lunes, 3 de enero de 2011

ENCABEZAMIENTO DEL APOCALIPSIS

ENCABEZAMIENTO

DEL APOCALIPSIS


“1La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas, que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, 2que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto.  3Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”. Apocalipsis 1:1-3.

El Hijo heredero de todo
Vamos a la palabra del Señor en el libro del Apocalipsis, para comenzar con su ayuda, a considerar este libro; lo cual, como aquí dice al comienzo, para todos nosotros los que leemos, oímos y guardamos, si lo hacemos, es una bienaventuranza. En ningún otro libro se promete esta bienaventuranza, como en Apocalipsis. En la isagogia o introducción preliminar a este libro, vimos primeramente lo relativo a la alta crítica; segundo, lo relativo a la baja crítica; y tercero lo relativo a la hermenéutica o interpretación. Ahora entonces, empezamos, con la ayuda de Dios, a leer en forma exegética el libro; y vamos a comenzar en el capítulo 1 de Apocalipsis. Inicialmente vamos a ver los tres primeros versos; vamos a leerlos de seguido, pero luego volveremos sobre nuestros pasos, con la ayuda del Señor, para considerar lo que leímos.

Apocalipsis 1:1-3; leo según la traducción Reina-Valera de 1960:

“1La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, 2que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto. 3Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”.

Vamos a meditar juntos, hermanos, en estos primeros versos; son tremendos. Este es el título del libro, pero en el título se resume el contenido del libro; siempre los títulos procuran darse para resumir el contenido. Entonces siendo este el título del Apocalipsis, aquí se nos resume el contenido; y fíjense cómo comienza el libro: Apocalipsis de Jesucristo; así lo dice aquí en el griego, revelación de Jesucristo, Apocalipsis de Jesucristo; el libro se llama así: Apocalipsis de Jesucristo; lo principal que se revela en este libro, lo central es Jesucristo mismo; por eso se llama revelación de Jesucristo. No solamente que Dios le reveló a Jesucristo; claro que sí, esto también es un primer asunto. Dios le dio esta revelación a su Hijo. Por eso dice: la revelación de Jesucristo que Dios le dio; Dios el Padre le dio esta revelación a su Hijo y su Hijo la envió por medio de su ángel a su siervo Juan; el apóstol Juan, uno de los más íntimos de Él; entonces aquí vemos una delegación de esta revelación, pasando del Padre al Hijo, pasando del Hijo a su ángel, pasando de su ángel al apóstol Juan y pasando del apóstol Juan a sus siervos, para que sus siervos la lean, la oigan y la guarden; ese es el orden de dispensación de Dios.


Pero el libro se llama revelación de Jesucristo; o sea que el tema principal del propio Padre es el Hijo. Al Padre le agradó que su Hijo tuviese toda plenitud y le dio la preeminencia sobre todas las cosas y todas las demás cosas sólo tienen su debido lugar en relación con el Hijo, en relación con Jesucristo; por eso todas las cuestiones del futuro no se entenderían si no fuera en relación con Jesucristo.

Cuando Jesucristo resucitó y apareció a los apóstoles, como lo dice allí en Mateo, ustedes lo recuerdan al final del evangelio, en Mateo 28:18; son interesantes las palabras que el Señor Jesús pronuncia a sus apóstoles. Él les dice lo siguiente:  “Y Jesús (ya resucitado) se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”; así comienza. El Padre le dio al Hijo toda potestad en los cielos y en la tierra; el Hijo es el objeto del amor del Padre, el objeto del trabajo del Padre; el Padre todo lo hace para el Hijo; todo lo hizo para el Hijo. Creó para el Hijo; al Hijo lo constituyó heredero de todo; por tanto es algo que el Padre le da al Hijo; el Padre le revela al Hijo cuánto lo ama y lo que le ha dado y en qué posición suprema lo ha colocado; por eso es una revelación acerca de Jesucristo, dada a Jesucristo y también, como dice Jesucristo: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo”.


Nosotros somos llamados a ver el amor que el  Padre le tiene al Hijo, y somos un regalo que el Padre le da al Hijo; toda la creación es un regalo del Padre al Hijo; todo lo que Dios quiere hacer es en torno de Su Hijo; todo lo que Dios quiere revelar, todo lo que Dios quiere mostrar es quién es Su Hijo. Antes de que existiera creación el Padre se bastaba en su Hijo. El Padre se solaza en su Hijo, como el Hijo se solaza en el Padre y esto en el Espíritu, que es comunión entre el Padre y el Hijo. Por eso este libro que termina toda la Biblia, que culmina todo el programa de Dios, se centra en Jesucristo; en este libro se completa la revelación de Jesucristo; fíjense en que si no hubiera Apocalipsis, toda la Biblia estaría incompleta; habría habido un principio, pero no se sabría con qué fin. Ha habido sucesos y acontecimientos, pero ¿dónde va a terminar todo? Pero este libro es el que nos dice en qué termina todo; todo termina en la gloria de Dios en Jesucristo y la gloria de Jesucristo en Su pueblo, en Su iglesia, porque la iglesia es la coheredera con Cristo, la iglesia es el cuerpo de Cristo; por eso el Apocalipsis comienza con la cabeza y el cuerpo. En el capítulo 1 se nos revela la cabeza y en los capítulos 2 y 3 se nos revela el cuerpo que es lo central. Lo central es Dios revelado en Cristo que mora por el Espíritu en su cuerpo; el Hijo con Su iglesia son los herederos de todas las cosas.


Toda potestad en Cristo
Ya después se nos revela la escena celestial a partir de la ascensión; cómo aquel Jesucristo resucita y dice: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”, y él asciende y allí aparece el capítulo 4: el trono y Dios adorado por la creación; luego el capítulo 5, donde es adorado por la redención y tomando en sus manos el rollo del libro y abriendo el libro para revelar de qué manera Dios va a cumplir Su objetivo y va a llevar adelante Su propósito eterno y le va a dar conclusión; sin Apocalipsis no hay conclusión, no hay sentido en la vida, no hay sentido en la historia, no hay sentido en nada, ni en la religión; si no hubiera Apocalipsis; y Apocalipsis es la revelación final, pero esa revelación final tiene un centro y ese centro es el Hijo de Dios; ese centro es el Padre revelado en el Hijo, amando al Hijo, dándole todas las cosas al Hijo y el Hijo correspondiendo al Padre en el amor, devolviéndole al Padre todas las cosas; esa es la culminación, como ustedes pueden verlo aquí en 1 Corintios 15, donde se nos habla de la culminación.  Lo que habla Apocalipsis, lo habla 1 Corintios 15 en forma resumida. Leamos los versículos 27-28: dice: “27Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies.” ¿Cuándo comienza a suceder esto? en la ascensión; recuerden lo que decía el Salmo: “Dijo el Señor a mi Señor (o sea el Padre al Hijo): Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a todos tus enemigos por estrado de tus pies”; o sea, el Padre quiere honrar al Hijo y toda la rebelión del universo la va a someter al Hijo; entonces ¿qué le dice al Hijo? Siéntate a mi diestra; o sea, a partir de la ascensión comienza un trabajo en el mundo invisible, en relación con este mundo visible, y su mundo visible donde se expresa lo invisible; lo de los cielos y de la tierra. Jesús resucitó y dijo: “Toda potestad me es dada en los cielos y en la tierra”; y por eso en Apocalipsis 4 lo primero que se describe es el trono; y en Apocalipsis 5, el Hijo llegando al trono y recibiendo del Padre la herencia y luego abriendo el libro y mostrando el desarrollo de Su programa, de qué manera Él va a tomar el reino y va a someter a Sus enemigos debajo de Sus pies y va a entregar al Padre el reino; de ahí lo que dice en 1 Corintios 15:27: “27Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies (toda potestad me es dada en los cielos y en la tierra, todas las cosas). Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas (o sea el Padre). 28Pero luego que todas las cosas le estén sujetas”, eso es el proceso que se revela en el trabajo de Dios. Hijo, siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies; ahora el Hijo como un Cordero inmolado que vamos a ver en el capítulo 5, aparece y recibe el libro.

¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos? Aparece el Cordero, el Único, y comienza a abrir el libro; y ¿qué vemos cuando ese libro es abierto? Vemos cómo el Señor somete todas las cosas bajo los pies de Su Hijo. Siéntate a mi diestra, hasta que ponga todas las cosas  bajo tus pies.


La revelación de Jesucristo
Entonces la apertura del libro de  los siete sellos es la manera como el Padre le sujeta al Hijo todas las cosas, así como el Hijo le sujeta al Padre todas las cosas; esto está aquí resumido en estos dos versículos.  “28Pero luego que todas las cosas le estén sujetas (la manera está revelada allí en el libro de los siete sellos), entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos”.  Ese es el final, esa es la síntesis de Apocalipsis; todo Apocalipsis está resumido en estos dos versículos. ¿Ven? Siéntate, ahí empieza el trabajo de la Cabeza por el Espíritu; luego a la Iglesia como Su vehículo primero, y luego el Señor, después de usar a la Iglesia en el caballo blanco, sigue el rojo, el negro y el amarillo, y va poniendo cinco, seis y siete sellos y trompetas y copas, hasta que le sujeta al Hijo todas las cosas, y cuando todas las cosas le han sido sujetadas al Hijo, el Hijo se las sujeta al Padre y hay una culminación, y en esa culminación Dios es todo en todos; y al fin, lo que no tenía explicación, lo que no tenía conclusión, no tenía explicación, tiene conclusión; tiene conclusión final y tiene explicación final.  Por eso ese libro empieza así: “La revelación de Jesucristo”.  Claro que aquí habla del anticristo, de la bestia, de cuernos, de langostas, de caballos, de un montón de cosas, pero aquí no dice: la revelación de los caballos, o la revelación de los cuernos, o la revelación de las bestias, de las langostas, del anticristo; no, todas esas cosas solamente explican quién es Jesucristo; por qué se le permitió a criaturas rebelarse y qué revela ahora la victoria del Señor contra las criaturas que con libertad se rebelaron; es para mostrar a Jesucristo. El Padre conoce al Hijo, pero el Padre quiere dar a conocer al Hijo y cuando el Padre da a conocer al Hijo, el mismo misterio de Dios es revelado, porque el Padre se revela por el Hijo.

Cuando el Padre muestra quién es el Hijo, Dios es plenamente conocido; mientras tanto el diablo sigue diciendo muchas mentiras acerca de Dios y hay muchas personas que están confundidas acerca de Dios.  Desde que la humanidad apareció en la tierra, la serpiente lo primero que dijo fue: ¿Con que Dios os ha dicho que no comáis de todo árbol del huerto?  Sabe Dios que el día que comáis del árbol de la ciencia del bien y del mal serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios; o sea, ¿qué está haciendo la serpiente antigua, Satanás? Está tergiversando a Dios, está como dice en el capítulo 4 de la segunda carta a los Corintios, encegueciendo el entendimiento de los incrédulos en Dios, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo.  El Cristo de Dios que revela a Dios es glorioso; el trabajo de Satanás es oscurecer el entendimiento acerca de Dios; el mayor malentendido es Dios; pero Dios le dijo al Hijo: Hijo, siéntate a mi diestra, hasta que ponga a todos tus enemigos por estrado de tus pies. ¿Para qué resucitó y ascendió y glorificó Dios a Su Hijo Jesucristo? Para ponerle a Su Hijo todas las cosas debajo de Sus pies; y en este libro de Apocalipsis se revela la conclusión de ese trabajo; el proceso y la conclusión de este plan eterno del Padre para con Su Hijo, sabiendo que sería Su Hijo el que revelaría el misterio de Dios y ahí en ese misterio del Padre con el Hijo, porque es un asunto del seno de Dios, allí es donde encuentran las criaturas su lugar definitivo; las criaturas no tienen lugar ni explicación, sin relación a Dios, sin relación a la Trinidad, sin relación a la revelación del Padre con el Hijo en el Espíritu Santo. Solamente es en la Trinidad donde se explica el universo visible e invisible; por eso esta revelación no es acerca de otras cosas, aunque habla de todo; es acerca de Jesucristo y es dada primeramente al Hijo; el Padre le abre su corazón al Hijo y le dice: Hijo, esto es para ti; todo lo hice para ti y aunque has pasado por la muerte, yo te he sentado sobre todas las cosas; este es el libro donde está la revelación; el Padre se la da al Hijo; como dice aquí: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio”.  Ahora el Hijo envía su ángel para darla a la iglesia. Entonces esta revelación es de Jesucristo; o sea, la recibió el Hijo del Padre, pero el motivo central es acerca del Hijo mismo, quién es el Hijo para el Padre; y cómo el Padre quiere que Su Hijo tenga toda plenitud y lo constituye heredero de todas las cosas, y a ese heredero le dio una coheredera, como a Adán le sacó una costilla y le hizo una compañera; aparece una coheredera: la iglesia, un cuerpo, como lo central del misterio de Cristo: la cabeza y el cuerpo, Cristo y la Iglesia, y es lo primero que aparece en esta revelación de Jesucristo. En el capítulo 1, la cabeza; en los capítulos 2 y 3, el cuerpo; ya después aparecen los ángeles, aparecen las naciones, aparece el juicio y aparece el cielo y el infierno; pero lo primero que aparece es la cabeza y el cuerpo: Apocalipsis 1 y Apocalipsis 2-3. El 1 relativo a la cabeza y el 2 y 3 relativo al cuerpo, que es la Iglesia.


Revelación a los siervos
Ahora pasemos al segundo nivel de la dispensación de la revelación.

Primero es del Padre al Hijo que acabamos de ver; la revelación de Jesucristo que Dios le dio; pero ahora dice: “para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”; o sea, los últimos destinatarios de esta revelación, son sus siervos; y Dios le revela a sus siervos lo que debe suceder pronto. Los siervos pueden estar confundidos al estar viendo todo lo que hace Satanás, las persecuciones que acontecieron en esa época y que acontecerían después; de manera que el Señor sabe lo que tiene que hacer con sus siervos; el Señor no deja a sus siervos en la oscuridad; precisamente en el momento de mayor tensión, de mayor prueba, el Señor se revela; esa es una característica del Señor; Él se revela a Sus siervos.  Dice aquí: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”; en tiempos de tribulación, en tiempos de persecución, en tiempos de dificultad, cuando Sus siervos están por tirar la toalla, el Señor solamente abre la boca y les explica a Sus siervos el sentido de todo lo que está pasando y en qué va a terminar todo, y Sus siervos aceptan la revelación, se fortalecen y se animan.  Para eso es este libro, para fortalecer, no es para asustarnos, no es para confundirnos; este es un libro para los siervos, para que los siervos sepan en qué va a terminar todo y cómo tienen que pasar por donde hay que pasar para avergonzar al enemigo; pero todas las cosas están en las manos del Hijo de Dios; a Él se le dio toda autoridad en los cielos y en la tierra. En los evangelios vemos al Cordero; en el Apocalipsis ese Cordero se vuelve León. Luego en las epístolas se nos explica la obra de Cristo, pero es en Apocalipsis donde vemos el trono en el cielo, donde vemos el reino, donde vemos la culminación. ¿Amén? 

Ahora, veamos esta característica de Dios: Dios revela para manifestar. Vamos a dos pasajes de la Biblia para captar cómo es Dios en este respecto. Vamos primeramente a Génesis capítulo 18. Ustedes saben que Abraham es llamado el padre de los creyentes; por lo tanto es una figura de los creyentes en general; por eso en Romanos se nos dice que nosotros los creyentes seguimos las pisadas de la fe de nuestro padre Abraham; o sea, los que creen en el Dios de Abraham, que llegó a ser también el Dios de Isaac y de Jacob, el Dios de Israel, el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo; los que creemos en el Dios de Abraham somos los creyentes y somos representados en Abraham; entonces cuando Dios actúa con Abraham está mostrando cómo actúa Dios con los creyentes, porque las pisadas de Abraham son el anticipo de las pisadas de los creyentes; entonces en el trato de Dios con Abraham se nos revela el trato de Dios con los creyentes.

Fíjense que en el capítulo 19 aparece la destrucción de Sodoma y Gomorra con fuego; es como decir un primer Apocalipsis, porque como fue en los días de Sodoma, así será en la venida del Hijo del Hombre; pero fíjense que inmediatamente antes de Génesis 19 donde está la destrucción del mundo, de Sodoma y Gomorra por fuego, como ejemplo de la destrucción apocalíptica del mundo, entonces aparece Génesis 18 como ejemplo de la revelación.  Miren lo que dice Génesis 18:16: “16Y los varones se levantaron de allí, y miraron hacia Sodoma; y Abraham iba con ellos acompañándolos”. Esto fue cuando Jehová descendió con dos ángeles en figura de hombre para acercarse para saber como estaba el pulso de Sodoma y Gomorra, que es ejemplo del mundo para destruirlo.  Entonces, justo antes de la destrucción del mundo por fuego, Jehová dijo (¡Ah!, miren lo que dijo Jehová): “17Y Jehová dijo: ¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer, 18habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte,  y habiendo de ser benditas en él todas las naciones de la tierra? 19Porque yo sé que mandara a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él”.

¿Qué es lo que ha hablado Jehová acerca de Abraham? Abraham, “en tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra”. ¿Cuándo se cumple definitiva y completamente esa promesa? En Apocalipsis; pero fíjense que antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra, cuya destrucción es un ejemplo para la destrucción por fuego del mundo, como lo enseña Jesús en los evangelios, Dios antes de hacer eso se lo revela a los suyos. “¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer?” A Abraham no, al mundo sí; el mundo no va a entender; y como cuando le reveló a Daniel las cosas le dice: Mira, Daniel, de los impíos ninguno va a entender esto, pero los entendidos lo van a entender; Abraham lo va a entender; ¿le encubriré yo a Abraham esto?  “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”. ¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer?


Otro verso donde se ve este mismo principio está en el profeta Amós, capítulo 3. Vamos a leerlo también para enriquecer este entendimiento bíblico del carácter de Dios. Amós 3:7: “7Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas. 8Si el león ruge...”; eso lo vamos a ver en Apocalipsis cuando aquel Ángel del Pacto rugió como un león y vino con el libro abierto; antes el libro estaba cerrado, pero cuando él ruge, él abre el libro; esa es la revelación. ¿Hará algo Jehová sin que primero revele su secreto? “Porque no hará nada”, no hará nada; ese es el carácter de Dios; Él no quiere tomar por sorpresa a los suyos.  Dios quiere que los suyos estén preparados; por eso antes de ese final apocalíptico hay una revelación de lo que debe suceder; pero ¿para quién es esa revelación? Para sus siervos. “No hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas. Si el león ruge, ¿quién no temerá? Si habla Jehová el Señor, ¿quién no profetizará?” Si Él quiere revelar, Él habla, y si Él habla hay profecía; antes de que las cosas acontezcan, el Señor siéndole fiel a Su pueblo, se las revela. “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”. “¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer?” “Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas”.


Declaración por medio de señales
Volvamos allí a Apocalipsis 1; dice: “...y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan”; la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan. Ya la vez pasada les dije que esa palabra: “declaró”, viene de una palabra cuyas raíces en el griego son semeion, de donde viene la palabra “semántica”, “semiótica” que quiere decir: significado de los signos; significado, sentido de los signos, de las señales; o sea que esta revelación de Jesucristo, que Dios le dio a Jesucristo, Jesucristo la envía por su ángel y el ángel la declara por medio de señales. Esta palabra la “declaró”, es decir, la dio a entender con señales, con signos, con figuras, con tipología; pero ahora miren lo siguiente: ¿A quién envió Jesucristo? A su ángel; miren en Apocalipsis 22, porque este ángel que aparece al principio, aparece al final y también por allá dentro. En el capítulo 22 dice el verso 16, que se relaciona con el principio y el final de este libro: El principio dice: “la declaró”, la revelación de Jesucristo, que Dios le dio a Jesucristo para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder; o sea, el cumplimiento del propósito eterno de Dios, según la providencia y soberanía de Dios; la declaró Jesucristo, enviándola por medio de su ángel. Dice aquí en el 22:16: “Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”; o sea que los siervos del Señor están en las iglesias; “para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana”. Antes de que salga el sol, viene la estrella resplandeciente y anuncia la venida del sol; entonces el Señor antes de que destruya Sodoma y Gomorra revela algo, antes de que haga algo, revela su secreto a Sus siervos los profetas; por eso envía su ángel para declarar a sus siervos en las iglesias lo que debe suceder pronto; entonces Él se revela: Yo soy; cuando Él está actuando de esa manera, cuando el Señor está revelando algo antes de que suceda, cuando el Señor no te quiere tomar por sorpresa, Él se está revelando como la estrella de la mañana. En ese contexto de revelar a Sus siervos las cosas, antes que sucedan, dice: “Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana”; Él se revela como la estrella resplandeciente de la mañana queriendo decir: Yo soy el que antes de que el día amanezca les anuncio las cosas cuando aún está oscuro. Este mundo está en oscuridad, pero Sus siervos, Sus iglesias, tienen una revelación de la estrella resplandeciente de la mañana; esa revelación es ésta del Apocalipsis.

¡Qué libro precioso es este libro! El mundo no sabe que está pasando, ni en donde va a terminar todo, pero Sus siervos, las iglesias, lo saben porque Jesús envió su ángel.


Si leyéramos solamente el 1, no sabríamos que éste, su ángel, se refiere al ángel de Yahveh el Padre, o al ángel del Hijo; pero aquí en el 22:16, sabemos que este ángel es el del Hijo, por eso dice: “Yo Jesús he enviado mi ángel”; entonces según Apocalipsis 22:16, sabemos que al que Jesús llama mi ángel es el mismo que Apocalipsis 1:1, dice: “su ángel”. ¿Qué diferencia hay entre el ángel de Jehová y el ángel de Jesús? Hay una gran diferencia, más alta que el cielo de la tierra; pero Juan no entendía la diferencia; Juan había sido un judío y había aprendido quién era Jesucristo. Juan escribió su evangelio para mostrar la divinidad de Cristo, y Juan sabía que el Ángel de Jehová, el Ángel de la faz de Dios, el Jehová enviado, es el Hijo, y sabía que el Hijo era Dios mismo; por eso dijo: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”; y ahora resulta que Jesucristo le envía también el ángel de Jesucristo y Juan se postró a adorar a los pies de este ángel pensando que a lo mejor, como Jesús es el Ángel del Padre y es Dios, Juan como que se confundió un poquito.  Fíjense en la confusión de Juan aquí en el capítulo 22; dice el verso 8: “Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas”; o sea, la revelación de Jesucristo declarada por el ángel de Jesucristo; y él sabía que Jesucristo es el Ángel de Jehová y es el Verbo que estaba con Dios y era Dios; entonces Juan un poquito medio confundido dice: “Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas”; o sea, me revelaba a Jesucristo y todo lo que ha de culminar...  “9Pero él me dijo: Mira, no lo hagas”. Jesucristo no dijo eso; cuando los apóstoles adoraron a Jesucristo, Él dijo: “El que no honra al Hijo no honra al Padre”; porque en el caso del Ángel de Jehová que es el Verbo, Él sí es Dios; Él sí recibe adoración; pero este ángel enviado por Jesucristo no es el Ángel de Jehová, sino el ángel de Jesucristo; no sólo del Verbo sino hecho hombre encarnado; y por lo tanto es una criatura, no es Dios; pero Juan estaba confundido; piensa: ¿Será que la misma relación del ángel de Jesucristo es la misma del Ángel del pacto con el Padre? y dice: “... me postré para adorar”; un judío, a adorar a los pies del ángel. “9Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios”.  Hasta aquí el ángel de Jesucristo es una criatura y es un consiervo y no recibe adoración, sino que remite toda la adoración a Dios. En cambio, respecto del Hijo, el Padre dice en Hebreos 1, cuando introduce el Primogénito en el mundo, manda a todos los ángeles: adórenle todos los ángeles de Dios; y Dios hizo al Hijo semejante al Padre; lo puso en el trono del Padre para que todos honren al Hijo como honran al Padre. “¿Creéis en Dios? creed también en mí”. La relación del Padre y el Hijo es diferente a la relación del Hijo y su ángel. La relación del Padre y el Hijo es de igualdad; en cambio la relación del Hijo y el ángel es de Señor a siervo; el siervo es el ángel; entonces este ángel no es el Ángel del Pacto, no es el Ángel del Padre, sino el ángel del Hijo. “16Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana”.


Portadores del testimonio de Dios
Ahora, fíjense en el siguiente concepto fundamental que aparece desde el principio, y que nosotros, hermanos, como iglesia debemos entender.  A veces nosotros no entendemos esto y es como cuando un abogado no sabe que es abogado, entonces no actúa como abogado.

Si el ingeniero no sabe que es ingeniero no actúa como ingeniero, y si nosotros no sabemos que somos portadores del testimonio de Dios, del testimonio de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo, no actuamos como testigos.  Este libro se nos revela para que nosotros seamos portadores del testimonio. Dios va a juzgar al mundo, pero cuando Dios vaya a juzgar al mundo él va a tener unos testigos que le hablaron al mundo, que le señalaron al mundo el camino y amonestaron al mundo y el mundo no los tuvo en cuenta; por eso la condenación del mundo será justa, como Noé. Mientras Noé estaba construyendo el arca, él estaba dando testimonio del juicio de Dios que vendría sobre el mundo; la preparación de Noé y del arca era el testimonio contra el mundo; el mundo no valoró, no tomó en serio el testimonio de Dios que daba Noé, y cuando vino el juicio de Dios, destruyó el mundo, pero se salvó Noé con su familia. Hermanos, desde el principio de Apocalipsis y hasta el final del mismo aparece este concepto importante de testimonio. Hermano, acuérdate de que ahí donde tú estás, no estás para estar callado; estás para ser testimonio. Miren lo que dice aquí: “1La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan”.  Juan no se quedó callado, ni puso punto. ¿Ahora cuál es la parte de Juan? Y ¿cuál es la parte de los que estamos con Juan y los que debemos hacer lo mismo que Juan?  Es que Juan no puso punto en Juan, no; Juan asumió la parte de él.  “A su siervo Juan 2que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto”.  Entonces, ¿qué es esto que está escribiendo Juan? Es parte de su testimonio, testimonio de la palabra de Dios, testimonio de Jesucristo y testimonio de las cosas que ha visto.  Nosotros también con Juan debemos  ser partícipes en el testimonio. Miren lo que dice Juan en Apocalipsis 1:9:  “Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro (es decir, no sólo yo, yo participo con vosotros en lo siguiente:) en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo”; o sea que Juan que está dando testimonio de la palabra de Dios y testimonio de Jesucristo, se declara copartícipe con nosotros los siervos, las iglesias.

“Yo Juan... copartícipe con vosotros”; no es sólo Juan, somos también los siervos que recibimos el testimonio, copartícipes con Juan, son las iglesias copartícipes con Juan, nosotros la Iglesia somos testimonio al mundo. Nosotros somos como Noé que estamos construyendo el arca.

 ¿Por qué estamos reunidos aquí? Estamos preparándonos para el juicio que viene. ¿Se dan cuenta? Somos como Noé construyendo el arca antes del diluvio; somos testimonio.


En el 1:2 aparece ese concepto; en el 1:9 aparece otra vez ese concepto. ¿Se dan cuenta? Ahora, también podemos venir a Apocalipsis 12:11,17; vamos a ver que al principio, en el medio y al final del Apocalipsis está claramente definido el concepto de testimonio; ya lo vimos al principio en 1:2 y en 1:9; ahora vamos a la mitad, al 12. Dice en el 12:11 hablando de los vencedores del diablo: “11Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero (o sea que limpió sus pecados; y ¿qué más?) y de la palabra del testimonio de ellos”; o sea que tenemos que dar testimonio. Si tú estás allí en un barrio, en un trabajo, en una oficina, en un medio ambiente equis o ye, estás allí como testigo; por eso el Señor habla a su pueblo: ¿Cómo van a ser como perros mudos?  Los perros tienen que ladrar; nosotros tenemos que dar testimonio, el mundo tiene que saber lo que le viene encima si no recibe a Jesucristo; somos testigos y ellos, los vencedores, en el contexto del capítulo 12, vencieron al dragón, por medio de la sangre del Cordero que limpió los pecados; segundo, por la palabra del testimonio de ellos; y luego ¿qué dice? “Y menospreciaron sus vidas hasta la muerte”; es decir, por dar testimonio no se preocuparon ni de que los mataran; fueron valientes y no valoraron su vida; dieron testimonio aun a costa de su vida.

Luego vemos el 12 verso 17: “Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto (esa palabra el resto, se podría traducir mejor, remanente) de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”.  Hermanos, el mundo no sabe quién es Jesucristo, pero nosotros sabemos quién es Jesucristo; por eso tenemos que dar testimonio  de Jesucristo; aunque sea un folletito; pero tenemos que dar testimonio más que con folletitos; pero aunque sea con eso.  La gente tiene que saber que hubo profeta en Israel, que en el día del juicio no pueden decir: yo no sabía; no, es que no sabía; levántate tú, y ahí te levantas: ¿te acuerdas? ¡Ah! y se acuerda; ¡ah! y se acuerda ¡ah!  Hermanos, habrá un juicio final, pero Dios está teniendo testigos para ese juicio y esos testigos tienen que ladrar; ¿amén? no sólo actuar sino hablar. Entonces dice, ahora  sí: “Guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”.


Ahora vamos hacia el final de la Biblia; a Apocalipsis 19:10; otra vez dice Juan: “Yo me postré a sus pies para adorarle. (Juan estaba temblando, él no entendía bien) Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y (fíjense en esta palabra, consiervo) de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús”; o sea, ¿qué se supone de los hermanos? Que retengamos el testimonio de Jesucristo. Jesús dijo: “26Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles. 8Os digo que todo aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios”. De manera que debemos confesar a Jesucristo, retener el testimonio de Jesucristo. ¿Amén, hermanos? A veces hasta de nuestros parientes nos asustamos, ¿cuánto más del diablo? ¡Dios mío! 


Vamos ahora a Apocalipsis 20 donde aparece el milenio y la descripción del reino.  Dice el versículo 4: “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos (¿quiénes se sentaron sobre los tronos?) los que recibieron facultad de juzgar; (¿quiénes recibieron facultad de juzgar en tronos con Cristo en el milenio?) y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vinieron y reinaron con Cristo mil años”.  Estos son los que reinarán con Cristo; los que estuvieron dispuestos a poner la cabeza por causa de su testimonio de Cristo y de la palabra de Dios; éstos recibieron facultad de juzgar, los que menospreciaron aun sus vidas hasta la muerte y mantuvieron el testimonio. Claro, todo el Apocalipsis, al principio, en el medio y al final, tiene ese concepto de testimonio.  Nosotros somos testigos, estamos aquí como testigos; nuestro barrio debe saber quienes somos, nuestra nación tiene que saber, nuestros parientes, donde trabajamos tienen que saber. ¿Amén?  Dice: “Juan, que ha dado testimonio de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo, (o sea, de toda la Biblia y de Cristo) y de todas las cosas que ha visto”.

Dios le abrió los ojos para ver el propósito de Dios, las etapas para cumplirlo y la culminación de él, su centralidad en Cristo con una coheredera que es Su iglesia, junto con Él. ¿Amén, hermanos?


Promesa de bienaventuranza
Vamos al último verso por esta noche: “3Bienaventurado el que lee”.

Ningún libro dice esto; solamente el Apocalipsis, el libro que menos la gente quiere leer; es el único que promete una bienaventuranza especial.  El Génesis no dice así, ni el Éxodo, ni nada del Pentateuco, ni el Antiguo Testamento, ni los evangelios, ni el de Juan, ni las epístolas, ni la de los Romanos, nada; sólo Apocalipsis dice eso: “Bienaventurado el que lee”.  El Señor sabía que mucha gente iba como a escabullirse de este libro. Hermanos, aquí no estamos para ser torturados sicológicamente, no; estamos para ser bienaventurados; nos hemos aventurado bien. “3Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; (las guardan, porque el diablo las va a querer arrancar, las va a querer cambiar, las va a querer distorsionar, hay que guardarlas y ¿por qué hay que guardarlas?) porque el tiempo está cerca”.


Este libro se necesita en el último tiempo. Voy a destruir Sodoma y Gomorra. ¿Acaso le voy a encubrir a Abraham lo que voy a hacer?  Se necesita; no hará nada Jehová el Señor sin revelar su secreto a sus siervos los profetas. “Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”, de las cosas que habrán de venir.


Ahora, aquí cuando dice: “Bienaventurado el que lee”, no se refiere solamente a la lectura privada y silenciosa, no; esta es una lectura pública en medio de la iglesia. “Bienaventurado el que lee y los que oyen”; o sea, en aquel tiempo no era tan común saber leer como ahora; ni siquiera en la edad media.  Eran pocas las personas que sabían leer en la antigüedad; entonces Dios quiere que la Palabra de Dios en el ambiente de la iglesia sea leída, comentada y considerada; eso es un establecimiento de Dios en medio de Su pueblo, la lectura de Su Palabra, dándole el sentido. Dios quiere que eso sea así: “Bienaventurado el que lee, y los que oyen”. Hermanos, eso lo instituyó Dios desde el Antiguo Testamento. Por ejemplo, vamos allí a los libros de Esdras y Nehemías y ustedes se van a dar cuenta en los tiempos de la restauración como esto fue así.


Vamos a Nehemías capítulo 8 donde habla de que Esdras lee.  Esta figura debe ser rescatada en la iglesia; el Apocalipsis no es para leer en secreto; es para leer en la iglesia; y la lectura de la Palabra de Dios en la iglesia, fíjense desde donde comenzó en el pueblo de Dios:  Nehemías capítulo 8: “1Venido el mes séptimo, (miren este número) los hijos de Israel estaban en sus ciudades; (o sea, en el 1, en el 2, en el 3, en el 4, en el 5, en el 6 y hasta en el 7 estaban en sus ciudades, pero ya hacia el punto final del 7, séptimo mes) y se juntó todo el pueblo como un solo hombre en la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, (cerca de la puerta de las aguas, figura de Cristo, Él es la puerta de donde manan aguas; lo otro era una figura) y dijeron a Esdras el escriba (dijeron a Esdras; o sea, no fue que Esdras los obligó, sino que ellos querían oír) que trajese el libro de la ley de Moisés, la cual Jehová había dado a Israel. 2Y el sacerdote Esdras trajo la ley delante de la congregación, así de hombres como de mujeres y de todos los que podían entender, el primer día del mes séptimo. 3Y leyó en el libro delante de la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, desde el alba hasta el mediodía, (¿será que usted se aguantaría una lectura de esas? A veces nosotros hemos leído desde las 9 de la mañana hasta las 11 de la noche, verdad? Esto lo hacía el pueblo, desde el alba hasta el mediodía, en la plaza) en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos (el Espíritu Santo les dio una tremenda atención) al libro de la ley. 4Y el escriba Esdras estaba sobre un púlpito de madera que habían hecho para ello, y junto a él estaban Matatías, Sema, Anías, Urías, Hilcías y Maasías a su mano derecha; y a su mano izquierda, Pedaías, Misael, Malquías, Hasum, Hasbadana, Zacarías y Mesulam.  5Abrió, pues, Esdras el libro a ojos de todo el pueblo, porque estaba más alto que todo el pueblo; y cuando lo abrió, todo el pueblo estuvo atento. 6Bendijo entonces Esdras a Jehová, Dios grande. Y todo el pueblo respondió: ¡Amén! ¡Amén! alzando sus manos; y se humillaron y adoraron a Jehová inclinados a tierra.”


Ahora fíjense: “7Y los levitas “; o sea, estos siete de la derecha y a la izquierda eran los que ayudaban a Esdras en la lectura, porque eran como seis horas leyendo; pero además de eso había levitas, porque la ley estaba escrita en hebreo arcaico antiguo, pero en la época de Esdras se hablaba en arameo; entonces había que hacer una traducción del hebreo arcaico al arameo actual.  Esa traducción se llamó: Tárgum.  Los tárgumes fueron las traducciones o darle el sentido de lo que esas palabras arcaicas en hebreo querían decir ahora en arameo; eso se llama un Tárgum; ese es el origen de los tárgumes.


“7Y los levitas Jesúa, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetai, Hodías, Maasías, Kelita, Azarías, Jozabed, Hanán y Pelaía, hacían entender al pueblo la ley; (no era leer unas palabras raras en el latín antiguo, como cuando la gente iba a misa en latín, sin entender nada, no; aquí se hablaba en hebreo arcaico pero se hacía entender al pueblo la ley) el pueblo estaba atento en su lugar. 8Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura”. Hermanos, esto sucedió en un momento claro de restauración; hay que dar lugar a la lectura con sentido de la palabra de Dios. Esas eran las trompetas, la lectura de la palabra.


El sonido de la trompeta
Ahora vamos a Hechos capítulos 15 y 16. En Hechos 15 está el Sínodo de Jerusalén, el sínodo apostólico y presbiterial; o sea, los apóstoles y los ancianos reunidos en Jerusalén, llegaron a una conclusión, escribieron esa conclusión en un documento, en una carta, y escogieron a personas de entre ellos: a Silvano y a Judas Barsabás que fueran a llevar esa carta, la leyeran y la explicaran.  Eso debe suceder en la iglesia, que la iglesia debe conocer el sonido de la trompeta con claridad de Dios, la palabra de Dios. Dice: “Si la trompeta diere sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla?” Había que hacer sonar la trompeta y entender a Dios, entender el sentido. Entonces dice el 15:30: “30Así, pues, los que fueron enviados (de este Sínodo en Jerusalén) descendieron a Antioquía, y reuniendo a la congregación, (que en el original es a la iglesia) entregaron la carta; (¿a quién? a la iglesia) 31habiendo leído la cual, (la conclusión apostólica en la iglesia) se regocijaron por la consolación. 32Y Judas y Silas, como ellos también eran profetas, consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras.  (o sea, no sólo se leyó, sino que se explicó, se le dio el sentido, como hacían Esdras y los levitas) 33Y pasando algún tiempo allí, fueron despedidos en paz por los hermanos, para volver a aquellos que los habían enviado”. Luego dice el capítulo 16: “1Después (Pablo) llegó a Derbe y a Listra” y tal; luego dice el verso 4: “4Y al pasar por las ciudades, (ya no sólo en Antioquía) les entregaban las ordenanzas (esta palabra en el griego es, los dogmas; aquí aparece la palabra  “dogmas”; las conclusiones del sínodo apostólico se llaman en la Biblia dogmas; y aquí se traduce “ordenanzas”, pero la palabra original en griego es “dogma” [δόγματα]; entregaban los dogmas) que habían acordado los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén, para que las guardasen. (o sea, estaban escritas) 5Así que las iglesias eran confirmadas en la fe, (o sea, por medio de la lectura de la palabra) y aumentaban en número cada día”.

Ahora vamos a Colosenses capítulo 4, allí dice el verso 16: “Cuando esta carta (o sea, la carta a los Colosenses) haya sido leída entre vosotros, (la carta tenía que ser leída en la iglesia) haced también que se lea en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros”.  Aunque una carta había sido enviada a una iglesia, el Espíritu estaba hablando a todas las iglesias. Cuando dijo: Juan, envía a Efeso; al final dice: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a (todas) las iglesias”.  Las cartas deben ser leídas; o sea, debe restablecerse la figura de la lectura de la Palabra en la iglesia con sentido. ¿Amén?


Pasemos al último testimonio de lo mismo en 1 Tesalonicenses 5:27.  Miren, que según estas palabras, no es algo meramente opcional; si fuera algo meramente opcional no se hablaría con estas palabras.  Dice: “27Os conjuro por el Señor, que esta carta se lea a todos los santos hermanos”. Que esta carta se lea a todos los santos hermanos.

 Entonces, hermanos, se dan cuenta, la palabra de Dios, las cartas y el Apocalipsis, o sea, el Antiguo y el Nuevo Testamentos se tienen que leer en la iglesia, leerse y darle el sentido, y el pueblo tiene que oír; no todo el pueblo sabe leer; ahora se lee más que antes; hay que leer, hay hermanos que a veces leen trabados, no leen bien. Los hermanos que saben leer bien, que le pueden dar el sentido, la entonación clara, deben hacerlo de tanto en tanto en la iglesia; deben existir  además de reuniones de otras cosas, reuniones de lectura.

Ahora, si había conjura para la iglesia de leer la carta, leérsela a los hermanos en la iglesia, y sin embargo todavía no había promesa de bienaventuranza, cuanto más Apocalipsis debe ser leído; por eso terminamos en esta noche leyendo esa frase, ya con ese contexto, con ese trasfondo: “Bienaventurado el que lee”; no es el que lee en privado, es el que le lee a la iglesia. “Bienaventurado el que lee, y los que oyen”, aunque no sepa leer, que le lean, hermano.  Si usted no sabe leer, pida que le lean, y si sabe leer, léale a los que no saben leer; si es ciego, o es analfabeto, o lee mal, léanle. ¿Amén?

“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.” Ya la vez pasada dijimos lo que era este libro: una profecía; debe interpretarse también en sentido profético. Vamos a parar por hoy, vamos a orar y a dar gracias al Señor.☐

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