la vida del Señor en verdad; algunos sí, hay una minoría que sí, pero la generalidad tiene el nombre de cristianos; muchas personas hoy se llaman cristianas y no son cristianas. Conocí a un pastor que aquí hay dos personas que lo conocen, el hermano Aniceto Mario Franco, un siervo del Señor en Brasil; y hay una colonia luterana en el sur del Brasil, como de dos mil familias; y le decía el pastor luterano, no estoy hablando contra los luteranos, estoy contando un hecho para ilustrar; mi idea no es hablar contra nadie, sino que Dios nos hable para ayudarnos; le decía este pastor luterano a Aniceto: de todas estas dos mil familias que vinieron de Alemania a formar colonias allá en Río Grande do Sul, en el sur, y en Santa Catarina, en el Sur del Brasil, solamente 26 personas son nacidas de nuevo; sólo 26 son regeneradas; otros, como nacieron en Alemania y la religión del gobierno es el luteranismo, entonces son luteranos; no es que hayan leído a Lutero y estén de acuerdo con Lutero; llevan el nombre, pero no entienden nada. Ayer estábamos analizando una tesis que el hijo de nuestra hermana Yolanda está haciendo para la universidad del estudio de ciencias sociales;  y en esa tesis estaba estudiando unas cosas, y me la estaba leyendo para que yo le ayudara a mejorarla; y justamente él mencionaba algunas cosas en este sentido: el mero nominalismo, la mera apariencia. Puede ser un grupo de 10, 12 personas, a veces reuniéndose en una catedral gigantesca; aparece el título, aparece tal, aparece cual, pero cuando tú vas a la realidad no hay Espíritu, no hay vida; algunos pocos sí. “Tienes unas pocas personas que andan conmigo en vestiduras blancas”. Han emblanquecido sus ropas en la sangre del Cordero; hay gente verdaderamente justificada. En el movimiento protestante, de la Reforma para acá, hubo gente que verdaderamente entendió, hubo gente que verdaderamente estuvo por Cristo, comprendió la justificación, comprendió la epístola a los Romanos y fueron justificados, caminaron con Dios y fueron fieles; se puede mencionar a muchos que fueron fieles, pero muchos de los que vinieron después no lo fueron; sin embargo, tenían el nombre. Tienes nombre (ahí está, apariencia, formulismo, institucionalismo, denominacionalismo) de que vives y estás muerto. 


Hay otra cosa que el Señor discierne; porque ese es el discernimiento del Señor al cual no le engañan las catedrales, los órganos de tubos y los cuellos volteados; eso no le engaña al Señor; Él habla como son las cosas, en la realidad. Otra cosa que el Señor dice: “Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir, porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios”. Lo que ellos recibieron, que sí fue de Dios, se fue perdiendo y eso sucede en la historia del protestantismo; el Espíritu Santo mueve un remanente fiel, y ese remanente fiel descubre la palabra del Señor y el Señor verdaderamente saca de Babilonia y verdaderamente restaura con ese remanente; pero luego viene otra generación que solamente eran hijos, tíos, sobrinos, parientes, pero que no tienen el Espíritu del Señor, y ya a la próxima segunda y tercera generación, solamente le queda el nombre de lo que fue. Con todo lo que fue Wesley, fue tremendo, pero después de él, lo que es el metodismo, es otra cosa distinta; ahora por ejemplo, en Hamburgo, están casando en templos lujosos hechos por el Estado, con cuello volteado, todo hecho bien, formal, una ceremonia muy bonita; se casa una teóloga con una abogada, lesbianas, casadas, en pleno culto, en plena catedral. Se están casando lesbianas y son luteranos o metodistas. Hay teólogos que confiesan su ateísmo; hay teólogos que se llaman teólogos de la muerte de Dios; se pueden decir nombres propios: Altiser, Hamilton, Paul Van Buren, Robinson; algunos de ellos dicen: yo soy episcopal, cristiano y ateo. ¿Por qué ateo? Porque no cree en Dios; pero entonces si no cree en Dios ¿cómo es que es cristiano? bueno, pero es que Jesús fue un hombre que pudo traer una buena sociedad, y si la gente tiene más o menos la moral de Jesús, se puede vivir en sociedad de esa manera; él no está hablando del cielo, ni de Dios, ni de la eternidad, solamente de lo útil que es la moral de Jesús para que la sociedad pueda sobrevivir; y que es presbiteriano o episcopal porque pertenece a esa denominación.

Muchos viven de los diezmos de la denominación y enseñan en contra de la Biblia en el mismo seminario. Niegan el nacimiento virginal de Cristo, niegan la resurrección de Cristo, niegan la inspiración de la Biblia, le niegan unas cuantas epístolas al apóstol Pablo y viven de la denominación; se ponen su cuello volteado, predican sus barbaridades y blasfemias desde el púlpito, con luces de colores, con órganos de tubos. Tienes nombre de que vives, pero estás muerto. Por eso el Señor no habla solamente de la gran ramera, sino que la ramera tuvo hijas también llamadas rameras, también infieles al Señor, que tienen la simiente de los hombres y no la simiente de la palabra de Dios; eso está claramente.


Institucionalismo denominacional
Ahora dice aquí: “afirma las otras cosas que están para morir”. El avivamiento recupera cosas, pero luego los siguientes que vienen, dejan que se muera; como decía el Señor: las ovejitas que vienen detrás, en vez de encontrar aguas limpias, encuentran aguas pisoteadas; en vez de encontrar pastos suculentos, encuentran pastos hollados como dice el Señor en Ezequiel 34; las generaciones siguientes no son fieles al Señor. Samuel fue fiel al Señor, pero no sus hijos; David fue fiel al Señor, pero no sus hijos. El Señor no tiene nietos, como decía el hermano David Duplesis; cada hijo de Dios tiene que recibir directamente al Señor, porque las cosas se van perdiendo y eso ha sucedido en la cristiandad. “Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir”. Ya han muerto algunas, otras todavía no están muertas, ¿qué quiere decir? Como lo va a decir a continuación, que aún en el protestantismo el depósito de Dios está fragmentado e incompleto. Algunos se organizan alrededor de una experiencia, digamos, hablan en lenguas, entonces hacemos la iglesia pentecostal.

Otros dicen: no hay que bautizar a niños, sino a los adultos y nosotros bautizamos a los adultos, entonces hacemos la iglesia y le ponemos un nombre, nos identificamos con nombre: Los bautistas. Hay otros, solamente la justificación por fe, la santidad, vivir de manera metódica, entonces hacemos el metodismo. No, el gobierno de la iglesia no es de obispos, sino de muchos presbíteros, entonces hagámoslo presbiteriano y ahí empieza ese nominalismo, ponerse nombres, organizarse alrededor de porciones incompletas. El Señor no dio el don de lenguas para crear una iglesia pentecostal, sino para que toda Su Iglesia sepa que están vigentes  los dones espirituales. El bautismo no es para hacer una iglesia de bautismos; el bautismo es para todo el pueblo. Todo lo que el Señor nos da a unos y a otros, debe verterse al cuerpo y es para enriquecer a todo el cuerpo; pero ¿qué pasa cuando hay esa falta de integridad en el consejo, en el depósito de Dios? lo que dice aquí el Señor: “Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído”; acuérdate, retén el consejo de Dios y “guárdalo, y arrepiéntete”. ¿Arrepiente de qué? de dejar morir las cosas, de ser parcialista, de ser nominalista, de ser incompleto. Pablo escribió a la iglesia en Tesalónica: necesito volver donde ustedes, para completar la fe. La carga apostólica es que la fe sea completa; la fe que una vez ha sido dada a los santos debe ser retenida; pero acuérdate de lo que recibiste, porque no he hallado tus obras perfectas.


“Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti”. El Señor está hablando que cuando Él venga encontrará algunas personas en la cristiandad, en esa cristiandad específica del protestantismo que estarán en nominalismo, en formulismo, en institucionalismo, en denominacionalismo, incompleto su testimonio, solamente cosas parciales, atomizado, dividido y así será hallado por el Señor en Su regreso. Algunos serán hallados en el estado católico romano porque a Tiatira le menciona la segunda venida. Algunos serán hallados en el estado protestante que el Señor reprende; no a todos; el Señor dice: tengo algunos pocos que son fieles; pero el Señor considera a esos fieles una minoría frente a lo común; y cuando dice: “las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas”, quiere decir que una obra que no es perfecta y que tiene partes muertas, que no están vivas, que no están incluidas, eso quiere decir la atomización, que el consejo de Dios está incompleto en los grupos atomizados del protestantismo. Y necesitamos la plenitud de la palabra, la plenitud de la comunión del cuerpo para que el Señor pueda sentirse satisfecho, como se lo dice después a Filadelfia a la cual no reprende. Filadelfia es la superación del protestantismo caído; no sólo el romanismo ha caído, también en el protestantismo ha habido caídas y esa lo delata el Señor aquí.


Ahora dice, gracias a Dios: “4Pero tienes unas pocas personas en Sardis, que no han manchado sus vestiduras”. El Señor a pesar de que habla tan fuerte porque Él tiene que decir la verdad, Él reconoce que eso no es con todos; él reconoce que hay una minoría, hay un remanente que es fiel; y es curioso, la historia de la cristiandad en el protestantismo, la recuperación progresiva de la verdad que ha habido, lo que el Señor dijo: “restituiré”, ha sido a través de remanentes; siempre fueron los remanentes los que hicieron avanzar al protestantismo de una cosa a la otra. Lutero trajo la justificación por fe, no la santificación; fue  un remanente, Wesley y los que estaban con él, los que avanzaron. Luego dentro del mismo movimiento de santidad que había en la historia de la iglesia, el metodismo, los nazarenos, etc., hubo algunos que recuperaron los dones espirituales, la sanidad, la profecía, etc., pero no fue todo; fue un remanente; y aun dentro del mismo pentecostalismo, la visión del cuerpo, el depósito de Dios, el consejo de Dios, es recuperado por remanentes; y el Señor habla acá: “tienes unas pocas personas en Sardis, que no han manchado sus vestiduras”. Aquí el Señor está diciendo que los reconoce remanentes; y lo curioso es que esos remanentes los identifica como verdaderos redimidos que no han manchado sus ropas; o sea, personas regeneradas y santificadas, que es lo que quiere decir las vestiduras blancas; son vestiduras blancas en justificación y en santificación; eso fue lo que justamente se dio en el período protestante, en el remanente. Y sigue diciendo: “y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas”. Aquí nos damos cuenta de que esta palabra “dignas” que está hablando, ya no es solamente la justificación que es por gracia, sino la santificación y la victoria para el galardón. Por eso dice: “porque son dignas”; o sea, son personas que no solamente son justificadas, sino que son vencedores, por eso se aplica la palabra “dignos”; y sigue diciendo: “y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. El que venciere...” Aquí usted se da cuenta de que al igual que en Tiatira, el Señor empieza a llamar primero a los vencedores.


Apelación a los vencedores
Cuando tu ves a Efeso, el Señor llama a la iglesia primero; dice: El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias; y después menciona a los vencedores. En Esmirna, primero menciona la iglesia y después los vencedores. En Pérgamo, primero menciona la iglesia, después los vencedores; pero en Tiatira, que cayó en las profundidades de Satanás, ya no se puede hablar de la generalidad; ahora solamente los vencedores primero; primero menciona a los vencedores; lo mismo acá en el caso de Sardis; el Señor tiene las siete estrellas en su diestra, pero ya no puede decir a Sardis que anda entre los candeleros como dijo al principio, porque ya no es como al principio; han muerto ciertas cosas; entonces ahora el Señor ¿qué le dice? Le dice solamente que tiene las siete estrellas, que algunos andan en ropas blancas; pero “el que venciere”, se lo dice primero; o sea que el Señor está apelando a los vencedores, a los que venzan la condición que Él reprende del catolicismo y del protestantismo, porque Él es el sumo sacerdote que tiene el deber de mantener los candeleros funcionando, y tenía una tijerita que era la despabiladera para quitar lo malo: tengo contra ti esto, ahí está la despabiladera; pero también: tienes esto, ahí está añadiendo aceite. El Señor está reprobando con la tijerita y aprobando o reforzando lo que aprueba, ¿amén? Entonces por eso llama primero a los vencedores. Hoy en día, desde la época de Tiatira para adelante, el Señor llama a los vencedores primero. Si toda la iglesia no llega al nivel que el Señor espera, por lo menos los vencedores lleguen a lo que el Señor quiere; si no todos son vencedores, que algunos lo sean, así sean pocas personas.

“El que venciere será vestido de vestiduras blancas”. Ese es el énfasis en el protestantismo, eso es lo que se le permite a los vencedores, verdaderamente redimidos, crucificados, santificados, vencedores: “será vestido de vestiduras blancas”; y aquí dice algo muy serio, que como les dije la vez pasada que lo mencionamos, requiere un estudio largo que hoy el tiempo no nos da, pero vamos a adelantar un poquito.


El libro de la vida
Otra parte de la promesa, y note a quién le promete y en qué contexto está esta promesa: está en el contexto de los vencedores.

Ustedes saben que el Señor tiene para los vencedores la recompensa del milenio; recibieron facultad de juzgar los que vencieron a la bestia, a su imagen, que pusieron su vida por el Señor; se sentarán con Cristo y reinarán mil años. El libro de la vida; para interpretar y entender bien el libro de la vida que va a decir aquí, hay que tomar todos los versículos que hablan del libro de la vida. Si tú tomas sólo este versículo del libro de la vida, tú no vas a entender bien; tú tienes que tomar todos los versículos de la Biblia que hablan del libro de la vida para entender todos esos versículos. Si tú tomas todos, te das cuenta de que hay secciones en el libro de la vida; hay cosas que están escritas en el libro de la vida desde el principio del mundo y hay un momento en que algunos son reescritos en el libro de la vida. Estos del libro de la vida que aparecen en Sardis, son en el contexto de los vencedores, en el contexto del milenio; ese es el contexto del libro de la vida; no está hablando en el contexto general del libro de la vida.

Hoy no podemos, por causa del tiempo, estudiar a fondo con todos los versos, pero adelanto estas cosas; el libro de la vida es complejo; hay que tener todos los versos que hablan del libro de la vida en la Biblia y te vas a dar cuenta de las secciones que tiene; lo que está escrito al principio del mundo, lo que se escribe después, lo que se confirma.

Entonces, con ese preámbulo el Señor añade al galardón de los vencedores en Sardis: Ser vestidos de vestiduras blancas y no borraré su nombre del libro de la vida; o sea que en el libro de la vida hay una sección donde están los nombres de los vencedores; no todos los cristianos son vencedores.


Si algún cristiano no es vencedor no estará en la sección de los vencedores en el libro de la vida. “No borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles”. Fíjense en cómo el Señor también relaciona el galardón con el problema de la iglesia. ¿Cuál era el problema de la iglesia? Nominalismo. Tiene nombre de que era, pero no era; pero cuando el Señor confiesa un nombre ese sí es. Nosotros llamamos a lo malo bueno y a lo bueno malo. Dice el Señor en Malaquías que cuando Él venga la gente comprenderá quién en verdad le sirve a Dios y quién no le sirve. Hoy muchos que no le sirven aparecen como servidores, y los más fieles servidores aparecen como si fueran los peores herejes; los quemaron; a Savonarola lo quemaron, a Juan Hus lo quemaron, a William Tyndale lo quemaron, a muchos siervos del Señor los mataron, los tuvieron como lo peor. Bienaventurados sois, cuando tomen vuestro nombre como malo, porque vuestro galardón es grande en los cielos, porque así hicieron vuestros padres con los profetas. Los que están buscando nombres hoy en día, ese es un problema del protestantismo, querer aparecer. A veces sacamos tarjetas de consejeros y nos ofrecemos a aconsejar a todo el mundo; repartimos las tarjetas sin saber con qué demonio nos vamos a encontrar. No es que el Señor no nos use en una situación para una tarea, sino que nos autopromovemos; eso es típico del protestantismo; pero el Señor dice: confesaré su nombre. Cuando el Señor confiesa el nombre, ahí sí es verdad; el Señor no llama gato a la liebre, el Señor le llama gato al gato y liebre a la liebre. Entonces el Señor sabe que en el protestantismo hay ese problema de nombres, que queremos nombres, apariencias, discursos de promoción, y el Señor dice: así no es; pero si andas en vestiduras blancas conmigo, no borraré tu nombre y confesaré tu nombre; no sólo no lo borraré de esa sección de vencedores que es para el milenio, no lo borraré, sino que lo confesaré, confesaré su nombre; y dice aquí: “delante de mi Padre, y delante de sus ángeles”; porque nosotros, como dice el Señor Jesús, buscamos gloria de los hombres. ¿No dice así Jesús? Como podéis vosotros ser verdaderos, si buscáis gloria unos de otros.

El que busca la gloria de Dios, ese es fiel y verdadero; por eso San Pablo decía a los Gálatas: Si buscase todavía el favor de los hombres, no sería siervo de Cristo; o sea, los verdaderos quieren ser reconocidos por el cielo aunque la tierra los tenga por lo peor. Lo importante es eso: delante del Padre que tiene siete ojos para escudriñar lo más profundo, que no se engaña con las apariencias, y delante de sus ángeles que ven todas las barbaridades que hacemos, así es. Pero el Señor dice: “confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles”. Todos queremos que se hable bien de nosotros; a veces los políticos pagan para que digan: Bravo, doctor fulano. Sabemos que eso es pura paja, eso está comprado, eso es nominalismo; pero que el Señor hable bien de alguien, como cuando Aarón y María hablaron mal de Moisés, el Señor habló bien de Moisés, esa opinión de Dios, esa es la verdadera, no la del hombre. Entonces, eso es lo que el Señor en esta situación de nominalismo, de apariencias, de discusiones, de rivalidades, en esa condición el Señor le promete a los vencedores confesar sus nombres delante del Padre y delante de Sus ángeles; será reconocido en el cielo, aunque en la tierra, debido a tanto negocio, no hubiera sido reconocido. “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”; o sea, el Señor llama a los vencedores primero. Ahora, esa es la diferencia en las tres primeras iglesias; en las cuatro últimas apela primero a los vencedores, pero luego les habla a todas las iglesias; pero les habla también:  Si alguno tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias; o sea, el Señor enseña a todas las iglesias tratando de frente con el protestantismo a través de este mensaje a Sardis, el cual profetiza esa época de la Iglesia. El Señor, hermanos, nos ayude, para que nos encaminemos bien y no se hallen en nosotros los males que el Señor reprende. 


En la crítica textual sólo hay una diferencia con esta traducción, allí donde dice: “El que venciere”; en el original griego dice: “El que así venciere”; eso lo dice el griego. ¡Amén, hermanos! ☐

1 comentario:

  1. Doy Gracxias a Dios por su vida Gino , y por compartir tan maravillosos estudios , a traves de los cueles nos damos una idea mas clara de cada situacion . Amo leer sus estudio , le Pido a mi Señor le siga dando sabiduria de lo alto.

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