lunes, 3 de enero de 2011

LA APOTEOSIS DEL CORDERO

LA APOTEOSIS DEL CORDERO


“Y miré, y vi en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra”. Apocalipsis  5:6.

Como un Hijo de hombre, El Rey de gloria

Hermanos, vamos a continuar con la ayuda del Señor en su presencia, la consideración de este libro que nos hace bienaventurados.

Bienaventurado todo aquel que oye las palabras de este libro, el Apocalipsis, y las guarda. Hoy llegamos a la consideración del capítulo 5. En el capítulo 4 vimos la descripción sumaria del apóstol Juan acerca de la escena celestial; una escena que era necesario presentar para que los siguientes capítulos de la revelación tuvieran un mayor sentido. En el capítulo 4 se nos ha descrito el trono de Dios con sus veinticuatro ancianos, los cuatro seres vivientes, la adoración de la creación a Dios por causa de la creación. En el capítulo 5 también tenemos adoración, ya no solamente a Dios, sino a Dios y al Cordero, y ya no solamente por la creación, sino también por la redención. Este capítulo 5 es sumamente importante; y para entenderlo, debemos recordar aquellos pasajes que en la introducción de esta sección estuvimos viendo; y yo quisiera que comencemos por uno, en Daniel 7, donde en pocas palabras se nos resume algo que aquí con muchos más detalles se nos describe. Hay frases que de manera sintética nos dicen el asunto central y luego se nos detallan en otros lugares como en este caso de Apocalipsis. En Daniel 7:13, dice el profeta: “13Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. 14Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido”. Esta visión aparece en el mismo capítulo 7 de Daniel donde Dios le muestra otros reinos, otros imperios que sucederían en la historia de la humanidad, como el de Babilonia, representado por aquel león; como el de Medo-Persia representado por aquel oso; como el de Grecia representado por aquel leopardo; como el de Roma representado por esa bestia, a la cual al final le salen diez cuernos y de entre los cuales surge un cuerno blasfemo refiriéndose al anticristo; o sea que de lo que fue el imperio romano surgiría la situación actual de los reinos de entre los cuales está gestándose un gobierno mundial. Pero luego aparece un reino establecido por Dios, un reino de los santos del Altísimo; y lo curioso es que al referirse a ese reino, Daniel no presenta solamente la segunda venida, sino que presenta la ascensión y la segunda venida en conjunción. Por eso les ruego que miren conmigo de nuevo allí el verso 13: “Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino (no dice hasta la tierra, no dice hasta el monte de los olivos, sino) hasta el Anciano de días, (al Padre) y le hicieron acercarse delante de él”. Cuando el señor Jesús después de muerto y resucitado ascendió a los cielos, a vista de sus testigos discípulos, una nube le cubrió y desde la nube Él fue a la diestra del Padre. Entonces aquí cuando aparece en las nubes del cielo, Él aparece viniendo hasta el Anciano de días. Claro que después de la diestra del Padre, Él también vendrá en las nubes y de las nubes recogerá a sus escogidos en las nubes y vendrá también con todos los santos a la tierra; pero esta venida en las nubes que aparece aquí en Daniel 7:13, comienza con la ascensión; el reino del Señor comienza desde la ascensión. Ya en su vida pública ya estaba el rey, pero estaba en sus pruebas; ya pasó las pruebas, entonces resucitó y ascendió, ascendió a las nubes y volverá en las nubes a continuar estableciendo su reino aquí en la tierra; pero Él ya ascendió en las nubes, ya fue a la diestra del Padre y ya se sentó, y como dijo el Señor Jesús: “Toda potestad me es dada en los cielos y en la tierra” (Mt.28:18); Él subió para recibir toda potestad. Como en una de las parábolas Él dijo que se fue lejos a recibir el reino (Lc. 19:12); o sea, Él recibe el reino a la diestra del Padre y desde allí ya ejerce el reino; como dice en Hebreos, ya lo vemos a Él coronado de gloria y majestad; su cuerpo está siendo preparado para seguirlo en esta posición y vencer como Él venció y sentarse con Él como Él se sentó con su Padre habiendo vencido.


Pero la cuestión clave es ésta: Él murió, resucitó y ascendió y fue presentado, dice el verso 13, y le hicieron acercarse delante del Anciano de días; el Hijo delante del Padre. Y ¿qué sucedió cuando el Hijo fue recibido en gloria? “7Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria. 10¿Quién es este rey de gloria? Jehová de los ejércitos, él es el Rey de gloria” (Sal. 24:7,10). Él recibió del Padre, gloria y honra, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. En este capítulo 5, vamos a ver cómo aquella adoración que se dirigía a Dios en cuanto divinidad, ahora es también dirigida al Cordero en cuanto Verbo encarnado, como hombre, para que todos honren al Hijo como honran el Padre.

En el capítulo 4 está cómo se honra al Padre; en el 5 está cómo se honra al Hijo como al Padre. Los versos 13 y 14 de Daniel 7 nos resumen el desarrollo de los sellos y cómo los sellos se continúan con las trompetas y las trompetas se continúan con las copas. Dice Daniel: “14Y le fue dado dominio, gloria y reino”; como dijo Jesús: toda potestad me es dada en los cielos y en la tierra; y como dijo San Pedro, y como dijo San Pablo: fue hecho Señor y Cristo. Cuando el apóstol Pedro, habiendo sanado a un cojo en la puerta de la Hermosa, se reunió mucha gente y él le predicó, entre las cosas que él le dijo a la multitud dijo: es necesario que el cielo reciba, que el cielo retenga al Hijo del Hombre, al Señor Jesús, hasta que lleguen los tiempos de la restauración de todas las cosas (Hch. 3:21); o sea, Él ascendió y es necesario que se siente a la diestra del Padre, como dice el Salmo 110, hasta que todos sus enemigos le sean puestos por estrado de sus pies. Entonces, lo que vamos a ver en el desarrollo de Apocalipsis 5 y Apocalipsis 6 donde aparecen los sellos, y luego en su continuación las trompetas y las copas, es este desarrollo que aquí aparece resumido: vino uno como un Hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le fue dado reino, etc. y su reino sin fin; o como dice: fue hecho Señor y Cristo; o también: “Siéntate a mi diestra hasta que ponga tus enemigos por estrado de tus pies”. La manera como Dios le somete al Hijo todas las cosas, es la que aparece en el desarrollo de los sellos con la continuación de las trompetas y las copas. 


Vamos a leer una expresión de Pablo por el Espíritu Santo en 1 Corintios 15:22: “22Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”. Viene hablando de la victoria sobre sus enemigos, donde el último enemigo es la muerte; en Adán todos mueren, en Cristo todos serán vivificados; es decir, todos los enemigos y hasta el último serán vencidos en Cristo. “23Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; (Cristo es las primicias de la resurrección, de la vivificación; fue el primero en resucitar de entre los muertos en incorrupción para nunca más morir, en gloria) luego los que son de Cristo, en su venida”. Aquí el apóstol no hace divisiones de su venida, solamente habla de su venida y que los que son de Cristo serán vivificados en su venida; se refiere a la segunda, claro. “24Luego el fin, (ahí se refiere al reino del milenio y a la Nueva Jerusalén) cuando entregue el reino al Dios y Padre, (pero ahora fíjense en las frases siguientes) cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. 25Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. 26Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte”. Entonces nos damos cuenta de que Él ascendió. Hijo, siéntate a mi diestra, hasta que ponga todos tus enemigos por estrado de tus pies. Entonces, el Hijo se sentó para que todos sus enemigos, y el último la muerte, le sean sometidos. Por eso Él dice: cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Por eso leemos en Daniel, que dice: se le quitó su poder y autoridad a aquellas bestias; aunque se les permitió vida por un poco más de tiempo, pero se les quitó su poder, su autoridad.

Cuando el Hijo ascendió, todo poder en los cielos y en la tierra le fue dado, y ya lo tiene. Él ya está en gloria y majestad, Él ya está reinando, a Él ya se le dio el reino, Él ya es el Señor, el rey de reyes, el Señor de señores, Él es el que mueve todos los hilos de la historia y Él está moviéndolos en este sentido. Hijo: siéntate a mi diestra, hasta que ponga todos tus enemigos por estrado de tus pies. El Señor lo que está haciendo es revelar, mostrar, exponer sus enemigos y derrotarlos. Toda la historia desde la ascensión, hasta la segunda venida de Cristo, es una exposición de sus enemigos para ser derrotados y sometidos bajo sus pies. Entonces, siéntate para esto. Es necesario que Él reine, hasta que haya sometido todos sus enemigos. Este que Él reine, se refiere a la ascensión. Él ascendió, vino en las nubes, llegó hasta el Padre, porque subió y una nube lo recibió, se presentó ante el Padre y le fue dado todo poder, toda autoridad. Eso que está en versículos resumidos tanto aquí en Daniel, como en otros pasajes que hemos mencionado, está detallado en Apocalipsis 5, Apocalipsis 6, continuado con el 7, con el 8, desarrollado con las trompetas y las copas.


Un poco de crítica textual
Con ese trasfondo, leamos Apocalipsis 5. Primeramente, hagamos una lectura de corrido para aprovechar y hacer las correcciones de crítica textual, habiendo comparado los manuscritos más antiguos, porque ustedes saben que Reina Valera se basa en el códice 1 que hizo Erasmo, que es un códice tardío. Como el Apocalipsis es tan delicado que no se le puede agregar ni quitar nada, debemos procurar ir a los códices más antiguos, más confiables. Mientras leo, pues, voy a hacer las acotaciones de crítica textual para ajustar esta traducción que es tardía, a una versión de los manuscritos más antiguos y luego volver sobre nuestros pasos y examinar lo que hemos leído: “1Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos. 2Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar su sellos? 3Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo. 4Y lloraba mucho”. La palabra “yo”, no aparece en los manuscritos más antiguos, pero por sobreentenderse, algunos escribas posteriores la añadieron. “4Y lloraba mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo. 5Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos. 6Y mire, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra”. En la expresión “los siete espíritus”, la palabra [siete] la colocan los críticos textuales entre paréntesis cuadrados, puesto que al compararse los manuscritos más antiguos, unos dicen siete y otros no lo dicen; entonces no hay manera de saber cuál de los dos textos es el seguro; si el que dice: los siete espíritus o el que dice los espíritus. Los manuscritos, incluso los más antiguos se dividen; unos dicen los siete espíritus, otros dicen los espíritus, de manera que los que tienen que tratar estas cuestiones con todo cuidado pusieron la palabra siete, pero la pusieron entre paréntesis cuadrados para explicar que algunos no lo dicen y otros sí lo dicen, y no se sabe cual de los dos sea el más antiguo. “7Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. 8Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero, todos tenían cítaras, (la palabra es kítaras, cítaras) y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos”. Aquí en el verso 9 y en el verso 10 es donde hay que poner más atención a la traducción, según los más antiguos manuscritos: “10Y cantaban un nuevo cántico diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre, los (con ele, a ellos, la expresión es autou [αυτου] en griego) has redimido para Dios, de todo linaje, lengua, y pueblo y nación; 10y los (con ele) has hecho para nuestro Dios reino y sacerdotes, y reinarán sobre la tierra.” Es el texto más puro, repito: “porque tu fuiste inmolado y con tu sangre los has redimido para Dios, de todo linaje, lengua y pueblo y nación, y los has hecho para nuestro Dios reino y sacerdotes, y reinarán sobre la tierra.

 11Y mire, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes y de los ancianos y su número era miríadas de miríadas y quilíadas de quilíadas, (aquí lo resumieron diciendo: millones de millones; en el griego dice: miríadas de miríadas y quiliadas de quilíadas) 12que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. 13Y a todo lo creado que está en el cielo y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y sobre el mar; (epi, sobre el mar) y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. 14Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos”.


La adoración al Creador y al Redentor
Como decíamos al inicio, la adoración a Dios aquí ya no es sólo por la creación, sino por la redención, y es una adoración a Dios y al Cordero, para que todos honren al Hijo así como honran al Padre.

Ustedes pueden ver la comparación, cuando vemos por ejemplo, en el capítulo 4:8, donde aparecen los seres vivientes, diciendo: “Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir”; y luego dice lo que decían en el versículo 11 estos ancianos: “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”. Ustedes ven que aquí la adoración es al Creador; la honra, el poder, porque por tu voluntad existen; tú creaste todas las cosas y por tu voluntad existen y fueron creadas; pero fíjense en que en el capítulo 5, la adoración aparece desde el verso 9: “Digno eres de tomar el libro y de abrir su sellos, porque tú fuiste inmolado”; aquí es por la redención. “Con tu sangre los has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y los has hecho para nuestro Dios reino y sacerdotes, y reinarán sobre la tierra”; y luego todas aquellas multitudes en el verso 12, dicen: “El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la fuerza, la gloria y la alabanza”. Aquí ahora es al Cordero, al Hijo. Honrad al Hijo como se honra al Padre y se le honra por la redención.

“13Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y sobre el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, (juntamente al Padre y al Hijo, a Dios y al mediador Jesucristo hombre; conjuntamente) sea la alabanza, (igualmente, al que está sentado en el trono y al Cordero, la misma alabanza, la misma) honra, (la misma)  gloria y el (mismo)  poder, por los siglos de los siglos”.

Entonces, hermanos, ustedes pueden ver que los cuatros seres vivientes decían: Amén, o sea, los mismos seres celestiales estaban de acuerdo; todo el cielo, toda la creación representada en los seres vivientes reconociendo que al Hijo hay que darle también la gloria juntamente con el Padre. Esto fue una revelación absoluta, una cosa imposible de sufrir para los judíos y los musulmanes que no conocieron al Señor Jesús; pero, hermanos, aquí se ve la diferencia entre el capítulo 4 y el 5, y se ve cómo el Hijo es entronizado.

Volvamos ahora con más minucia, volviendo nuestros pasos desde el versículo 1 del capítulo 5. Primero en el 4 había descrito el trono, pero no había mencionado nada de un libro; había mencionado al que estaba en el trono, su semejanza, los otros ancianos, los seres vivientes, la adoración, etc., pero no había dicho nada de un libro; pero ahí había un libro; de pronto la atención de Juan le fue dirigida a un libro: “1Y vi en la mano derecha (en la diestra, o sea que significa el poder, la potencia del Señor como Todopoderoso, omnipotente, que puede hacer lo que Él quiera) del que estaba sentado en el trono, un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos”. Esos libros eran en forma de rollo, no eran libros en forma de códice, pues esto fue una modalidad que los cristianos introdujeron: el libro en el formato de códice; el formato era de rollo; entonces esos rollos se enrollaban y salía un sello que correspondía a una parte, seguía otro sello, seguía enrollándose y otro sello, había siete sellos; el libro estaba escrito por dentro y por fuera. Es muy interesante que el libro no está escrito sólo por dentro, sino que también está escrito por fuera, como aquel rollo que vio el profeta Ezequiel. No sé si ustedes recuerdan. Podemos ir allí a Ezequiel capítulo 2. Ustedes van a ver que allí también a Ezequiel le fue mostrado un libro de esa manera.

Ahí Dios le está hablando al profeta. En Ezequiel 2: 8 le dice: “8Mas tu, hijo de hombre, oye lo que yo te hablo; no seas rebelde como la casa rebelde; abre tu boca y come lo que yo te doy. 9Y mire, y he aquí una mano extendida hacia mi, y en ella había un rollo de libro.

10Y lo extendió delante de mí, y estaba escrito por delante y por detrás; (que es lo que dice aquí por dentro y por fuera) y había escritas en él, endechas y lamentaciones y ayes. 1Me dijo: Hijo de hombre, come lo que hallas; come este rollo, y ve y habla a la casa de Israel”. Es lo mismo que después se le dijo a Juan, que tenía que comer el rollo de la profecía de ese libro; el rollo era escrito por delante y por detrás, o sea, por dentro y por fuera. Es muy interesante eso, porque nos muestra como si fuera dos aspectos de la revelación: una primera apariencia es por fuera y un sentido místico interior, que es por dentro. El libro es escrito por dentro y por fuera; hay algo que se ve a primera vista y algo más que se ve un poco después de que se profundiza.


Un libro sellado hasta el tiempo del fin
Vemos el libro en Apocalipsis 5: “sellado con siete sellos”. En otras ocasiones Daniel no entendió lo que se le habló en las profecías; incluso en esas profecías que era toda una historia que se le contaba, la culminación del plan de Dios; Daniel no entendió, y le dijeron: “Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin” (Dn. 12:4). Quiere decir que lo que estaba escrito en este rollo del Apocalipsis 5, era un misterio; nadie sino Dios, lo conocía. Dios tenía en su corazón un propósito, un programa. Cuando Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree sobre los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra” (Gn. 1:26), Dios reveló un propósito eterno que Él tenía, pero el hombre cayó; ese reino que contendría y expresaría la gloria de Dios quedó detenido, y ¿cuál sería la manera para que ese reino pudiera darse y el propósito de Dios pudiera cumplirse? Entonces, Dios tuvo que adelantar a los pocos un plan de salvación, revelándoles de a poquito: sacrificó un animal, cubrió con las pieles a Adán y a Eva, y luego fue prometiendo que la simiente de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente y luego resultó que la simiente de la mujer sería también simiente de Abraham, y sería también de la tribu de Judá, y sería también un descendiente de David y que moriría en la cruz, que resucitaría y que reinaría; o sea que Dios fue adelantando poco a poco, abriendo poco a poco su propósito; pero si no hubiera sido por Cristo, nadie se hubiera salvado, nadie sabría para qué existimos, nadie hubiera podido concluir con Dios el propósito que Él tenía cuando nos creó. De manera que no había nadie digno de entender el programa de Dios.

¿De qué trataba este libro? Cuando lo vemos aquí sellado con siete sellos, vamos a responder lo mismo que respondió Juan cuando miraba a todas partes; ninguno era digno de abrirlo, ni de leerlo, ni siquiera de mirarlo. Cuando nosotros vemos allí solamente un libro sellado con siete sellos, nos quedamos con la misma incógnita, con la misma desesperanza con que se quedó Juan. Gracias a Dios que Cristo trajo a luz la vida y la inmortalidad y dio a conocer el programa de Dios, el propósito de Dios, y reveló lo que estaba en el libro; y cuando nosotros vemos lo que estaba en esos sellos y vemos cómo se van desarrollando y en qué terminan, cuando todos esos sellos son abiertos, vemos que la culminación es la instauración del reino de Dios y de su Cristo; entonces lo que esos sellos contenían era el programa de Dios, o como se le llama en el Nuevo Testamento, la economía de Dios, las etapas, lo que Dios haría, lo que Cristo haría, lo que el Padre haría en los cielos y en la tierra para que al final el reino de Dios fuese plenamente establecido.


Aquí en este libro se nos empieza a mostrar cómo primero nadie era digno de abrir el libro; luego el Cordero abrió el libro; luego vamos a ver cómo fue abriendo sello por sello y vamos viendo que nos muestran esos sellos abiertos y al final vemos en qué termina todo, para llevar adelante su propósito eterno y a la economía divina, el programa de Dios, para que en el cumplimiento de los tiempos se dé el reino de Dios como Él lo quiso, con el hombre corporativo y glorificado, desde antes de la fundación del mundo, y cuando en el principio dijo: Hagamos al hombre para esto, eso va a tener cumplimiento cuando los rollos sean abiertos efectivamente por el Cordero de Dios. Entonces, la apertura del libro trata del plan de Dios, de lo que Dios hace. Cuando Dios le dijo: Hijo, siéntate a mi diestra y yo voy a hacer algo, voy a poner debajo de tus pies todos tus enemigos. Es necesario que tú reines hasta que haya suprimido toda potencia, reino y nación y hasta la muerte, aquí vemos que el Cordero es el que recibe del Padre, el dominio, el reino, la capacidad de abrir el libro y el programa de Dios comienza a desarrollarse.

Cuando leemos la historia universal a la luz de estos siete sellos abiertos por el Cordero, entendemos que el Padre tiene a su Hijo a la diestra, que ha estado trabajando, que nada se le ha escapado de su mano, que Él maneja toda la política de la tierra, todas las guerras, todos los acontecimientos, terremotos; no hay nada que se le escape de su control y que Él está utilizando todas las cosas para someter a los pies de Cristo todas las cosas para que luego su Hijo le entregue el reino al Padre. Eso es a grandes rasgos lo que significan estos sellos; después tenemos que verlos uno por uno. “2Y vi un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno?” Aquí la pregunta es sumamente seria, la pregunta es por dignidad. “¿Quién es digno de abrir el libro y desatar su sellos?”; o sea, ¿quién es digno de cooperar, ver el propósito de Dios y llevarlo a cumplimiento? ¿Quién es digno de desatar los sellos del libro, quién es digno de hacer que lo que está oculto en el plan de Dios tenga cumplimiento y se desarrolle? ¿Quién es digno? Y hubo un tiempo para que se presentase cualquier candidato y no sabemos cuánto fue ese tiempo, pero el hecho es que ninguno ni en el cielo, empieza por el cielo; en el cielo no había ninguno digno, ni en la tierra, ni debajo de la tierra. También había personas debajo de la tierra, porque la Biblia habla de personas debajo de la tierra; ninguno podía abrir el libro, es decir, traer a luz el cumplimiento del programa de Dios, para que el propósito eterno de Dios se cumpla, la economía de Dios en el cumplimiento de los tiempos, sea establecida con Dios en su reino. “4Y lloraba mucho”; claro, éste era Juan; y tuvo que haber sido un buen tiempo para tomar conciencia de la indignidad; nadie, ni ángeles, ni siquiera querubines, ni ancianos, nadie era digno de entender qué era lo que Dios tenía en su corazón y cómo Dios lo va a llevar a cabo; nadie era digno y se le dio tiempo a la creación para pronunciarse, y Juan no lloró un poquito, lloró mucho. “4Y lloraba mucho porque no se había hallado a ninguno digno (ni siquiera él, Juan) de  abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo”. ¡Ni mirarlo, Dios mío! “5Y uno de estos anciano me dijo: (ahí se prueba que Juan no era de estos ancianos, él está en otro plano) No llores”. Pero lo dejó llorar un tiempo porque era necesario tomar conciencia de la indignidad de las criaturas para traer adelante el plan de Dios; sólo uno en el cielo y en la tierra, que es su Hijo, su Verbo, es el que puede cumplir el plan de Dios.


El único digno
“He aquí que el León de la tribu de Judá, (usando la profecía de Jacob a Judá, aquí habla del León de la tribu de Judá) la raíz de David”.

Aunque a Cristo se le llama el Hijo de David, aquí en este caso no aparece como Hijo de David, porque aquí es cuestión de dignidad.

Cuando se va a hablar de profecía, sí claro, en el tiempo cronológico, Él es el Hijo de David, pero aquí se está hablando de la dignidad de Él, la raíz de David; Él es antes de David; era el Espíritu de Cristo el que hizo vivir a David lo que David vivió en victoria y profetizar lo que profetizó; era Cristo en David profetizando, por eso aquí se le llama la Raíz de David y no el Hijo de David. “La raíz de David, ha vencido”.

Para abrir el libro había que haber vencido una prueba. Hubo una prueba en los cielos y muchos ángeles cayeron, y hubo una prueba en la tierra y todos los hombres cayeron, excepto un hombre, el Verbo de Dios que vino como un niño, se hizo hombre y se llamó Jesús, el Cristo de Belén, el Nazareno. “Ha vencido (¡qué interesante!) para abrir el libro y desatar sus siete sellos”. En otra parte dice que murió y resucitó para ser Señor. Aquí dice que venció para abrir el libro y desatar sus siete sellos; o sea que hay una relación: abrir el libro y desatar sus siete sellos es señorear, es sentarse a la diestra del Padre y comenzar a ejercer desde la diestra del Padre una autoridad en los cielos y en la tierra para someter todas las cosas, derribar todo dominio, toda potestad, toda otra rivalidad, toda otra cabeza que se levante. Por eso, en aquella parábola el Señor dice que cuando aquel hombre, aquel rey, fue a recibir su reino, vino, y cuando volvió, bueno, llamó a sus siervos, pasó a sus siervos por el tribunal de Cristo, les dio su respectivo galardón o su castigo, y dijo: y los que no querían que yo reinase decapitadlos delante de mí (Lc. 19:11-27); o sea que se quedaron sin cabeza los que querían ser cabeza en lugar de la única Cabeza legítima; la única Cabeza legítima es el Señor Jesús. Él se sentó a la diestra y la historia está exponiendo la soberbia del hombre; personas que pretenden ser cabeza; ahí el último va a ser el anticristo, que va a ser el más soberbio, y Dios lo está exponiendo para entonces derribarlo; exactamente, derribarlo y hasta la muerte, hasta el último enemigo. ¿Qué está haciendo el Señor a la diestra del Padre? Exponiendo y derribando; sube un imperio y cae, sube otro imperio y cae; todos hablando contra Cristo, presentando otras ideas, presentando otras propuestas, y Dios les da permiso por un tiempo, y suben y caen; suben y caen; todos los reinos van cayendo. Sube Babilonia, cae; sube Media y Persia, cae; sube Grecia, cae; sube Roma, cae; sube este mundo actual y cae; sube la otra bestia haciendo caer fuego del cielo sobre la tierra y mandando a la gente ponerse una marca y también cae; sube el anticristo y también cae. El diablo tiene permiso después de los mil años de reunir las gentes, y cae; todos caen. Entonces viene la resurrección, primero la de los justos, luego la de todos para ser juzgados, y también todos caen; es decir, Él era el único digno de llevar a cumplimiento el propósito de Dios, la economía divina. Continúa diciendo: “ha vencido”; no fue un regalo, no, “ha vencido”; fue una lucha, fue una prueba para abrir el libro; lo que Dios quería por fin lo logró con uno, con su propio Hijo, y ahora por la gracia de su Hijo Él introduce en esa gracia a los que la reciban, les dio potestad también de ser hechos hijos de Dios y entrar en la prueba del reino para reinar con Cristo.

“6Y miré, y vi que en medio del trono (en medio del trono) y de los cuatro seres vivientes y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, (la palabra en el original griego, da la idea de ser recién inmolado, porque aquí Él acababa de morir, resucitar y ascender, y por eso no era solamente como inmolado, sino recién inmolado) que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra”. Interesante que aquí es el Cordero que fue inmolado el que aparece con la plenitud del poder; los siete cuernos representan en la Biblia el poder. En el mundo aparece la bestia con diez cuernos; Alejandro Magno como un cuerno que se quebró y salieron otros cuatro cuernos; los cuernos significan autoridad, significan el poder; pero aquel a quien Dios le da la plenitud del poder, o sea que tiene siete cuernos, es el Cordero.

Dice: porque le diste potestad sobre toda carne para que le dé vida eterna a los que le diste.


Cristo tiene todo poder. Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra: siete cuernos. También su reino, que está representado por la Iglesia, apareció en siete períodos representados en siete candeleros, porque la iglesia por ahora es el ámbito del reino de Dios, del reino de los cielos; por ahora es la Iglesia. De ahí que aparezca el Cordero con siete cuernos. “Y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra”. Interesante que cuando por primera vez aparecen estos siete ojos son designados como los ojos de Jehová.

Leámoslo en Zacarías 4:10: “Los que menospreciaron el día de las pequeñeces se alegrarán, y verán la plomada en la mano de Zorobabel. Estos siete (porque recuerden que le fue mostrado un candelabro con siete lámparas resumiendo la obra del Señor) son los ojos de Jehová, que recorren toda la tierra”. Recuerden que en el capítulo 3 había aparecido en el versículo 9: “He aquí aquella piedra que puse delante de Josué”; esa era una figura, Josué sumo sacerdote, una piedra que iba a ser esculpida, así como la Iglesia va a ser edificada y está delante de Cristo; Él es el Sumo Sacerdote real. El verdadero Josué es Cristo que edificará la Iglesia tipificada por esta piedra a ser esculpida delante de Josué. “9Aquella piedra que puse delante de Josué; sobre esta única piedra hay siete ojos; he aquí yo grabaré su escultura”. Dios está mirando el objetivo de Dios, que  es esculpir esa piedra. Dios tiene un objetivo y toda su atención está centrada en el objetivo de esculpir esa piedra, que es edificar la casa de Dios, el cuerpo de Cristo; “y quitaré el pecado de la tierra en un día”. Cuando la iglesia sea edificada, entonces el pecado será quitado de la tierra en un día, que para el Señor es como mil años; en el milenio será quitado el pecado de la tierra. “10En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, (ese día es el milenio) cada uno de vosotros convidará a su compañero, debajo de su vid y debajo de su higuera”.

Estos siete ojos que aparecen aquí como de Jehová, aquí en Apocalipsis aparecen en el Cordero; como quien dice: el Cordero es el vehículo y la representación exacta que no le queda en nada pequeño al propio Dios. Jehová que es el que realiza su obra, es el que tiene los siete ojos, es el que lo ve todo, es el que entiende todo, es el que está concentrado en lo que está haciendo, en su propósito, y ahora aparece eso mismo, pero en el Cordero; el Cordero es el agente que representa perfectamente a Dios, el que entiende; por eso es el Superintendente universal; siete ojos; y dice acá que esos siete ojos son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra; es decir, Dios ve, pero no solamente para entender, sino para dirigir, para infundir; a veces con una sola mirada entendemos lo que hay que hacer; los ojos no son solamente para mirar, son para que entendamos lo que tenemos que hacer. Esos ojos son espíritus enviados por toda la tierra, el Espíritu de Dios en siete, para realizar el propósito divino.


Reconocimiento, exaltación y adoración al Cordero
Apocalipsis 5:7: “Y vino, (como decía allí en Daniel, que le hicieron acercarse delante de Él, como quien dice: pasa, eres tú el que merece hacer esto) y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono”. Ahora sí los cielos y la tierra sabrán para qué existe el universo, qué era lo que Dios quería y cómo va a llevar esto por medio de este Ungido, este Cristo, el único Cristo, su Hijo, el Cordero recién inmolado, pero resucitado, ascendido y glorificado. “Y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. 8Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes (los que representan la creación) y los veinticuatro ancianos (aquel sacerdocio angelical) se postraron delante del Cordero”. Hasta aquí durante todo el tiempo de su existencia inmemorial en la cronología celestial, ellos se habían postrado delante de Dios, el que es, el que era y que ha de venir. ¿Como que delante de un hombre? Pero aquí por primera vez se postran delante de un hombre; ya Dios lo había adelantado cuando en la visión de la gloria de Dios apareció uno como señalando al Hijo del Hombre, sentado en un trono como de zafiro sobre los querubines.

 Aquí aparece este Hombre. “8Y cuando hubo tomado el libro, (no fue cosa pequeña tomar el libro; esto es algo muy grande) los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían cítaras y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos”. Vemos aquí todas las súplicas de los santos pidiendo del Señor su gracia, pidiéndole al Señor su ayuda, que el Señor los conduzca a ser vencedores, que los conduzca a poder cooperar con el Señor; ahora todo eso tiene sentido; sin el Cordero todas las súplicas se quedaban sin respuesta, pero ahora estos ancianos que son ángeles ministradores presentan esas copas de oro llenas de incienso. Así como nos tomamos un tiempo para ver el Arca del Pacto, otro tiempo para la mesa de los panes de la proposición, otro tiempo para el candelero, necesitamos tomarnos un tiempo para el altar de oro y el incensario; quizá en un campamento si Dios permite. Pero aquí aparecen, hermanos, las oraciones como incienso.

Ustedes saben que el incienso está compuesto de varias cosas: de incienso mismo que es aparte, pero al incienso puro se le añadía estacte, que es una especie de mirra; uña aromática, que es una especie de cascarita de un animal; también gálbano, que es una resina, y todas no es que huelan muy bonito, no huelen muy bonito, huelen a muerte, representan la muerte de Cristo en nuestras oraciones; esos elementos que se le añaden al incienso son elementos sagrados. Ninguna oración viene como incienso solo; el incienso trae las especies; es decir, unidos en Cristo es que nosotros venimos a la presencia de Dios. Esos tres elementos: estacte, uña aromática y gálbano que son las especies que se le ponen al incienso, representan los tres distintos aspectos de la muerte de Cristo; pero el incienso representa la resurrección de Cristo, y es porque Él murió y resucitó que en su nombre podemos presentarnos en la presencia de Dios y recibir de Dios respuesta. Gracias a Dios que lo que Dios quería también le fue pedido por los santos y también le fue pedido en el nombre único en que se podían responder las oraciones. “Tenían cítaras y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos; 9y cantaban un nuevo canto”; éste es nuevo; hasta aquí ellos no habían cantado esto; hasta aquí sabían que Dios los había creado, pero no sabían qué había empezado con esos hombres perversos; pero de pronto uno venció, el único, el Cordero que los redimió, y ahora ellos se postran ante el Cordero y cantan un cántico nuevo en el cielo; en el cielo se oye un cántico nuevo, un cántico de redención; ahora Dios es alabado y el Cordero por la redención. “Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado”. Ahí está, sobre la base de su sacrificio hasta la muerte, porque se humilló hasta lo máximo, Dios también lo exaltó hasta lo sumo y le dio un nombre que es sobre todo nombre para que en el nombre de Jesús el Señor, se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y aquí todo esto se inicia; ya Juan lo ve culminado después unos versos más adelante. “Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tú sangre los has redimido para Dios”. Ahora Dios puede tener lo que quería. Cuando dijo: Hagamos al hombre, un hombre corporativo, a nuestra imagen, que lo porte a Él, a nuestra semejanza, y que reine, que señoree, un rey; ahora es posible gracias al Cordero. “Los has redimido para Dios, (no sólo redimidos para salvarse del infierno, sino para Dios, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos; que los sujeta después al Padre) de todo linaje (gracias a Dios, todo linaje; Dios no excluye a nadie, siempre habrá un remanente, aun en los pueblos más terribles) y lengua y pueblo y etnia; (la palabra “nación”, aquí es “etnia) 10y los has hecho para nuestro Dios...”; ya es considerado como un hecho, “reino y sacerdotes”.


Por eso Jesús dijo en la cruz: “consumado es”; ya para Dios no es sino esperar que las cosas que ya fueron hechas en lo espiritual, aparezcan en lo natural. “10Y los has hecho para nuestro Dios, reino (la palabra aquí no es aquí “reyes” en plural, sino “reino”, porque todos los reyes juntos forman un reino) y sacerdotes, y reinarán sobre la tierra”. Por fin, lo que Dios había dicho: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”, al fin, “reinarán sobre la tierra. 11Y miré, y oí (lo que hemos visto y oído) la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era miríadas de miríadas y quiliadas de quiliadas, 12que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado...”.

¡Qué precioso! Todo el cielo reconociendo; el reconocimiento comienza en el cielo, pero termina también en la tierra. Padre, que se haga tu voluntad aquí en la tierra como se hace en el cielo (Mt. 6:10).

 Aquí comienza en el cielo; hasta aquí sólo el cielo, muchos ángeles, seres vivientes, ancianos, “miríadas de miríadas, quiliadas de quiliadas, 12que decían a gran voz: el Cordero que fue inmolado es digno (eso es lo que se había preguntado, ¿quién es digno?) de tomar el poder, (otros tienen el poder, el diablo se lo robó, deshonraron al Padre, pero ahora hay alguien que se lo tomará; es digno de tomar; entonces ¿qué es lo que va a hacer el Cordero cuando comienza a abrir los sellos? En cada sello que abre sucede una cosa; eso que sucede cuando abre los sellos, es la manera de Él tomar el poder) las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza”.

Todo eso comenzó en el cielo, pero ahora Juan vio el efecto porque Juan está en lugares celestiales, no está en el tiempo de la cronología natural, sino en la cronología celestial. Primero vio a los seres celestiales, pero ahora él también vio la terminación de todo esto, porque esto se desarrolla por etapas, esto ya fue conseguido aquí, y las etapas culminarán en esto que fue conseguido. “13Y  a todo lo creado (ya no solamente los ángeles) que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y sobre el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: (Juan vio el cumplimiento, lo que podríamos decir en el lenguaje de los profetas y de Pedro predicando en Hechos, la restauración de todas las cosas, a todos, todas las cosas que hay en estas cosas creadas) Al que está sentado en el trono, y al Cordero, (al Padre y al Hijo juntamente) sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos (los eones de los eones). 14Los cuatro seres vivientes (aquellos que habían adorado primero y oyeron luego a las criaturas, a todas las criaturas en la restauración de todas las cosas, adorar al Señor) decían: Amén; (ellos concordaron) y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos.” Juan estaba viendo lo que Él se merece; aun debajo de la tierra se confesará Su nombre, como lo dice Filipenses 2: “10Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor”. 


Hermanos, el 5 es un capítulo de la apoteosis del Cordero. La única apoteosis legítima, la única que es digna de permanecer eternamente; toda apoteosis de los hombres o de los demonios está destinada a ser decapitada, a ser destruida; hasta que haya suprimido toda autoridad, potencia, todo otro nombre que se nombra y establecer el único nombre. Que todos honren al Hijo como honran al Padre, porque el Padre ama al Hijo y le muestra todas las cosas que hace. Sólo Él sabía eso, el Padre en cuanto Dios, pero el Cordero venció como hombre; como Dios Él sabía todo, pero como hombre Él creció, aprendió y fue digno, y se le reveló a Él la manera como someter todas las cosas. Ahora el Cordero está a la diestra del Padre; todo lo que está sucediendo es el desarrollo de estos sellos que vamos a ver, Dios mediante, la próxima ocasión; es la historia. La historia está resumida en estos sellos; la historia, sus principios básicos, desde la ascensión de Cristo está resumida. Si los historiadores estudiaran ¿cuáles son los principios de la historia? Hay grandes historiadores como Arnold Toynbé, un famoso historiador que escribió como siete volúmenes de estudios sobre la historia, tratando de descubrir cuáles eran las leyes de la historia por las cuales se desarrollaban, crecían y caían las civilizaciones; tratando de estudiar la historia y descubrir el hilo conductor; eso no lo pudieron hacer los historiadores, pero en este libro de los sellos aparecen los principios que dirigen la historia, quién es el que gobierna la historia y para dónde va la historia; a someterse al Hijo, para que el Hijo someta al Padre todas las cosas; esas son las fuerzas que se mueven en la historia y cuyos principios aparecen aquí en estos caballos en cuanto a la historia de este mundo y en lo que sucede al otro lado después. Dios mediante después vamos a detenernos más en esto, pero esto es ya la continuación y el mismo marco de la ascensión de Cristo, del reino de Cristo, del gobierno de Cristo sobre la historia, del sentido de la historia a la luz del trono del Hijo de Dios. Vamos a orar hermanos, agradecer al Señor que podamos entender la historia cristianamente, a la luz del trono de Dios y del Cordero. ☐

No hay comentarios:

Publicar un comentario