lunes, 3 de enero de 2011

EL TESTIGO FIEL, REINO Y SACERDOTES

EL TESTIGO FIEL,


REINO Y SACERDOTES


(CONTINUACIÓN DEL SALUDO)


“4Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono; 5y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra.

Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, 6y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.  7He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén.  8Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Apocalipsis 1:4-8).



Saludo de la Trinidad
Vamos al Libro del Apocalipsis, al primer capítulo; estamos solamente en la introducción. En el primer capítulo vimos acerca de la alta crítica, acerca de este libro del Apocalipsis, viendo como su autor fue efectivamente el apóstol Juan. En el segundo capítulo vimos lo relativo a la baja crítica, la transmisión del texto desde los primeros siglos, los manuscritos que nos traen el texto del Apocalipsis, lo que es muy necesario, porque a través de la consideración de los manuscritos más antiguos tenemos acceso al texto más puro y podemos evaluar las diferentes versiones y traducciones que existen.

Hemos aconsejado a los hermanos que estemos abiertos a considerar varias traducciones, y en lo que sea posible, ir a los idiomas originales, especialmente los documentos más antiguos. En el tercer capítulo vimos lo relativo a la hermenéutica de este libro; como debe ser encarado este libro que es una profecía. En el cuarto capítulo vimos lo relativo al título del libro; y en el quinto capítulo, la vez pasada, comenzamos con el saludo del libro. Hoy vamos a continuar con el saludo; el tema de hoy es la continuación del saludo. El saludo está en el capítulo 1 desde el verso 4 al verso 8.  La vez pasada estuvimos viendo los textos griegos para que podamos ver este saludo de la manera más pura, como nos es conservada por los textos antiguos, y nos detuvimos después de ver el aspecto textual en la exégesis del versículo 4; pero el saludo va desde el 4 hasta el 8.


Entonces debemos ahora centrarnos un poco en la exégesis desde el versículo 5 en adelante, porque en el verso 4 Juan hace el saludo de la manera como hacían los saludos los apóstoles: la gracia y la paz de Dios.  Pablo decía: de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo; y Juan dice: “4Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir (que es el Padre), y de los siete espíritus delante de su trono; 5y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra”. Vamos primeramente a detenernos allí, en el punto; voy a parar porque allí empieza una exultación, exaltación también al Señor; pero en el punto termina la parte del saludo de parte del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, pero en este orden como lo presenta Juan: el Padre, el Espíritu y el Hijo. “De Jesucristo el testigo fiel”; la gracia y la paz de Dios son también de Jesucristo; nada nos viene del Padre sino por el Hijo; y aun lo que nos viene del Espíritu Santo es en el nombre del Hijo; es por medio del Hijo que Dios y el hombre se unen, se encuentran; en la persona del Hijo tenemos al Hijo de Dios en cuanto Verbo divino y al Hijo del Hombre en cuanto se hizo hombre y asumió naturaleza humana.

Ahora aparece llamado aquí como el testigo fiel. ¡Qué precioso! Este testigo es testigo de Dios, testigo del Padre; y qué hermoso que se le dice “testigo fiel”; o sea que en Jesucristo, el Hijo de Dios, sí podemos conocer a Dios el Padre sin distorsión, sin equivocación.


¿Qué imagen de Dios presentamos?
Muchos seres humanos han hablado de Dios y hablamos de Dios; yo también estoy aquí hablando de Dios; muchos seres humanos conversamos y presentamos cosas acerca de Dios. Si ustedes recuerdan, por ejemplo, el libro de Job, en el libro de Job, Job conversa con sus amigos; y después esa conversación se vuelve más o menos una discusión, y el tema es Dios; Job habla de Dios, los amigos hablan de Dios, y Dios escucha lo que ellos hablan de Él mismo; a veces, si uno no pone atención al último capítulo, cuando Dios mismo da su evaluación de las conversaciones de ellos, pensaríamos que su doctrina es muy buena; a veces nosotros podríamos hasta enmarcar uno de los versículos de la disertación de Bildad suhita o de Elifaz temanita o de Zofar naamatita, o de Eliú; pero fíjense en que Dios, después de que les dejó hablar treinta y tantos capítulos y él guardaba silencio, al fin habló Dios mismo; y cuando habló Dios mismo ahí se callaron todos; ahí Job dejó de responder argumentos y se postró y dijo: Yo hablaba lo que no entendía, cosas demasiado maravillosas para mí que yo no comprendía; por tanto me aborrezco en polvo y ceniza; yo te preguntaré y tú me enseñarás.  Pero luego vienen las palabras que les dice Dios a los amigos de Job, los que estaban defendiendo a Dios.

 Dios les dice: Vosotros no habéis hablado de mí lo recto como mi siervo Job, por lo tanto pídanle a él que ore por ustedes para que yo no los trate afrentosamente; como quien dice: para que no os corrija por lo que habéis hablado de mí mal; me habéis malinterpretado delante de Job; vosotros presentasteis una imagen mía que no es; o sea que ellos, aunque trataron de defender a Dios, no resultaron testigos fieles de Dios, y eso que sus palabras están registradas en la Biblia. ¿A quién consideró Dios que habló bien?  A Job; de él consideró Dios que habló bien; pero, ¿qué fue lo que él habló? Después de haber hablado muchas cosas dijo: Yo hablaba lo que no entendía; o sea, reconoció que lo que hablaba lo hablaba sin entendimiento y que se arrepentía, y que se aborrecía; eso fue lo que Dios consideró correcto, dejar que sea Dios el que contesta, no ponerse uno a tratar de ponderar y a dar definiciones finales de Dios.


Nosotros, a veces, los que enseñamos acerca de Dios, no presentamos una imagen correcta.  Cuando el diablo le dijo a Eva: ¿Con que Dios os ha dicho: no comáis de todo árbol del huerto? lo primero que quiso hacer fue presentar una idea falsa de Dios, distorsionar a Dios, atribuirle despropósitos a las intenciones de Dios.

Entonces, a partir de la caída, Dios quedó desconocido del hombre; los hombres quedaron abandonados a sus propios sentidos por un tiempo; no abandonados de parte de Dios, sino que Dios, para mostrar la necesidad de Su revelación le permitió a los hombres, como dice Pablo a los atenienses, según Lucas en Hechos 17, les dice que palparan, a ver si palpando podían conocer algo de Dios, pero que en la sabiduría de Dios, el hombre no conoció a Dios mediante la sabiduría; entonces fue necesaria la predicación del evangelio; o sea, el más distorsionado es Dios, no Él en sí mismo, sino la imagen de Él que es la que nosotros mismos representamos equivocadamente, desequilibradamente; pero fíjense en qué precioso el que se puede decir del Señor Jesús que Él sí es el testigo fiel de Dios.


Sólo el Señor Jesús da a conocer al Padre
Jesús dice: harán esto, incluso persiguiendo a los que son de Dios, porque no conocen al Padre ni a mí.  Hacen cosas, dizque para defender a Dios, que Dios aborrece. Llega la hora en que cualquiera que os mate, dijo Jesús, pensará que rinde servicio a Dios. Cuantos de los torturadores de la época de la inquisición que estaban aplicando torturas terribles a muchos que no eran papistas o no eran marianistas, pensaban estar prestando un servicio a Dios; pero Dios no es así. Jesús dijo: “Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis y le habéis visto” (Juan 14:7); o sea, que el Padre es conocido a través del Hijo, para que no tengamos una visión desequilibrada, viendo algún aspecto y negando otro, o ignorando otro; quien realmente nos revela el carácter de Dios, como es Dios, en Su misericordia y al mismo tiempo en Su justicia, en Su santidad, también en Su vida y sin embargo también Su paciencia, etc., es el Señor Jesús; es por el Señor Jesús, y sólo por Él, que se puede conocer a Dios.  Por eso Jesús dijo: el que no honra al Hijo, no honra al Padre; y también está escrito que el que no recibe al Hijo, no recibe al Padre y el que no tiene el Hijo no tiene al Padre.

Muchas personas aceptan la existencia de un Dios; hoy en la oración se mencionó, por ejemplo, a los musulmanes; pero la imagen que tienen los musulmanes de Dios, no es una imagen fiel; algunos son capaces de ponerse bombas e ir a usar un terrorismo porque piensan que van a ir a un paraíso donde van a tener valquirias que los sirvan; están engañados porque no recibieron al Hijo; el que no recibe al Hijo no recibe tampoco al Padre, el Padre sólo es conocido por el Hijo.

Entonces esta expresión aquí: “Jesucristo el testigo fiel”, es importantísima, por medio de Jesús conocemos al Padre. “Padre, les he dado a conocer tu nombre y lo daré a conocer aún”; o sea, lo continuaré dando a conocer; a Dios sólo lo conocemos por medio de Jesús.


Jesús es un testigo fiel.  Esa palabra, “testigo fiel”, se puede contrastar con otra palabra terrible que es: “falso testigo”.  Un testigo fiel es el que da el testimonio de Dios como es, sin acrecentarle y sin quitarle; un falso testigo es el que miente acerca de lo que vio; una persona que habla de Dios distinto de Cristo y no en Cristo, es un falso testigo.  Eso es delicado; el Señor quiere que seamos sus testigos y para poder ser sus testigos tenemos que conocerlo a Él y procurar depender de Él y estar en Él; de otra manera tergiversaremos a Dios. Jesús es el testigo fiel; muy preciosa esa palabra y muy profunda. El Padre puede decir: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd” (Mateo 17:5); como quien dice, y como Él lo dijo: toda alma que no oyere a ese profeta...

Claro que ese profeta era el mismo Hijo de Dios, el Verbo divino hecho hombre, pero la profecía decía que ese Hijo de Dios hecho hombre sería también, entre otras cosas, un profeta como Moisés.

“Profeta como yo, os levantará el Señor”, dijo Moisés; entonces dijo Dios: toda alma que no oyere aquel profeta, será desarraigada del pueblo; o sea, el testimonio fidedigno de Dios, sólo lo podemos recibir por su Hijo Jesucristo, el testigo fiel.


El testigo fiel
Otra cosa importante que se dice del Señor Jesús aquí y que se dice a continuación, ustedes se dan cuenta de que aquí hay una secuencia; primero dice: el testigo fiel; entonces, claro, ¿cómo demostró Dios que el testimonio de Jesús fue fiel? resucitándolo de los muertos; esa fue la manera de decir:  lo que Él decía sí era verdadero. Mahoma está podrido todavía, Buda está todavía podrido, hermanos; hasta los apóstoles están todavía podridos; pero claro, a esos sí los resucitará el Señor en la primera resurrección, pero por estar en Cristo Jesús; pero Dios demostró quien es el Señor Jesús resucitándolo de los muertos. La secuencia dice primero: el testigo fiel; entonces como consecuencia de eso: primogénito; gracias a Dios que no es el único, sino el primero, porque Él condujo a muchos en Su testimonio; “primogénito de los muertos”, entonces resucitado, glorificado, sentado a la diestra del Padre.  La siguiente consecuencia es: “soberano de los reyes de la tierra”. Fíjense en el orden: primero “testigo fiel”; eso fue desde la encarnación y Su vivir humano y Su muerte, porque fue testigo hasta la muerte, porque la palabra “testigo” en el idioma griego es “mártir”; o sea que para Dios “testigo” y “mártir”, es lo mismo; o sea, quien no esté dispuesto a poner su vida hasta la muerte por el honor de Dios, no es un verdadero testigo; por eso la palabra testigo y mártir para Dios es la misma palabra; en el griego es la misma palabra; donde dice: el mártir fiel, es el testigo fiel.

Primogénito de los muertos
Ahora sí viene “el primogénito de los muertos”.  Preciosa esta palabra; esto quiere decir: el primero que resucitó de la muerte en incorrupción para nunca más morir.  Ciertamente que antes del Señor Jesús hubo otras personas que resucitaron de los muertos, pero todavía en un cuerpo adámico, todavía en un cuerpo corruptible que volvería a morir. Los que resucitaron Elías o Eliseo, ¿verdad? Incluso los que resucitó el Señor Jesús aquí en la tierra, volvieron a morir, pero el Señor Jesús fue el primero en resucitar en incorrupción para nunca más morir y por eso él es el primogénito. ¡Pero qué precioso que diga que es el primogénito!  Eso implica que no es el único; por eso dice: “primogénito de los muertos”; o sea que gracias a Él, y siendo Él nuestro precursor, habrá otros que por medio de Él y por estar en Él resucitarán con Él, ¿amén? Y por eso se llama “primogénito de los muertos”; como Juan resume en estas tres palabras la identidad del Señor Jesús: “testigo fiel”, ahí está, Dios encarnado, Dios siendo conocido a través de humanidad y entonces, habiendo muerto, resucitado de los muertos y hecho Señor, autoridad total en los cielos y en la tierra, siendo el soberano de los reyes de la tierra, Señor de señores y Rey de reyes.  Él tiene ahora toda potestad; puede ser que algunos y muchos reyes de la tierra no sepan que Él es su soberano; muchos no saben que Él es el que los tiene ahí y que van a dar cuenta de la oportunidad que Él les dio; Él es el que los pone y Él es el que los quita y todo lo hace Él para llevar adelante Su programa.  Siempre debemos ver la mano de Dios detrás de todos los acontecimientos, porque nada se escapa de la mano de Dios; Él es el primogénito de los muertos, el primer resucitado para nunca más morir y el soberano de los reyes de la tierra.

Esto nos recuerda aquel Salmo 2, precioso Salmo donde el Padre le dice al Hijo: Hijo, “8pídeme, y yo te daré por herencia las naciones”; y luego le dice a los reyes: Reyes, “12honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino”; o sea que el Señor Jesús tiene toda potestad en los cielos y en la tierra. ¡Qué cosa importante de Juan!

Imagínense una cosa: ellos estaban nada menos que en tiempo de Domiciano, que fue considerado como un segundo Nerón, o un Nerón revivido o redivivo como se dice; y estaban muriendo, y él estaba mandando al pueblo que le adorase y le ofreciese incienso a su estatua, como figura de lo que ha de acontecer con la imagen de la bestia en los tiempos finales; y en ese tiempo en el que todo parecía tan difícil, Juan dice: “soberano de los reyes de la tierra”. Hermanos, esto hay que tenerlo en cuenta en los tiempos peores, estando sucediendo lo peor, debemos recordar que Él es el soberano de los reyes de la tierra, Él tiene absoluto dominio; Él no le permite siquiera un milímetro más a Satanás de lo que le permite.  Cuando Él le dijo: No tocarás la vida de Job, Satanás no pudo hacer nada.  Satanás hizo muchas cosas poderosísimas, pero no pudo tocar la vida de Job.  Después sí le dijo: Tocarás su piel, pero hasta la piel, no su vida; o sea que el diablo no puede escaparse un centímetro; hay un soberano absoluto que está siempre en el trono.  Entonces, hermanos, no importa lo que estemos viendo en el mundo, el Señor es soberano de los reyes de la tierra, y ellos darán cuenta al Señor.


Nos hizo reino y sacerdotes
Después sí viene el punto, y después de mencionarlo, en vez de hablar, porque él va a empezar a contar las cosas que le sucedieron, desde el versículo 9, en el verso 9 dice: “Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe”; pero antes de comenzar a contar él acaba de mencionar al Padre, al Espíritu y al Hijo; entonces tiene que glorificar; por eso dice: “Al que nos amó, y nos libró”, ya la vez pasada hicimos la comparación textual entre las traducciones y vimos que la palabra “libró” es un poco más cercana al original que “lavó”; o sea, lavó está incluido en “libró”, pero libró es más que lavar. “5Al que nos amó, y nos libró de nuestros pecados con su sangre, 6y nos hizo reino y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén”.  Hermanos, con esta exultación de Juan, realmente estamos viendo que este libro es el Apocalipsis; el Apocalipsis es el final, es la consumación, y aquí de la manera como Juan exalta al Señor, está presentando al Señor de una manera global y de una manera completa. Primero dijo: Él es el testigo fiel, el primogénito de los muertos, el soberano de los reyes de la tierra; ahí está una cristología resumida donde está todo lo que es Jesucristo en cuanto a Su persona; pero ahora viene a resumir Su obra, “nos amó, y nos libró de nuestros pecados con su sangre y nos hizo reino (dice el original) y sacerdotes para Dios,  su Padre”; entonces fíjense en esas pocas palabras; así como antes había sintetizado la persona excelsa del Señor, ahora sintetiza la obra del Señor desde el principio hasta el fin; porque miren lo que dice: “nos amó”; o sea, desde la eternidad, “con amor eterno te he amado”, ahí esta la eternidad, “nos amó”.

Por amor fue que se despojó, se encarnó, vivió, fue probado, murió, resucitó, ascendió, intercede, reina, envía al Espíritu, controla todo; ¿amén? Todo eso es por amor; y dice: “y nos libró de nuestros pecados con su sangre”. La palabra “libró”, que es una palabra más ajustada al original griego, la diferencia está sólo en una u menos; se pronuncian igual, pero no se escribe la o; entonces suena “libró”; esta palabra es más profunda que la otra, porque lavar es perdonar, pero no libertar; una persona puede ser una vez perdonada y otra vez perdonada, y otra vez perdonada, pero seguir haciendo lo mismo, porque no ha sido librada, sólo perdonada o lavada; pero ser librado es más profundo que ser lavado, porque ser librado implica haber sido lavado, perdonado, pero haber sido ayudado para que ya no sea más el pecador que era; o sea, ser librado de los pecados es más profundo que ser lavado. Ser lavado sí es ser limpiado del pecado, de la mancha del pecado, pero ser librado es más profundo.


Por ejemplo, en la epístola a los Romanos, se nota mucho esa diferencia. En Romanos, capítulo 4 por ejemplo, ustedes ven que Pablo ya va a algo más profundo. En 4:7, él dice: “7Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. 8Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado”.  Esto aquí se está refiriendo al perdón de los pecados o al lavamiento; pero luego usted puede ver un poquito más adelante, ya no en el capítulo 4, sino en el capítulo 6, verso 17: “17Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; 18y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia”.  Aquí no usa la palabra “perdonado”, sino “libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia”; ahora las personas practican la justicia y no practican más el pecado; por lo menos, lo practican menos que cuando habían sido perdonados y libertados.


Entonces, hermanos, el Señor Jesús es el que constituye sacerdotes a Su pueblo como lo va a decir aquí a continuación: por medio de Su obra en la cruz. Juan está sintetizando aquí lo que con muchas palabras en  el Antiguo Testamento estaba tipificado.  Ustedes ven que aquí en Apocalipsis 1:5 dice: “nos amó”, entonces la consecuencia, nos lavó, pero el original más exacto es “libró de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo...” aquí dice la palabra “reyes”, pero el original griego dice “reino”; “y nos hizo reino y sacerdotes para Dios, su Padre”; entonces como nos amó desde la eternidad, hizo lo que hizo y luego lo hizo en nosotros, “nos libró”; pero ¿que más hizo cuando nos libró? “nos hizo reino”; por eso aquí está mostrando todo desde el principio, en la eternidad pasada hasta la eternidad futura.  Juan, aquí están todas las terminales de la Biblia; estas expresiones que aparecen aquí en Juan, son las que introdujo Dios.


Un reino de sacerdotes
Vamos a Éxodo 19, cuando por primera vez, de manera explícita, porque ya tipológicamente desde la creación del hombre se veía el sacerdocio, pero en forma tipológica, pero de manera explícita aparece en Éxodo 19.  Fíjense en cómo Apocalipsis, allí donde leímos, es como una terminal conectada con este pasaje acá. Éxodo 19 dice lo siguiente; vamos a leerlo desde el versículo 4: “Vosotros”, le está hablando Dios a todo el pueblo de Israel; oigan, en este pasaje, fíjense bien, no le habla sólo a los levitas, ni sólo a los sacerdotes de Aarón; le habla al pueblo entero de Él: “4Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí.” Fíjense, es casi lo mismo: el que nos amó, Él fue el Cordero de la pascua, nos libró de nuestros pecados, nos trae a Él, ¿para ser qué? “Os he traído a mi. 5Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardaréis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. 6Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa”. Por eso era que el apóstol Pedro decía también: “Vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anuncieis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9); o sea que desde el principio, el objetivo de la redención es un reino de sacerdotes; no es solamente ser perdonados, no es solamente no irnos al infierno.  El Señor nos perdona, nos libra y nos constituye sacerdotes, y esos sacerdotes juntos formamos un reino.

Un reino es toda una economía divina administrada por Dios, por Cristo el ungido y sus co-reyes, coherederos con Él, que reinarán juntamente con Él, si juntamente con Él padecieren; porque este asunto del reino está relacionado con el sufrimiento con Cristo. Aquí Juan está sintetizando de eternidad a eternidad; nos amó, nos libró de nuestros pecados con Su sangre, y nos hizo un reino. La palabra más exacta es un reino; la vez pasada mencionamos rápidamente ese detalle. Ser reyes es todavía muy individual; es que la palabra reino y reyes es muy parecida, sólo se diferencian en unas letras finales en el griego, y por eso algunos de los manuscritos posteriores se equivocaron en esos detallitos; pero los más antiguos mantienen esa palabra, “reino”, y que concuerda con lo que dice aquí en Éxodo 19, con lo que dice Pedro; el concepto de un reino, es un reino, no es reyes cada uno con su reino.... Juan es inspirado; pero no todos los traductores son inspirados; gracias damos a Dios por los traductores, pero nos toca comparar traducciones.  Espero que eso no escandalice a los hermanos, porque no estamos queriendo ser infieles a la Palabra, sino fieles, porque la Palabra es la que escribió Juan y lo más cercano son los manuscritos antiguos.


Ordenación de los sacerdotes
Hermanos, volvamos allí a Apocalipsis1:6: “Nos hizo reino y sacerdotes”. Ahora fíjense en esto: “nos hizo reino”; primero dice: “nos amó, y nos libró de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reino y sacerdotes”. Vamos de nuevo a Éxodo, pero esta vez al capítulo 29, donde ustedes van a encontrar la consagración de los sacerdotes; es decir, como era; porque el Antiguo Testamento es una tipología; cómo era que se hacían sacerdotes, y ahí con este capítulo 29 como trasfondo de aquella frase de Juan: “al que nos amó y nos libró de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reino y sacerdotes”, esa frase: el que nos amó y con su sangre nos libró y nos hizo, este capítulo 29 es la tipología; o sea, lo que está en Juan es un resumen de todo lo que aquí en esta tipología está ricamente expresado. Vamos a hacer una lectura un poco rápida, para que nos demos cuenta de cómo todos estos detalles reflejan distintos aspectos de la obra de Cristo. Éxodo 29 desde el 1: “1Esto es lo que les harás para consagrarlos, para que sean mis sacerdotes”.  Aquí nos está diciendo la tipología cómo es que se hacen los sacerdotes, porque dice que Él nos hizo sacerdotes. Ahora, ¿cómo nosotros, hermanos, ya no teóricamente, cómo nosotros llegamos a ser de hecho sacerdotes y practicamos el sacerdocio? Porque uno puede decir: soy sacerdote, pero no experimentarlo ni ejercerlo; pero Él nos amó, nos libró de nuestros pecados con Su sangre y nos hizo reino y sacerdotes. Ahora aquí estaba cómo es que se hacen los sacerdotes; cómo tú, una persona que vivías en el mundo, que no vivías en la comunión de Dios, cómo de pronto eres librado del mundo, eres sacado de las tinieblas, introducido en su luz admirable para conocerle y para anunciarle; es decir, para salir representándole; ese es un sacerdote en la práctica, una persona que sale de la oscuridad, entra en el Lugar Santísimo por Su sangre y luego sale en Su nombre y le representa fielmente. ¿Cómo puede ser hecho eso? Porque la frase así tan rápida, leída a la carrera, “nos hizo sacerdotes...”, pero ¿tú que sientes? ¿Tú sientes que te ha sucedido algo? ¿O no entras a la presencia? ¿O entras y no sólo entras, sino que vives y sales, no de la presencia, sino en el nombre de 1a presencia?  Esa es una frase profunda: “nos hizo”; y aquí en Éxodo 29 dice:: “1Esto es lo que les harás para consagrarlos”; o sea, lo que allá está en la terminal resumida, aquí está el contenido que está escondido en aquella frase que dice:

“para que sean mis sacerdotes:  Toma un becerro de la vacada, y dos carneros sin defecto; 2y panes sin levadura, y tortas sin levadura amasadas con aceite, y hojaldres sin levadura untadas con aceite; las harás de flor de harina de trigo. 3Y las pondrás en un canastillo, y en el canastillo las ofrecerás, con el becerro y los dos carneros. 4Y llevarás a Aarón y a sus hijos a la puerta del tabernáculo de reunión, y los lavarás con agua. 5Y tomarás sus vestiduras, y vestirás a Aarón la túnica, el manto del efod, el efod y el pectoral, y le ceñirás con el cinto del efod; 6y pondrás la mitra sobre su cabeza, y sobre la mitra pondrás la diadema santa. 7Luego tomarás el aceite de la unción, y lo derramarás sobre su cabeza, y le ungirás. 8Y harás que se acerquen sus hijos, y les vestirás las túnicas. 9Les ceñirás el cinto a Aarón y a sus hijos, y les atarás las tiaras, y tendrán el sacerdocio por derecho perpetuo. Así consagrarás a Aarón y a sus hijos”.


Todo esto que está aquí es la tipología de la realidad espiritual; aquí se presenta a Cristo; sí, el que nos amó y nos libró de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reino y sacerdotes; ahí vas a entender por qué no decía solamente nos lavó, sino nos libró; es decir que la obra de Cristo para hacernos sacerdotes es muy profunda; no es solamente el perdón lo que nos hace sacerdotes.


La limpieza y la liberación
Muchos son perdonados de sus pecados y vuelven a andar en lo mismo. Fíjense en que cuando fue simbolizada la hechura de los sacerdotes, la consagración de los sacerdotes, Cristo es tipificado de una manera múltiple; una cosa: el becerro; pero ¿por qué no dijo sólo el becerro? porque el becerro representa una cosa que está más adelante; pero dice: “y dos carneros sin defecto”. ¡Ah! los dos carneros también representan a Cristo, pero otro aspecto de la obra de Cristo. El becerro es para limpiarnos, pero los carneros son para liberarnos, y los panes sin levadura son para constituirnos; diferentes aspectos de la obra de Cristo: Ser limpiados es una cosa, ser librados es otra más profunda, y ser constituidos es otra más profunda; y por eso es que todo esto tenía que ser puesto en un canastillo, y ese canastillo estaba en las manos de los sacerdotes; ese canastillo somos nosotros; ese becerro, esos carneros, esos hojaldres, esas tortas tienen que ser puestas en el canastillo; es decir, en nosotros; eso es lo que se nos da a nosotros para nosotros presentar como sacerdotes.

 Si no tenemos lo que hizo el cordero que es el perdón, lo que hicieron los carneros que es la liberación, lo que hacen los panes sin levadura y las tortas que es la constitución, no podemos presentarnos al Señor, sino que estamos con las manos vacías.  Pero Él nos amó, él nos libró y él nos hizo o nos constituyó; todo eso está representado en estas cosas.


Los hermanos que quieran profundizar más en esto, porque no tenemos el tiempo de hacerlo con detalle, porque eso ya se hizo en otra ocasión con la iglesia en Usaquén, pueden leer: El Sacerdocio Neotestamentario, que ya está publicado, y oír las grabaciones de la continuación que son “la consagración sacerdotal”, que son varios casetes que están grabados, donde esto se estudia en detalle; aquí apenas estamos haciendo un recuento y no podemos tomarnos todo ese tiempo porque eso ya está tratado, y los hermanos pueden acudir a ese material para profundizar. De todas maneras vemos que todo esto representa aspectos de Cristo: el becerro, los carneros, los panes sin levadura, las tortas sin levadura amasadas con aceite y hojaldres sin levadura untadas con aceite; las harás de flor de harina de trigo.

Note, todo eso es lo que Cristo es. Cristo es aquel grano de trigo que fue molido por nuestros pecados para que nosotros también, unidos con Él, seamos hechos también un pan; ese pan sin levadura, las doce tortas que representaban al pueblo de Israel, en el Nuevo Testamento representan la iglesia, pues, si nosotros siendo muchos, somos un solo pan, ahí es cuando Cristo nos hace reino; la harina, los granos individuales, nuestro egoísmo, nuestro individualismo es quebrado, es molido, es amasado, es mezclado con aceite, es pasado por el horno; entonces ahí sí resulta el pan, la Iglesia: el cuerpo de Cristo; lo que Cristo nos hizo es un reino que es el cuerpo de Cristo, sacerdotes constituidos por Su propia vida, alimentados por Él; todo esto que aquí se dice en forma simbólica es rico y es profundo.


La ofrenda por el pecado
Ahora vamos a ver qué representan los becerros y esas cosas, y se dan cuenta de que hay palabras claves de la obra de Cristo asociados con cada uno de estos animalitos. Sigamos leyendo, porque todo esto es lo que está escondido detrás de aquella frase de Apocalipsis. Éxodo 29:10:

“10Después llevarás el becerro delante del tabernáculo de reunión, y Aarón y sus hijos pondrán sus manos sobre la cabeza del becerro (eso es como los pecados de ellos al ser puestos sobre aquel becerro que representa a Cristo).  11Y matarás el becerro delante de Jehová, a la puerta del tabernáculo de reunión (por eso Cristo fue sacrificado al lado de Jerusalén, fuera del campamento, en el Gólgota).  12Y de la sangre del becerro tomarás y pondrás sobre los cuernos del altar con tu dedo, y derramarás toda la demás sangre al pie del altar.

13Tomarás también toda la grosura que cubre los intestinos, la grosura de sobre el hígado, los dos riñones, y la grosura que está sobre ellos, y lo quemarás sobre el altar.  14Pero la carne del becerro, y su piel y su estiércol, los quemarás a fuego fuera del campamento, es ofrenda por el pecado”.


Todo este aspecto de Cristo representado en este becerro para consagrar al sacerdote, representa la ofrenda por el pecado; pero ahora vamos a ver qué representan aquellos carneros.


La ofrenda quemada
Verso 15:  “15Asimismo tomarás uno de los carneros”.  Fíjense en que ahora son dos, porque con Cristo hay cosas que Él hizo por nosotros, es uno solo; pero hay cosas que Él hizo por nosotros y nos hace a nosotros con Él; entonces son dos. Por ejemplo, Cristo murió por nosotros, ese es uno; luego nosotros morimos también, ese es el otro; entonces dice así:

“15Asimismo tomarás uno de los carneros, y Aarón y sus hijos pondrán sus manos sobre la cabeza del carnero. 16Y matarás al carnero, y con su sangre rociarás sobre el altar alrededor.

17Cortarás el carnero en pedazos, y lavarás sus intestinos y sus piernas, y las pondrás sobre sus trozos y sobre su cabeza. 18Y quemarás todo el carnero sobre el altar; es holocausto de olor grato para Jehová; es ofrenda quemada a Jehová”.


¿Se dan cuenta que es otro aspecto? Un aspecto era ofrenda por el pecado; este otro aspecto es holocausto. ¿Qué quiere decir holocausto? Holocausto es algo que se quemaba totalmente para Dios; o sea, hay que libertarnos a nosotros del pecado, sí, pero hay que honrar y vindicar la justicia de Dios. Del holocausto no comía el sacerdote, del holocausto no comían los hijos de los sacerdotes, del holocausto no comía el pueblo, el holocausto se quemaba totalmente para Dios; o sea que como la santidad de Dios fue ofendida, Su justicia fue ofendida, Su gloria fue ofendida, debe ser vindicada. La muerte de Cristo no fue solamente para nosotros, sino para vindicar la santidad de Su Padre, vindicar la justicia de Su Padre y vindicar la gloria de Su Padre que habían sido ofendidas; era algo totalmente para Dios; nosotros no comemos de ese carnero, ¿por qué? porque era algo de lo cual sólo Dios tenía que recibir. Claro que la muerte de Cristo satisface a Dios, pero también nos salva a nosotros, por eso son distintos aspectos de la obra de Cristo. Si tú vas a Levítico lo puedes encontrar.  Algún día Dios nos conceda hacer una serie minuciosa de esto, que está en mi corazón hace tiempo también y sentí también de Dios un impulso, ojalá podamos ver cada aspecto.

Cada sacrificio del Antiguo Testamento representa un aspecto de la obra única de Cristo hecha una vez para siempre; pero nosotros a veces sólo vemos el perdón de los pecados, pero más cosas fueron hechas en la cruz.


El sacrificio en la ordenación
Seguimos leyendo el capítulo 29: “19Tomarás luego el otro carnero, y Aarón y sus hijos pondrán sus manos sobre la cabeza del carnero. 20Y matarás el carnero, y tomarás de su sangre y la pondrás sobre el lóbulo de la oreja derecha de Aarón”.  Ahora sí viene la aplicación; un aspecto era totalmente para Dios, totalmente quemado, holocausto, ofrenda a Jehová; esa es la parte que es para Dios; por eso es que tenían que ser dos; uno para representar lo que es para Dios y el otro lo que nos hace a nosotros. Ahora sí el otro aspecto de la obra de Cristo es para nuestra oreja, porque es que a veces oímos otras voces y no sólo la del Señor, y así nadie puede ser sacerdote; el que no oye sino la voz del Señor Jesús puede ser sacerdote, pero el que oye otras voces no puede ser sacerdote.  Por eso es que la sangre tiene que ser puesta en nuestra oreja, porque oímos muchos voces; pero Dios dijo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd” (Mateo 17:5).  ¿Saben cuando lo dijo? Cuando San Pedro, el que fue después llamado Papa, estaba promocionando a Moisés y a Elías que fueron siervos de Dios. Moisés y Elías, los más grandes de los profetas. Señor, que bueno que estemos aquí; vamos a hacer tres enramadas; y los puso en el mismo nivel como si fueran:  Padre,  Hijo y Espíritu Santo. Moisés, Jesús y Elías; no, cómo que Moisés, Jesús y Elías, no, no, no tres enramadas.  Cuando estaba hablando Pedro, Dios no lo dejó terminar de hablar, sino que mientras hablaba lo corrigió el Señor; habló diciendo: Éste, no éstos; éste, Jesús, éste es mi Hijo amado, en el cual tengo contentamiento, a Él oíd.  Entonces, hermanos, primero la justicia, la santidad y la gloria de Dios debían ser vindicadas por el Cordero; o si no, ¿quién podía entrar a la presencia de Dios? ¿quién podía ser sacerdote si la santidad de Dios está ofendida, si la gloria de Dios está ofendida, si la justicia de Dios está ofendida?  Nadie puede ser sacerdote, nadie puede entrar con Él en el Lugar Santísimo sin que primero Él nos haya hecho de esta manera con Su muerte, sacerdotes, y con Su vida, alimentándonos de Él y haciéndonos un cuerpo y muchas iglesias locales. 

Seguimos leyendo en Éxodo 29: “20Y matarás el carnero, y tomarás de su sangre y la pondrás sobre el lóbulo de la oreja derecha de Aarón, sobre el lóbulo de la oreja de sus hijos (eso se refiere al oír; no hay que oír sino una voz; cuando oímos otras voces tenemos otro gobierno, no somos reino suyo, ni sacerdotes para Él; somos de aquellos a quienes oímos; cuando oímos cualquier otra voz antes que la del Señor no podemos estar actuando como sacerdotes.  Para ser hechos sacerdotes el Señor tenía que limpiarnos de todas las otras voces que oímos), sobre el dedo pulgar de la manos derechas de ellos (significa el trabajo, la acción, la obra, porque tienen que ser purificadas con la sangre del Señor, las manos, la diestra, porque también no sólo oímos otras voces, sino que hacemos otras cosas que no son para Él; las manos son para trabajar; pero no siempre trabajos para Él; no siempre nuestro trabajo es para Dios; pero Él nos hizo reino para Dios el Padre, sacerdotes para Dios el Padre; por lo tanto, todo lo que no hacemos para Él es perdido, debe ser purificado; por eso el dedo de nuestra diestra, el dedo con el cual se cubren todos los demás dedos para poder hacer algo. ¿Recuerdan ese rey que tenía unos cuantos reyes allá debajo? Saben que para impedirles defenderse les cortó el dedo pulgar, porque sin el dedo pulgar tú no puedes agarrar bien las cosas sólo con cuatro; el pulgar es el que complementa; por eso es que allí se ponía también la sangre), y sobre el dedo pulgar de los pies derechos de ellos (significa nuestro andar), y rociarás la sangre sobre el altar alrededor”.  Entonces esa sangre estaba sobre el lóbulo, lo que oímos; la mano, lo que hacemos, y el pie, por donde andamos, y en el altar, o sea, consagración. Consagrarnos a oírlo sólo a Él, a trabajar sólo para Él y a andar sólo en Él; así nos hace sacerdotes. Cuando con Su sangre nos libró, nos libra de otras voces, de otras obras, obras muertas, obras de las tinieblas y nos libra de otros andares.


Ahora dice así: “21Y con la sangre que estará sobre el altar, y el aceite de la unción, rociarás sobre Aarón, sobre sus vestiduras, sobre sus hijos, y sobre las vestiduras de éstos; y él será santificado, y sus vestiduras, y sus hijos, y las vestiduras de sus hijos con él”.  Significa que las vestiduras del sacerdocio representan el nuevo hombre en Cristo.  El viejo hombre es las viejas vestiduras, el nuevo hombre es las nuevas vestiduras; cuando somos purificados de lo demás, ahora nuestras vestiduras son el nuevo hombre; si no, estamos en el viejo hombre, en la carne.


Aspectos de la obra de Cristo
Luego dice: “22Luego tomarás del carnero la grosura, y la cola, y la grosura que cubre los intestinos, y la grosura del hígado, y los dos riñones, y la grosura que está sobre ellos, y la espaldilla derecha; porque es carnero de consagración”.  El otro carnero era de holocausto y éste es de consagración; la palabra clave aquí es consagración.  Fíjense, un aspecto de la obra de Cristo: ofrenda por el pecado; otro aspecto: holocausto para Jehová; otro aspecto: consagración, a nosotros. Nos libró de nuestros pecados con Su sangre y nos hizo reino y sacerdotes: consagración.  Él murió, y si uno murió por todos, luego todos murieron; Él murió para el Padre por nosotros: becerro y un carnero; y nosotros morimos con Él, por virtud de Él, Él nos hizo, el otro carnero; éste se llama de consagración; esas son las palabras claves: ofrenda de pecado, holocausto ofrenda a Jehová y consagración.  Noten: acaba de hablar de consagración.  Esa es la consagración para cada uno de los sacerdotes. ¿Hacia dónde nos lleva el Señor?  A la vida corporativa; no sólo a la consagración individual; y ahora agrega:

“23También una torta grande de pan, y una torta de pan de aceite, y una hojaldre del canastillo de los panes sin levadura presentado a Jehová, 24y lo pondrás todo en las manos de Aarón, y en las manos de sus hijos; y lo mecerás como ofrenda mecida delante de Jehová”.


Esta es otra clase de ofrenda: ofrenda mecida. Primero era ofrenda de Él por nuestros pecados, holocausto para Dios; ahora nos consagra; pero ahora que estamos consagrados tenemos que presentar ofrenda mecida.  Pero ¿cuál es la ofrenda mecida que le tenemos que presentar?  Una torta grande que representa el cuerpo de Cristo en el sentido universal y otra torta pequeña de aceite que es la iglesia en su localidad, y la vida del servicio de la iglesia que son los hojaldres en el canastillo, que es nuestra vida, sirviéndole al Señor como sacerdotes. En el folleto del sacerdocio del Nuevo Testamento, ustedes ven allí las funciones del sacerdocio, los diferentes sacrificios espirituales del sacerdocio; eso está representado aquí en estas tortas, en estos hojaldres, en ese canastillo, porque esas tortas eran de los mismos panes de la proposición, con muchos granos que somos nosotros, se molían, nuestro ego se muele, se amasa con aceite que es el Espíritu Santo, se nos hace una sola masa, Iglesia; no es consagración individual, sino que aquí estamos como un pan; el pan somos nosotros y se mete en el horno que es la prueba y luego ahora sí se puede presentar al Señor como ofrenda a Jehová; es ofrenda mecida, son distintos aspectos de lo que Él nos hace; nos hace reino y sacerdotes.  Cuando la iglesia está unida, esa es la torta y ese es el reino, en lo universal, la torta grande; y en lo local, la otra pequeñita; y los hojaldres el servicio de la iglesia; y después, como nos hizo reino y sacerdotes:


“25Después lo tomarás de sus manos y lo harás arder en el altar, sobre el holocausto (ahora sí; antes Cristo era el único que se ofrecía; ahora dice: no, sobre el holocausto vas a poner toda esa ofrenda de la iglesia; vas a ponerlo sobre el holocausto; eso es lo que Él consiguió; Él lo hizo para el Padre, pero Él nos condujo a que nosotros también agrademos al Padre como Él lo agradó), por olor grato delante de Jehová. Es ofrenda encendida a Jehová”.  Otra clase de ofrenda; la ofrenda encendida es el servicio que se pone sobre el holocausto.  El holocausto es lo que sólo el Señor hizo para satisfacer al Padre, pero ahora como Él satisfizo al Padre, Él quiere que nosotros también, pero no lo podemos hacer sino  sobre el holocausto, o sea, en Cristo.


“26Y tomarás el pecho del carnero de las consagraciones (porque uno era el de holocausto y el otro era de consagraciones), que es de Aarón, y lo mecerás por ofrenda mecida delante de Jehová; y será porción tuya”.  Eso es para nosotros, la otra era para Dios; por eso era totalmente quemado, pero éste es para que coma el sacerdote, o sea para que nos alimentemos de Cristo; no sólo el Padre, sino también nosotros y dice:  “27Y apartarás el pecho de la ofrenda mecida, y la espaldilla de la ofrenda elevada, lo que fue mecido y lo que fue elevado del carnero de las consagraciones de Aarón y de sus hijos, 28y será para Aarón y para sus hijos como estatuto perpetuo para los hijos de Israel, porque es ofrenda elevada; y será una ofrenda elevada de los hijos de Israel, de sus sacrificios de paz, porción de ellos elevada en ofrenda a Jehová. (El pecho y la espaldilla, qué maravilla, es la parte nuestra.)  29Y las vestiduras santas, que son de Aarón, serán de sus hijos después de él, para ser ungidos en ellas, y para ser en ellas consagrados”.  El aceite no unge el viejo hombre sino el nuevo; hay que estar en las vestiduras nuevas para ser ungidos en ellas.


“30Por siete días las vestirá el que de sus hijos tome su lugar como sacerdote, cuando venga al tabernáculo de reunión para servir en el santuario”.


Siete es el número de completación, de plenitud.  El Señor Jesús intercediendo como sacerdote durante las siete edades de la iglesia y la iglesia sirviendo durante esos siete períodos al Señor, en Cristo.

“31Y tomarás el carnero de las consagraciones, y cocerás su carne en lugar santo”.  Eso es para comer.  “32Y Aarón y sus hijos comerán la carne del carnero, y el pan que estará en el canastillo, a la puerta del tabernáculo de reunión”.  Es la iglesia.  Por eso nos reunimos aquí, a comer del Señor y a mecer delante de él.


“33Y comerán aquellas cosas con las cuales se hizo expiación, para llenar sus manos para consagrarlos; (¿se dan cuenta? Al que nos amó, nos libró de nuestros pecados y nos hizo reino, con la expiación llenará nuestras manos para consagrarnos) mas el extraño (el que no venga en Cristo) no las comerá, porque son santas.  34Y si sobrare hasta la mañana algo de la carne de las consagraciones y del pan, quemarás al fuego lo que hubiere sobrado; no se comerá, porque es cosa santa”.  Eso nos dice que al Señor hay que comerlo fresco todos los días; lo de ayer era para ayer, y lo de hoy tiene que ser para hoy.


“35Así, pues, harás a Aarón y a sus hijos conforme a todo lo que yo te he mandado; por siete días (las siete edades de la iglesia) los consagrarás.  36Cada día ofrecerás el becerro del sacrificio por el pecado, para las expiaciones, y purificarás el altar cuando hagas expiación por él, y lo ungirás para santificarlo.  37Por siete días harás expiación  por el altar, y lo santificarás, y será un altar santísimo: cualquiera cosa que tocare el altar, será santificada”.


Eso es cuando realmente vienes en unión con Cristo y te consagras a Él, ahí eres santificado.  Hermanos, ahora volvamos allí a Apocalipsis 1:5:  “5Al que nos amó, (desde la eternidad) y nos libró (o sea, no sólo nos perdonó sino que nos consagró) de nuestros pecados con su sangre, 6y nos hizo reino (ahí está la torta grande, la pequeña, los hojaldres, todos en un canastillo) y sacerdotes (nos consagró) para Dios, su Padre; (entonces) a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.” ☐

No hay comentarios:

Publicar un comentario