lunes, 3 de enero de 2011

ESCENA CELESTIAL PREVIA A LAS SIETE COPAS DE LA IRA

ESCENA CELESTIAL PREVIA

A LAS SIETE COPAS DE LA IRA


“Vi en el cielo otra señal, grande y admirable; siete ángeles que tenían las siete plagas postreras; porque en ellas se consumaba la ira de Dios”. Apo. 15:1.

Consideraciones de crítica textual
Vamos a continuar con la aproximación al libro del Apocalipsis. Hoy llegamos al capítulo 15, que es la escena celestial que precede a las copas de la ira. Apocalipsis 15:1-8. Vamos a hacer, como acostumbramos, una lectura de crítica textual para que podamos examinar esta traducción que la mayoría tenemos aquí, que es la Reina-Valera, revisión de 1960; y vamos a leerla y a  compararla con el idioma original, con el griego, con los manuscritos más antiguos, en lo posible. Apocalipsis 15:1, comienza con la conjunción “Y”, kai. El traductor no la ha puesto quizá por la parte bonita, pero la conjunción le da continuidad.

“1Y vi en el cielo otra señal, grande y admirable: siete ángeles que tenían las siete plagas postreras; porque en ellas se consumaba la ira de Dios. 2Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían vencido de la bestia y de su imagen, y del número de su nombre, en pie sobre el mar de vidrio, con cítaras de Dios”. He hecho la corrección para adaptarla un poco más al original griego; la palabra que dice allí “y su marca” fue acrecentada por algunos escribas posteriores en algunos manuscritos tardíos; los manuscritos más antiguos no lo dicen; claro que como en el 13 y en el 14 se habló de la marca, quizá algún escriba se sintió movido a incluirlo también; pero en este pasaje los manuscritos más antiguos dicen: “y a los que habían vencido de (ek, es la palabra griega) la bestia y de su imagen, y del número de su nombre”; la palabra “marca” es solamente un acrecimiento de un escriba posterior en unos pocos manuscritos tardíos; el Textus Receptus lo incluyó, pero no está incluido en los más antiguos. Donde dice: “arpas”, la palabra griega es “kítaras”, o sea, “cítaras”.


“3Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas tus obras, (el verbo son fue, pues, suplido por el traductor, no está en el original) Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos los caminos tuyos, el Rey de las naciones”. La palabra es “etnias”, no agios; casi todos los manuscritos antiguos dicen etnias, o sea, las naciones; sólo algunos pocos tardíos dicen: “santos”, que es en los que se basó el Textus Receptus, que es en el que se basó Reina-Valera; pero los manuscritos más antiguos dicen: “Rey de las naciones”, y esa traducción concuerda más con el contexto, porque a continuación dice: “4¿Quién no temerá, (ese “te” también fue añadido por algunos pocos; no está en la mayoría ni en los más antiguos manuscritos) oh Señor, y glorificará tu nombre? Pues sólo tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han manifestado. 5Después de estas cosas miré, y he aquí fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio; 6y del templo salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino limpio y resplandeciente, (algunos manuscritos dicen, no lino, sino lito, o sea, piedras; pero realmente es algo extraño; son unos pocos tardíos; la generalidad y los antiguos dicen “lino limpio y resplandeciente”) y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro. 7Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro, llenas de la ira de Dios, que vive por los siglos de los siglos. 8Y el templo se llenó de humo por la gloria de Dios, y por su poder; y nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los siete ángeles”. Este, entonces, es el texto más cercano posible al original griego.


Escena preliminar
Volvamos sobre nuestros pasos y examinemos el texto que acabamos de leer. En primer lugar, les llamo la atención a que siempre que va a haber una serie, ya sea de sellos, de trompetas, o de copas, esa serie es precedida por una escena celestial. Fíjense conmigo, recordando los capítulos 4 y 5 de Apocalipsis; esa es la escena en la que se enmarca la apertura de los siete sellos; se nos muestra el trono, se nos muestra a Dios en el trono, los seres vivientes, los ancianos, las criaturas adorándole por Su creación; después se nos presenta el Cordero siendo adorado por la redención, y entonces abriendo el libro para abrir los sietes sellos; o sea, los capítulos 4 y el 5 son la escena que precede a la apertura de los siete sellos. También en el capítulo 8, antes de comenzar la serie de las siete trompetas, vemos una escena celestial que precede al toque de las siete trompetas. Dice desde el verso 2 del capítulo 8: “Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas”. O sea que no aparece el Cordero abriendo los sellos, sin primero aparecer el Padre, sin que primero el Padre haga una pregunta: ¿Quién es digno? Y sin primero aparecer el Cordero como digno; y entonces Él sí puede abrir los sellos. Tampoco aparecen los ángeles tocando trompetas de pronto, que se les ocurrió a los ángeles tocar trompetas y empezaron a tocar trompetas; el cielo no se mueve sin la dirección de Dios; y aun lo que acontece en la tierra es presidido por el cielo. Por eso estos capítulos 4 y 5 aparecen presidiendo la apertura de los sellos, este inicio del capítulo 8 donde aparecen las oraciones, el incensario tirado a la tierra, y entonces ahora sí las siete trompetas. Lo mismo sucede aquí precediendo al derramamiento de las siete copas. Las siete copas no se derraman sin una orden especial del cielo; nada sucede en la tierra que el cielo no controle.

El cielo preside los acontecimientos de la tierra
Nosotros aquí en Colombia, que estamos viendo tiempos difíciles, accidentes, atentados y problemas, debemos tener presente siempre que el cielo gobierna en la tierra, y que ni siquiera una hoja de un árbol se mueve sin la voluntad de Dios. La palabra del Señor dice en Amós 3:6: “¿Habrá algún mal en la ciudad, el cual Jehová no haya hecho?” ¡Miren qué pregunta! ¿Será que alguien pudo haber hecho algún mal y se le escapó a Dios? ¡Cuántos males han sido detenidos por Dios! Somos testigos de cómo Dios muchas veces ha impedido muchas cosas; pero a veces no impide ciertas cosas y las permite; entonces por eso dice: “¿Habrá algún mal en la ciudad, el cual Jehová no haya hecho?” Eso lo dice claramente Dios por el profeta Amós; y también en Lamentaciones 3:37-38 dice así: “37¿Quién será aquel que diga que sucedió algo, que el Señor no mandó? 38¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno?” No que de Dios salga el mal, sino lo que sucede, lo que nos pasa, como una cosa que tomamos como mala. “¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno? 39¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese el hombre”; no de lo que sucede en la ciudad. “Laméntese el hombre en su pecado”; si de algo tiene que lamentarse el hombre es de que es malo y de que es pecaminoso; pero Dios está administrando bien los acontecimientos en vista del pecado del hombre y en vista de la economía divina.

El cielo siempre preside los acontecimientos de la tierra; no hay nada que esté sucediendo en la tierra que el Señor no esté conociendo y no esté controlando; hay cosas que Él permite y hay cosas que no permite; y estos capítulos 4 y 5 nos muestran la presidencia del cielo en cuanto a la apertura de los sellos, donde Dios muestra de qué manera Él va a someter a Su Hijo todas las cosas, para que Su Hijo le someta también a Él, a su vez, todas las cosas. Lo mismo vemos que sucede en el cielo. Hubo unas oraciones de los santos, y hubo un comienzo de respuesta a esas oraciones de los santos, y se introdujo el juicio con las trompetas. No vinieron las trompetas sin orden del cielo; lo mismo sucede aquí en este capítulo 15; el capítulo 15 de Apocalipsis es también una escena celestial que precede y preside el derramamiento de las siete copas de la ira de Dios. Entonces, hermanos, aunque es terrible lo que se va a ver en esas copas, acordémonos de que la orden viene del cielo; el hombre no debe lamentarse por las copas de la ira; el hombre debe lamentarse por su pecado, que hizo necesario a Dios derramar las copas de la ira.


Entonces en ese contexto dice: “Y vi en el cielo otra señal, grande y admirable...”; ya esta es la tercera señal, porque ya había hablado primero de una señal grande (12:1,2), y era una mujer que estaba para dar a luz un niño varón, y gemía con la angustia del alumbramiento para dar a luz ese niño; esa era una señal grande; no dice admirable. Luego dice en Apocalipsis 12:3: “También apareció otra señal en el cielo”; esa ya no es grande ni admirable, solamente señal; un dragón con siete cabezas y diez cuernos y una cola terrible que arrastraba la tercera parte de los ángeles; ¿recuerdan? Y listo a devorar al niño tan pronto naciera; sin embargo el Señor lo libró. Esas son las dos primeras señales que están la primera en el 12:1,2, y la segunda en el verso 3-4; pero aquí dice: “Vi en el cielo otra señal...”. La primera señal mostró la mujer para dar luz el niño; esa es la parte positiva; la segunda señal, no grande ni admirable, mostró la parte negativa.


Las siete plagas postreras
Esta tercera señal (15:1), que es la que concluye, y la que permite que el reino sea establecido, ésta sí es llamada “grande y admirable”; ¿por qué? porque en ella Dios barre con todo lo negativo en la tierra y queda expedito el camino para el establecimiento del reino del Señor.

Entonces aquí esta señal no es solamente grande, sino “admirable”. ¿Cuál es esa tercera señal? “Siete ángeles que tenían las siete plagas postreras”; esta palabra “postreras” hace contraste con las trompetas.

Ciertamente que cuando vemos el inicio del juicio con las siete trompetas, esos son juicios de Dios, pero las trompetas solamente están iniciando el juicio; pero más adelante, cuando comparemos minuciosamente las copas con las trompetas, nos vamos a dar cuenta de que las trompetas simplemente introducen el juicio; las que consuman ese juicio son las copas; y por eso a estas plagas se les llama “postreras”, “siete plagas postreras”; van más allá de las trompetas; y ¿por qué postreras? “Porque en ellas se consumaba la ira de Dios”. Aquí en esta expresión de las siete plagas postreras de las siete copas que derraman los siete ángeles, que en ellas se consuma la ira de Dios, ahí nos damos cuenta de que estas siete copas pertenecen a la séptima trompeta.


Consumación de la ira en las siete copas
Recuerden que en la séptima trompeta, el misterio de Dios es consumado. Recordemos el texto de Apocalipsis 11:15-19; dice el versículo 18: “Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos y de dar el galardón a  tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra”. Vemos que la séptima trompeta, que consuma el misterio de Dios, abarca varias cosas; una de esas cosas es Armagedón: “Y se airaron las naciones”; esa es una de las cosas que está incluida en la séptima trompeta; la otra es “y tu ira ha venido”. La ira de la séptima trompeta es la consumación de la ira; ya en la primera trompeta hubo juicio, en la segunda, en la tercera, en la cuarta, en la quinta, en la sexta, hubo juicio; sin embargo, era apenas una introducción del juicio; incluso antes del séptimo sello, que incluye las siete trompetas, ya el sexto sello introduce la gran tribulación; pero cuando dice aquí en la séptima trompeta, “y tu ira ha venido”, se refiere a la consumación de la ira en las siete copas; o sea que las siete copas de la ira pertenecen a la séptima trompeta, y son el tercer ay; el primer ay es la quinta trompeta; el segundo ay es la sexta trompeta; y el tercer ay está incluido en toda la parte del juicio de la séptima trompeta, que es la que consuma el misterio de Dios hasta el final; pero lógicamente que una parte es el juicio de Dios, tanto el final, como el milenial, como el de la gran tribulación. Ahora, cuando dice aquí que consuma la ira de Dios, se refiere a la parte de la  gran tribulación, y se refiere a la expresión que Daniel, en el capítulo 9 de las setenta semanas, nos habla de esa consumación, de la ira referida no al infierno, ni al lago de fuego, sino referida a la gran tribulación.

La septuagésima semana de Daniel
Vamos allí a Daniel 9:27, donde se nos habla de las setenta semanas. Hablando de la semana setenta o septuagésima, dice: “Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después (a partir de  la segunda mitad de la semana setenta de la profecía de las setenta semanas de Daniel) con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, (ese es el reino del anticristo) hasta que venga la consumación, (esta consumación se refiere a esto que dice adelante) y lo que está determinado se derrame sobre el desolador”. ¿Qué es lo que se derramaría sobre el desolador, sobre el reino del anticristo? Las siete copas de la ira, que son las que consuman la ira de Dios, para la gente del Armagedón, para la gente de la gran tribulación, para el reino del anticristo. Entonces, en ese contexto se cumple la profecía de Daniel, porque en ellas, las siete plagas postreras, “se consumaba la ira de Dios”; no es todavía el juicio de las naciones en el Milenio, no es todavía el juicio del trono blanco antes del cielo nuevo y la tierra nueva, sino que es la ira en relación con la gran tribulación; porque cuando tú ves las siete copas, ni siquiera se menciona el juicio del trono blanco en ellas; por eso esta consumación de la ira de Dios es restringida a la gran tribulación, el juicio que Dios determinó que sobre el reino del anticristo hubiera al fin de los tiempos.

Apocalipsis 15:2: “Y vi también como un mar (esa palabra “como” está tratando de decir que es algo espiritual, algo sobrenatural; entonces lo está asemejando) de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían vencido de la bestia y de su imagen, y del número de su nombre, (claro que allí está tácitamente incluida la marca) en pie sobre el mar de vidrio, con cítaras de Dios”. Es interesante ver aquí este grupo de personas adorando al Señor. ¿Qué había dicho en el capítulo 14? Había presentado las primicias, y había presentado la siega, y había presentado la vendimia; o sea que en el capítulo 14 se ve que el Señor recogería en el tiempo de la tribulación un gran número de santos. Los ciento cuarenta y cuatro mil aparecen en el monte de Sion. Si ustedes recuerdan, ese monte de Sion está referido, como dice en Hebreos, a la Sion celestial. Lo recordamos en Hebreos 12:22: “Sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles”.


Los vencedores de la gran tribulación
En el tiempo, mientras la Iglesia está en la tierra, sin embargo, por la fe nos acercamos al Señor; nos acercamos a Jesús el mediador, a la sangre del pacto que habla más que la de Abel, como dice en el contexto, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Sion la celestial. Este monte de Sion se refiere al cielo en este contexto de Hebreos; por lo tanto, en el tiempo de la gran tribulación, dice la Palabra del Señor que los santos serían perseguidos y vencidos por el anticristo; no vencidos en el asunto de la fe, sino matados; no podrán desarrollar más su vida cristiana; cada vez la hostilidad contra todo lo que es de Cristo y todo lo que es cristiano será mayor; de tal manera que, como dijo el Señor Jesús, mientras tenemos luz aprovechemos, porque la noche viene cuando nadie puede trabajar; la hostilidad será tan grande, como ya ha sucedido en ocasiones anteriores, que ni siquiera los hermanos pueden cantar en voz alta; con la incursión del comunismo, los hermanos en la China tenían que reunirse y cantar en voz baja porque hasta el cantar a Dios era perseguido a muerte; cada vez la hostilidad será más terrible.

Entonces dice que el anticristo y las gentes perseguirán a la Iglesia en el tiempo del fin; a los cristianos, tanto de los que el Señor tome de los ciento cuarenta y cuatro mil de las tribus de Israel que aparecen en Apocalipsis 7, como junto con  los gentiles de toda tribu, lengua y  pueblo que salieron de la gran tribulación; éstos, los 144.000, están en el monte de Sion; sólo pueden estar en el monte de Sion después de haber sido sacrificados; lo mismo los demás santos son también sacrificados; cantidad de cristianos que son sacrificados; o sea, son martirizados, algunos a quienes el Señor les concede que mueran antes de que vengan otras cosas peores. Una de las bienaventuranzas del Apocalipsis, la segunda, dice: “Bienaventurados de aquí en adelante los que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen”; quiere decir que en el tiempo final habrá una persecución y una matazón de cristianos como no la ha habido nunca, y ya ha habido millones de cristianos sacrificados; el tiempo del fin será el peor, y por eso vemos aquí a los ciento cuarenta y cuatro mil en el monte Sion, es decir, en la presencia de Dios esperando el día de la resurrección; y vemos aquí a estos que alcanzaron la victoria, o sea los vencedores; son los mismos que aparecen en el capítulo 20 y que son la primera resurrección; antes de éstos no ha habido otra resurrección, y la primera resurrección va junto con el arrebatamiento; el arrebatamiento es junto con la primera resurrección.


Dice 1 Corintios 15 y 1 Tesalonicenses 4 que a la final trompeta los muertos en Cristo resucitarán primero, luego nosotros los que quedemos seremos arrebatados juntamente con ellos; ¿cuándo? A la final trompeta; la final trompeta, que es la séptima, es el tiempo de dar el galardón a sus siervos los profetas, el tiempo de la resurrección, es el tiempo de la transformación; por lo tanto, estos hermanos que aparecen aquí en el capítulo 15 son los cristianos que han sido martirizados en el tiempo del anticristo y de la gran tribulación y que son los que en Apocalipsis 20 aparecen casi con el mismo lenguaje que acá, resucitando en la primera resurrección. No hay otra resurrección anterior; o si no, esta no sería la primera; y tampoco hay un arrebatamiento que preceda a la resurrección de los muertos, porque Pablo dijo: “no precederemos a los que durmieron”; lo que el Espíritu enseñó por Pablo es que no precederíamos a los que durmieron.


Un mar de vidrio mezclado con fuego
Entonces volvamos a Apocalipsis 15:2: “Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego”; eso representa que han pasado por el juicio de Dios. Acuérdense de que en el capítulo 4 se nos describe el trono, las siete lámparas con los veinticuatro ancianos y el mar de vidrio, el mar de cristal; pero todavía no está mezclado con fuego; esa es la escena celestial antes de que se abran los sellos, esa es la escena celestial que viene desde la eternidad; pero a Moisés se le dijo que hiciera las cosas conforme al modelo que le fue mostrado en el monte; aquí habla del templo del cielo, del templo del tabernáculo del testimonio que está en el cielo; ese fue el que vio Moisés, y de ese fue que él hizo un modelo en la tierra.¿Qué había? Estaba el arca; el arca se corresponde con el trono; estaba el candelero, que se corresponde con los siete Espíritus de Dios; pero estaba la fuente de bronce, que se le llama también el mar de bronce, que era donde se hacía el examen por el pecado, que estaba hecho con los espejos de las mujeres de Israel; con los espejos unos se reconoce a sí mismo. Antes de poder entrar a tener comunión con Dios, los sacerdotes tenían que limpiarse, como decir, verse a sí mismos, juzgarse a sí mismos, ser purificados por las aguas del mar de bronce; entonces sí podían ofrecer el sacrificio y entrar a ministrar en la presencia del Señor; no podían entrar a la presencia del Señor sin entrar primero por el mar de bronce.

Juicio de Dios al pecado
Siempre el Señor primero establece el juicio al pecado antes de tener comunión con Él. Si nosotros antes no juzgamos nuestros pecados, no podemos pretender venir a la presencia del Señor. Mientras Adán y Eva, y los hombres, no se arrepintieran, hay una espada flameante con querubines impidiendo el camino al árbol de la vida. Una persona que está en pecado y pretende acercarse a Dios, se va a encontrar con esa espada revolviéndose por dentro, y hasta puede quedar muy mal; no puede acercarse uno a Dios sin arrepentirse, sin pasar por el juicio, sin pasar por la fuente de bronce; el mundo tuvo que pasar por el diluvio, Moisés tuvo que pasar al pueblo de Israel a través del Mar Rojo; y así este mar de vidrio mezclado con fuego representa el juicio de Dios; pero estas personas fueron vencedores, no están metidos dentro del juicio; ahora están encima, están en pie. Por eso dice: “Vi también un mar de vidrio mezclado con fuego”; tenemos que hacer la analogía de ese mar vidrio mezclado con fuego que estaba en el lugar de la basia,  así como estaba el Mar Rojo, como estuvo el diluvio; o sea, se pasa por el juicio de Dios. Noé pasó a través del diluvio y salió al otro lado de la barca. Moisés pasó con Israel a través del Mar Rojo y salió al otro lado; por eso, cuando Moisés salió al otro lado, cantó el cántico de Moisés; y ahora éstos están ya no dentro, sino en pie sobre el mar de vidrio mezclado con fuego, y cantan el cántico de Moisés, que pasó a Israel por el juicio del mar, por el bautismo de aguas, y también el cántico del Cordero, que fue también el que nos introdujo en el juicio.

Las almas de los decapitados
Cuando somos bautizados en Cristo es como cuando nos metemos en el arca. Dice Pedro que el arca de Noé es figura del bautismo en Cristo; nosotros somos juzgados en Cristo y pasamos, en el bautismo, a través del juicio de las aguas que tipificaba el diluvio. Entonces esa misma analogía se aplica aquí a este mar de vidrio mezclado con fuego; ya no es sólo mar de vidrio; ahora es mezclado con fuego; ese es fuego de Dios, del juicio de Dios; pero dice: “2Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego; (pero ¿a quién más?) y a los que habían vencido de la bestia, y de su imagen, (claro, al decir de la bestia y su imagen está incluida la marca) y del número de su nombre, (¿dónde estaban éstos?) en pie sobre el mar de vidrio, con cítaras de Dios”. Estos son los santos, los creyentes mártires que han muerto y ahora están en la presencia de Dios; pasaron por el juicio, a lo mejor fueron decapitados; de ellos, con este mismo lenguaje que dice acá: “los que habían alcanzado la victoria, o habían vencido de la bestia y su imagen, y el número”, dice también en el capítulo 20.

En Apocalipsis 20:4 se nos habla de estos que habían alcanzado la victoria: “Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; (¿quiénes fueron?) y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos”. Esos son los vencedores del anticristo, los vencedores de la bestia, del falso profeta, de la imagen de la bestia, de la marca de la bestia, del número de la bestia; vencieron, aun poniendo sus vidas; fueron decapitados, pero son vencedores, y éstos son la primera resurrección, y no hay otros antes de éstos; y no precederemos a los que durmieron; éstos son los primeros; claro, los ciento cuarenta y cuatro mil  de las tribus de Israel están también en el monte de Sion, en la presencia de Dios, pero todavía no ha venido el Señor en gloria; eso es en el capítulo 19; aquí en el 15 es los santos en la presencia de Dios antes del regreso glorioso del Señor con todos los santos.


El cántico de Moisés
Volvamos al capítulo 15; aquí hay un asunto interesante; dice en el verso 3: “Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios”; ese cántico se cantó después de haber pasado los israelitas por el Mar Rojo. Vamos a leerlo en Éxodo 15, porque allí se nos muestra el espíritu de victoria, después de la gran persecución. Dice:

“1Entonces cantó Moisés y los hijos de Israel este cántico a Jehová, y dijeron: Cantaré yo a Jehová, porque se ha magnificado grandemente; ha echado en el mar al caballo y al jinete. 2Jehová es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi salvación. Este es mi Dios, y lo alabaré; Dios de mi padre, y lo enalteceré. 3Jehová es varón de guerra; Jehová es su nombre. 4Echó en el mar los carros de Faraón y su ejército; y sus capitanes escogidos fueron hundidos en el Mar Rojo. 5Los abismos los cubrieron; descendieron a las profundidades como piedra. 6Tu diestra, oh Jehová, ha sido magnificada en poder; tu diestra, oh Jehová, ha quebrantado al enemigo”.


Esto que sucedió es una tipología; ahora es una nueva victoria, es el  nuevo Éxodo que hará el Señor en tiempos del fin y que ya hemos visto en ocasiones pasadas.


“7Y con la grandeza de tu poder has derribado a los que se levantaron contra ti. Enviaste tu ira; los consumió como a hojarasca. 8Al soplo de tu aliento se amontonaron las aguas; se juntaron las corrientes como en un montón; los abismos se cuajaron en medio del mar. 9El enemigo dijo: Perseguiré, apresaré, repartiré despojos; mi alma se saciará de ellos; sacaré mi espada, los destruirá mi mano. 10Soplaste con tu viento; los cubrió el mar; se hundieron como plomo en las impetuosas aguas. 11¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios? 12Extendiste tu diestra; la tierra los tragó. 13Condujiste en tu misericordia a este pueblo que redimiste; lo llevaste con tu poder a tu santa morada. 14Lo oirán los pueblos, y temblarán; se apoderará dolor de la tierra de los filisteos. 15Entonces los caudillos de Edom se turbarán; a los valientes de Moab les sobrecogerá temblor; se acobardarán todos los moradores de Canaán. 16Caiga sobre ellos temblor y espanto; a la grandeza de tu brazo enmudezcan como una piedra; hasta que haya pasado tu pueblo, oh Jehová, hasta que haya pasado este pueblo que tú rescataste. 17Tú los introducirás y los plantarás en el monte de tu heredad, en el lugar de tu morada, que tú has preparado, oh Jehová, en el santuario que tus manos, oh Jehová, han afirmado. 18Jehová reinará eternamente y para siempre”.


Este es el cántico de Moisés, cántico de victoria, de gratitud, por haber conducido a su pueblo a través del mar y librándolo de sus enemigos. Bienaventurados de aquí en adelante, en el tiempo de la gran tribulación, los que mueren en el Señor, porque descansan de sus trabajos y sus obras con ellos siguen. Dice el Salmo 116:15 que “estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos”. Vemos aquí los problemas y las persecuciones, pero el Señor está hablando a Su pueblo en pie sobre el mar de vidrio, y a Sus primicias en el monte de Sion con el Cordero; ¿amén, hermanos? Entonces no tenemos que asustarnos de lo que pasa aquí; tenemos que saber para dónde vamos; ¿amén, hermanos? El Señor nos conduce a Su presencia gloriosa a través de la muerte, liberándonos de nuestros enemigos. El paso del Mar Rojo también fue un bautismo, como lo dice 1 Co. 10:2, tal como el Diluvio fue un bautismo, y como la persecución a muerte es ser bautizados con el bautismo con que Jesús fue bautizado, no sólo en el Jordán, sino en la cruz.


El cántico del Cordero
Sigue diciendo Apocalipsis 15:3: “y el cántico del Cordero”. La única vez en que se menciona un cántico de Jesucristo es en el día de la santa cena; dicen los evangelios que cuando el Señor partió el pan, entonces cantaron el himno y salieron; de ahí se fueron al monte de los Olivos; ese es el único cántico de Cristo que aparece en la Biblia; es el de la cena del Señor. Por medio de la muerte del Señor es que nosotros somos librados y somos introducidos en Su gracia y en Su reino. Entonces aquí estos dos cánticos tienen una identidad: identidad de liberación y de introducción en el reino, a pesar de que haya habido opresión y persecución; eso es temporal para nosotros. Los opresores serán castigados eternamente, pero el pueblo sufre sólo temporalmente, y es eternamente consolado. Entonces dice aquí: “3Y cantan (estos vencedores de la primera resurrección) el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: (aquí está una síntesis del espíritu de esos dos cánticos, el de Moisés, que leímos en Éxodo, y el del Cordero) Grandes y maravillosas tus obras, Señor Dios Todopoderoso; (aquí está como a Israel, Señor: nos pasaste por en medio de los abismos; ahora ellos están en pie sobre el mar de vidrio mezclado con fuego; no están sufriendo, están adorando, están con las cítaras de Dios, están en la presencia del Señor) justos y verdaderos los caminos tuyos, el Rey de las naciones”.

Aquí vemos a todo ese montón de redimidos. Porque en el capítulo 14 había presentado las primicias en el monte de Sión; luego había dado unos mensajes, y luego vemos que hubo una siega y una vendimia; pero ¿y dónde aparecen? Pues aquí aparecen, en el capítulo 15, sobre el mar de vidrio mezclado con fuego, con las cítaras de Dios y con esta confesión: “4¿Quién no temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? pues sólo tú eres santo; (lo mismo casi que decía Moisés con muchas palabras; aquí está la esencia) por lo cual (por Tu santidad) todas las naciones vendrán y te adorarán”; aquí estas naciones de que se habla, serán las que sean sobrevivientes del juicio y que entrarán en el Milenio, sobre las cuales reinarán los vencedores. Por eso, ellos ya están adorando, pero falta todavía que esas naciones entren a adorar. Entonces dice: “todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han manifestado”. Ellos tienen conciencia de lo que está pasando en el cielo; ellos hablan casi como en futuro; fíjense en que apenas desde el verso 5 es que se les dan las copas a los ángeles, pero ya desde el verso 1 aparece como si las tuvieran; la señal, siete ángeles que tenían las siete plagas. Juan está viendo ya el futuro; ahora empieza a desarrollarlo temporalmente, por escenas, por etapas.


El tabernáculo del testimonio del templo celestial
“5Después de estas cosas miré, y he aquí fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio”. Este pasaje nos identifica con la séptima trompeta; este pasaje es característico de la séptima trompeta. Miremos la séptima trompeta en el 11:19: “Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo”. Ese es el templo del cielo de que habla Hebreos; el que habla aquí el 11:19, es el mismo que habla el 15:5-6,8.

Miremos un versículo antes de continuar adelante. Vamos a Jeremías 10:7; vamos a mirar allí unas palabra semejantes a las Apocalipsis 5:4. “¿Quién no te temerá, oh Rey de las naciones? Porque a ti es debido el temor; porque entre todos los sabios de las naciones y en todos su reinos, no hay semejante a ti”. Apocalipsis tiene todas las terminales de la Biblia; eso que se había proclamado ya por Jeremías, ahora es proclamado por todos; primero fue por Jeremías, ¿verdad? Ahora es por todos estos santos.


Miremos también el Salmo 86:9-10; dice: “9Todas las naciones que hiciste vendrán y adorarán delante de ti, Señor, y glorificarán tu nombre. 10Porque tú eres grande, y hacedor de maravillas; sólo tú eres Dios”. Esa es la proclamación del Espíritu también por David. Primero David, después Jeremías, y ahora todos estos santos que vencen de la bestia y su imagen, etc. en la gran tribulación.


Ahora  sí llegamos aquí al verso 5: “Después de estas cosas miré, y he aquí fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio”; la palabra aquí es naos; se refiere al edificio del templo; el tabernáculo tenía Lugar Santísimo, lugar santo y atrio; pero la parte del lugar santo y del santísimo, no incluyendo el atrio, sólo el lugar santo y el santísimo, se llamaba el Naos, o el santuario; entonces es lo que dice aquí “el templo del tabernáculo”; es una expresión extraña, porque dice ¿cómo? El templo es una cosa, el tabernáculo es otra; aquí se refiere es al Lugar Santísimo; pero noten que aquí habla del tabernáculo; ¿por qué habla del tabernáculo? El tabernáculo es móvil, el tabernáculo es pasajero; después queda el templo definitivo; este templo del tabernáculo se refiere al Lugar Santísimo, pero no todavía la Nueva Jerusalén; en la Nueva Jerusalén no hay templo porque Dios y el Cordero es el templo de ella. Pero allá entonces ese es el definitivo; acá todavía no es lo definitivo, se necesita todavía que se aplique la ira, y luego que venga el Milenio, y luego el juicio del trono blanco, y luego sí el cielo nuevo y la tierra nueva; por eso usa la palabra tabernáculo, que es de peregrinación; todavía se está en la peregrinación; o sea que Dios todavía no ha terminado Su trabajo en el cielo; por eso usa la palabra tabernáculo; “fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio”. Esto nos identifica que estamos, como decía el 11:19, en plena séptima trompeta, que incluye la consumación de la ira.


Sacerdocio angelical transitorio
“6Y del templo (ese se refiere al templo del cielo, que ya hemos mencionado en otros lugares; no es la Iglesia todavía, es el templo del cielo de que habla Hebreos, de que habla Apocalipsis) salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro”. Antes de establecerse definitivamente el siglo venidero, antes del siglo venidero el sacerdocio lo ejercían seres angelicales; los veinticuatro ancianos que aparecen allí alrededor del trono, son seres angelicales; estos ángeles que están con ellos son seres angelicales; ellos tenían un sacerdocio también antes; así se habla del tabernáculo como de algo provisorio que será por fin sustituido por el templo definitivo que será Dios y el Cordero en la Nueva Jerusalén; pero aquí estos ángeles aparecen vestidos de lino fino y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro; eso es típico del sacerdocio; ese es el sacerdocio antiguo todavía en vigencia antes de que comience el nuevo; todavía nadie puede entrar al templo de Dios, al celestial, nadie puede ser arrebatado a la presencia de Cristo que está a la diestra del Padre, antes de que se cumplan las siete copas de la ira.

Sólo después de que se cumplan las siete copas de la ira, se cambia definitivamente el sacerdocio angélico, porque Dios no sujetó el mundo venidero a los ángeles, sino a la simiente de Abraham, que son los miembros de Cristo; entonces aquí vemos un momento de transición.


“7Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles”; los ángeles no hacen nada por sí mismos; no hay problema en la tierra sin que estos ángeles se muevan, pero estos ángeles no se mueven sin una orden del cielo. Cuando vemos algo sucediendo es porque el cielo dio una palabra. “Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro, llenas de la ira de Dios, que vive por los siglos de los siglos”. Fíjense en que ellos no actúan sin orden del cielo. Este pasaje es semejante al de Ezequiel capítulos 9 y 10; antes aquel varón vestido de lino, que es un ser angélico, selló en la frente a los que lamentaban por las abominaciones que sucedían en la ciudad; ¿recuerdan ese pasaje que está en el capítulo 9 de Ezequiel, de aquel escribano que tenía un tintero? Fíjense en que este escribano selló a los que eran de Dios, que no participaban de y sí reprobaban a las abominaciones en Jerusalén. Entonces Ezequiel 10:1: “1Miré, y he aquí en la expansión que había sobre la cabeza de los querubines como una piedra de zafiro, que parecía como semejanza de un trono que se mostró sobre ellos. 2Y habló (¿quién habló? Habló el trono, el trono dio la orden) al varón vestido de lino, y le dijo: Entra en medio de las ruedas debajo de los querubines, y llena tus manos de carbones encendidos de entre los querubines, y espárcelos sobre la ciudad. Y entró a vista mía”. Antes de que este varón vestido de lino hubiere esparcido esos juicios sobre la ciudad, él tenía que recibirlo de mano de los querubines por orden del trono; lo mismo sucede aquí en el capítulo 15 de Apocalipsis.


“7Y uno de los cuatro seres vivientes (sólo que aquí en Apocalipsis es un juicio definitivo; allá en Ezequiel el juicio era sobre la ciudad y fueron pasajeros. Ahora) dio a los siete ángeles siete copas de oro, llenas de la ira de Dios, que vive por los siglos de los siglos”. Este es uno de los muchos versículos que me hacen pensar a mí que la iglesia pasará por la gran tribulación, porque dice aquí en el verso 8: “8Y el templo se llenó de humo por la gloria de Dios, y por su poder; y nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los siete ángeles”. Nadie podía entrar en el templo; el Señor les prometió a los vencedores de Filadelfia que Él los haría columnas en el templo, pero ni siquiera los vencedores de Filadelfia pueden entrar en el templo hasta que se cumplan las siete copas de la ira de Dios. Los 144.000 están en el Monte Sion, y los vencedores de la bestia en el atrio, en el mar de cristal, pero no dice en el Naos o Santísimo.


Si ustedes ven conmigo en la sexta copa, en el capítulo 16, estamos leyendo en plena sexta copa, miren lo  que dice el verso 12: “El sexto ángel derramó su copas sobre el gran río Eufrates”; por allá en Irak; algo se está acercando, estamos leyendo en plena sexta copa, pero la séptima empieza en el 17; pero en el verso 15 del capítulo 16, dice: “He aquí, yo vengo como ladrón”. ¿Lo ven, hermanos? Todavía está en plena sexta copa y todavía no ha venido como ladrón. “He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza”. Esa es la tercera bienaventuranza del Apocalipsis; o sea que todavía en la sexta copa el Señor no ha venido como ladrón. Pasó la primera copa, la segunda copa, es el juicio, la gran tribulación, la quinta copa, usted ve que ahí habla del trono de la bestia, en la quinta copa ya está el trono de la bestia, esa es la gran tribulación, ese es el anticristo, y todavía el Señor no ha venido, y dice: “He aquí yo vengo como ladrón”; la venida que Él anunció a Sus discípulos, a Sus apóstoles, que lo esperaran como a ladrón, esa es la venida que Él anunció; todavía no acontece en la sexta copa y tiene que pasar aún la séptima, porque, como dice 2 Tesalonicenses 2:3, “3no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, 4el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.../... 8Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida”. Es el Señor el que destruye al anticristo cuando regresa; y esa venida es la venida como ladrón que está siendo anunciada durante la sexta copa, habiendo pasado ya las seis trompetas; estamos leyendo ya en plena séptima trompeta, que es la última y todavía no ha venido, pero ya casi. Entonces, ni los vencedores de Filadelfia, cuya promesa para ellos es que si vencen serán columnas en el templo de Dios, ni siquiera ellos, nadie, nadie podía entrar en el templo hasta que se hubieren cumplido las siete, no cinco, ni seis, sino las siete plagas de los siete ángeles. 


La nube cubre el tabernáculo
Hermanos, este temor de Dios, esta reverencia santísima por la vindicación de la gloria de Dios, ya había sido tipificado antes. Miren conmigo Lamentaciones 3:44; allí hay una frase supremamente seria.

“Te cubriste de nube para que no pasase la oración nuestra”; como quien dice, ya no es hora de seguir prolongando la misericordia, ya es hora de consumar mi ira. “Te cubriste de nube para que no pasase la oración nuestra”. En el tiempo del juicio, Dios dice: como tú no me oíste cuando yo hablé, ahora tampoco yo te oigo cuando tú clames; eso es el juicio de Dios para con el mundo.


Pasemos a Éxodo 40:34-35, cuando Moisés terminó de edificar el tabernáculo. Noten, la edificación del tabernáculo es tipología de la edificación del cuerpo de Cristo. ¿Qué pasó cuando se edificó el tabernáculo? La nube de gloria lo llenó; lo mismo en el tiempo de Salomón; se hizo el templo y la nube de gloria lo llenó. “34Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. 35Y no podía Moisés (ni siquiera Moisés) entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba”. Significa que cuando el Señor llena el templo nadie puede entrar en él.


Algo semejante encontramos también en el tiempo de Salomón. Vamos a 1 Reyes 8:10-11: “10Y cuando los sacerdotes salieron del santuario, la nube llenó la casa de Jehová. 11Y los sacerdotes no pudieron permanecer para ministrar por causa de la nube, porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová”. Ni los mismos sacerdotes que habían introducido el arca, no pudieron permanecer, y tuvieron que salir.


Cuando Isaías vio al Señor en Su gloria y que Sus faldas llenaban el templo, se sintió como muerto. Cuando Juan vio al Señor en cuyo pecho él se había recostado, pero lo vio en gloria, cayó como muerto. Hermanos, cuando Dios está aplicando juicio es para callarse la boca, y temblar. Moisés mismo, que fue convidado, estaba temblando en la presencia del Señor.


Entonces, hermanos, esto mismo se dice en 2 Crónicas 5:13-14; dos veces quiso el Señor que esto se registrara: “13Cuando sonaban, pues, las trompetas, y cantaban todos a una (vean eso, tocaban las trompetas, y después de tocar las trompetas viene el cántico de los sacerdotes, así como aquellos después de las seis trompetas, ahora están en la séptima y están cantando en la presencia del Señor) para alabar y dar gracias a Jehová, y a medida que alzaban la voz con trompetas y címbalos y otros instrumentos de música, y alababan a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre; entonces la casa se llenó de una nube, la casa de Jehová.

14Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios”.

Ahora estamos leyendo aquí en Apocalipsis 15 el tiempo del fin. “8Y el templo se llenó de humo (eso es en el cielo, eso es antes de derramar las copas, eso es antes de la venida gloriosa de Cristo) por la gloria de Dios, (miren la misma frase: la gloria de Dios) y por su poder; (Él puede cambiar la faz de la tierra, dar vuelta a las cosas, y como dice la séptima trompeta, has tomado tu grande poder y has reinado, tu ira ha venido) y nadie podía entrar en el templo”; nadie, es absolutamente nadie, es la ira de Dios; hasta aquí él había callado, pero ahora Dios está juzgando; “y nadie podía entrar en el templo”; no sé entonces dónde estarían los primeros que dicen que se van antes de la tribulación; pero no va a ser en el templo; “nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los siete ángeles”. Y el verso 1 del capítulo 16: “Oí una gran voz que decía desde el templo a los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios”.

Esto que hemos leído, el capítulo 15 y el verso 1 del capítulo 16, son la escena celestial que precede y preside las copas de la ira de Dios. El cielo gobierna todos los acontecimientos, y esta es la escena que está muy cerca de acontecer. Vamos a terminar acá y vamos a dar gracias al Señor. ☐

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